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Video: La plaza tomada por la delincuencia

La famosa Plaza del Cerro, está ubicada en el extremo norte de la Ruta 147. De día parece un lugar abandonado. Pero en realidad es mucho más que eso, es un sitio inseguro que hace muchos años se convirtió en un espacio de reunión para los ladrones. Un escondite de noche y de día. Un lugar perfecto para el espionaje y la inteligencia de los que roban las casas que rodean el enorme espacio verde y de los que asaltan a los que se animan visitarla o la cruzan circunstancialmente.

Los vecinos dicen que es una plaza tomada.
Actualizada: 20/11/2016 16:08
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Cuando a Daniel le preguntan en la puerta de su casa qué opina de la seguridad de su barrio cree que se le están burlando en la cara. “Estoy cansado de hablar y que nadie haga nada”. Después se calma y cuenta detalles que todos los que viven alrededor de la plaza conocen.

En charla con elchorrillero.com, Daniel se quejó directamente de la Policía. “Acá pueden hacer toda la recuperación que quieran, pero el problema es que no hay policías, y los que vienen no se animan a subir. Es allá arriba donde tienen que ir. Ellos saben que se han encontrado elementos robados y desarmados enterrados en pozos”, asegura.

Llegar hasta el primer nivel de ese cerro, al que obligadamente se accede por escaleras adornadas con piedra laja, es la prueba de todas las afirmaciones. Ahí el viento sopla más fuerte y a las 10 de la mañana de cualquier día solo se ven los autos que pasan por la ruta, y los operativos de control vehicular que realiza la Policía, a unos pocos metros.

La soledad y los ruidos de los hierros sueltos transmiten la inseguridad de la que hablan los de abajo. Parece totalmente cierto que hay que tener “coraje para subir” y que nadie “va a escuchar los gritos” si alguien pide ayuda. Cualquiera que llegue hasta lo más alto comprenderá que no es mentira lo que dicen.

Los grafitis ocupan todas las paredes. Según las pintadas, los que pisan más fuerte en la zona son los “Juve”, porque hay varios escudos del “Verde” borrados y tachados. Cientos de chicos han dejado sus nombres escritos en los muros de una pequeña galería que se encuentra al final de las escaleras. El techo (que sostenía las letras del nombre con el nombre de la plaza) la convirtió en un refugio colmado de desperdicios.

En los extremos de esa especie de gruta están las marcas de las fogatas que se prenden en la noche, y a los alrededores las piedras que se improvisan como sillas. El tizne sobre las paredes es la seña de un ritual habitual que tiene visitas nocturnas.

Pero hay más indicios de que el lugar no es ningún sitio abandonado: preservativos en diferentes rincones, cientos de colillas de cigarrillos, cajas de vino, vidrios de botellas y hasta bolsas con pegamento están a la vista.

La plaza es un espacio público totalmente saqueado. Se robaron todo que de alguna manera puede tener utilidad en algún otro lado, como los cables de los comandos eléctricos, las luminarias y hasta los canastos de basura. Pero también las barandas de las escaleras y los bancos de cemento. Hoy solo es un cerro donde prevalece la basura, donde reina la inseguridad y donde los yuyos naturales crecen al ritmo de la naturaleza.

El segundo nivel de la Plaza tiene como monumento unas inmensas columnas de hierro que parecieran representar una típica construcción griega. Están deterioradas por el fuerte viento que ya terminó derribando una de ellas, y también pintadas con algunos mensajes de amor. Este sector se conecta a su derecha con el anfiteatro, que también tiene características griegas. El fondo del escenario regala una vista privilegiada: la ciudad de San Luis como una postal, desde el mirador más alto. Pero los yuyos han crecido tanto que llegan a tapar las gradas pintadas y arruinadas.

Y aun un poco más arriba, otro nivel y otro monumento, tal vez el más especial de todos, porque no solo se requiere ropa cómoda y estado físico para escalar hasta esa altura, sino también un poco de valentía. Simula ser un laberinto de paredes naranjas, muchas veces utilizado como “exclusivos escondites”, según los vecinos.

Vivir con miedo

“Era un lugar fantástico, tan iluminado que muchas veces eran las 3 de la madrugada y estábamos caminando por ahí arriba. Todos los que vivimos acá queremos que le encuentren una solución. Nos dijeron que la quieren recuperar, y otros que la van a cerrar, pero el problema va a seguir siendo el mismo porque no hay policías”, cuenta Daniel, uno de cientos de vecinos que viven frente a la Plaza hace poco más de 15 años.

Cuenta que los robos son diarios y a plena luz del día: “Tenemos rejas y alarmas. Pero nada alcanza, ellos pueden contra todo. Se juntan a tomar y a drogarse, y desde ahí arriba te ven hasta los pelos de la nariz, saben todos los movimientos”.

Remarca que de noche el sitio se convierte en una “boca de lobo”, y que desde lo más alto se escuchan gritos, ruidos y hasta tiros: “Me gustaría que vinieran a ver lo que es esto de noche. Nosotros tenemos que estar encerrados mientras los derechos humanos defienden lo indefendible”. De las últimas luminarias colocadas, solo funciona una, afirma el vecino.

Las últimas obras se hicieron hace cuatro años atrás, cuando inclusive empezó un ciclo de actividades culturales y espectáculos gratuitos como por ejemplo el que ofrecieron Facundo Saravia y los tenores del Teatro Colón. También en otras oportunidades el espacio fue elegido para la celebración del Día del Niño y la promesa de la Bandera.

“Que acá hay inseguridad no es ninguna novedad. Han venido hasta políticos a hablar con nosotros. Si me preguntan yo quisiera que tiraran ese cerro y que hicieran más viviendas. La idea original que tenía este lugar era fantástico, se podía ir en familia y hasta disfrutar de espectáculos culturales”, agregó Silvio, otro habitante del barrio que está enojado y que parece vencido: “Vivimos entre rejas, pero desde allá arriba te miran lo que tenés en el patio. En el techo de la cochera tenía 10 tirantes de madera de 7 metros, y no puedo entender en qué momento ni cómo se los llevaron. Acá te descuidas y roban”.

Las personas que ofrecieron sus testimonios habitan en distintas casas a la redonada de la plaza, y pidieron no exponer ni sus rostros ni las fachadas de las viviendas por miedo a sufrir represalias de los delincuentes: “Te ven el Facebook y después vienen a amenazarte, como le pasó a una vecina”.

Hugo iba a su casa en bicicleta cuando fue víctima de los ladrones. “Eran dos, me amenazaron con un cuchillo y me quisieron quitar la bici. Yo me resistí y peleé con ellos, por suerte pude escapar”, recuerda y describe con la certeza de que la plaza no es un lugar “para compartir con la familia”.

Su hijo también sufrió la inseguridad en el mismo lugar. Cuando cruzaba por allí con dos compañeras del colegio, desde el cerro bajaron cuatro delincuentes que a punta de pistola los despojaron de sus teléfonos celulares: “Al principio él los quería pelear y resistirse, pero me dijo que les vio la cara y estaban drogados, entonces tuvo miedo de que les hicieran algo peor”, contó Hugo.

Como muchos otros vecinos, Hugo dice que los asaltantes “están escondidos arriba”, y que cuando tienen a sus presas en la mira bajan “como pirañas” y les quitan todo lo que pueden.

Proyecto de recuperación

Desde hace algunos meses, dos concejales y un diputado de Cambiemos impulsaron un proyecto para que el Gobierno provincial transfiera a jurisdicción municipal el paseo público. En la última sesión el cuerpo aprobó por mayoría la decisión de enviarle una nota al gobernador Alberto Rodríguez Saá para pedirle que ceda el paseo al municipio. Los concejales de Compromiso Federal-PJ se opusieron.

La plaza fue inaugurada por el Gobierno provincial y sigue siendo una cuenta pendiente. Porque si bien las sucesivas administraciones invirtieron dinero para mantenerla y refaccionarla, no hubo un programa que favoreciera o convirtiera el lugar en un definitivo espacio de encuentro y reunión familiar. El paso del tiempo siempre ha dejado atrás los intentos de los gobernantes, y los delincuentes y los hechos vandálicos siempre volvieron.

El problema de abandono e inseguridad involucró a varias gestiones. Parece que ahora, otra vez, hay un nuevo intento para encontrar una solución definitiva.

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