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Los milagros de un curandero que dejaron un legado de fe y misterio

Por Nicolás Gatica Ceballos
En un paraje llamado Las Chacritas, ubicado a 60 kilómetros de San Luis, vivió un curandero, que según el imaginario colectivo, cambió la vida de muchas personas, siendo su fuerza espiritual y la austeridad de su templanza las únicas herramientas para concretar prodigios.

Tomás Pérez junto a su esposa María Jofré.
Actualizada: 20/03/2017 11:26
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El testimonio de allegados asegura que familias tradicionales de San Luis y viajeros de provincias vecinas, querían pagarle con creces sus favores, incluso hasta dejar propiedades a su nombre. Sin embargo jamás aceptó un solo centavo.

Desde siglos los seres humanos han interactuado con misterios indescifrables, muchos de ellos imposibles de demostrar pero tangibles y con una autenticidad certificada por la voz popular, trascendiendo las barreras de la ciencia y el escepticismo.

En la actualidad abundan hombres y mujeres que hacen del curanderismo un comercio, pero la sociedad, transformó en leyenda la espiritualidad de algunos  que transitaron un camino de fe y humildad. Tomás Pérez, difunto curandero de Saladillo, es uno de ellos.

Gracias a los recuerdos de su nieto, se puede conocer el mundo oculto de este famoso milagrero, que aún después de muerto, inmortaliza su nombre en los enigmas del tiempo.

Carlos Pérez  -descendiente del sanador – dijo que su abuelo tenía “un don sobrenatural que le permitió ayudar a miles de personas, a afrontar todo tipo de enfermedades, desde las más simples hasta las más extrañas”.

Tomás Pérez fue un campesino oriundo de España que vino a la provincia durante  la primera guerra mundial. Se estableció en un valle dotado de magia y misterio, cercano a la localidad de Saladillo.

El curandero Pérez en una celebración de la zona.

Mientras el nieto buscó en sus recuerdos, logró aportar una peculiar  anécdota: “Un día vino una familia desde la provincia de Mendoza con una niña muy grave. Yo era muy chico pero siempre estuvo en mi cabeza lo que contaban mis padres, que gritaba cosas rarísimas, sus ojos estaban como desorbitados y tenía una fuerza muy grande en comparación a su cuerpo, se lastimaba constantemente y sus padres estaban muy tristes. Los presentes, que esperaban ser atendidos, tuvieron mucho miedo. Fue mi abuelo quien realizó una sanación de tipo exorcista y la niña se curó. Mucho tiempo después la familia solía visitarlo en forma de agradecimiento”.

El curandero sanaba a través de la fe y la utilización de remedios caseros cuando lo creía conveniente. Según el relato de su nieto, veía en las muestras de orina si una mujer estaba embarazada, podía prever enfermedades de todo tipo, curaba animales, realizaba limpiezas espirituales de campos, casas, curaba quemaduras graves y hasta realizaba exorcismos.

Para entender de qué se habla al decir “curandero” se puede hacer referencia a un estudio de Facundo Arteaga publicado en Chungara -Revista de Antropología Chilena- donde especifica que el curanderismo en Argentina proviene principalmente de los inmigrantes europeos, aunque con un antecedente de los conquistadores españoles. En Argentina es la medicina tradicional más difundida, presente en áreas rurales como en zonas urbanas.

Para Carlos Pérez  las enseñanzas que dejó trascienden lo puramente misterioso diciendo “no solo nos enseñó sus milagros y su grandeza espiritual sino que nos transmitió el don de la humildad”.

La leyenda que vive en los que aseguran haber sido curados, proclama que Tomás Pérez recorrió cada paso en la pobreza. Falleció en 1974 en su campo, con la más austera forma de vida.

El nieto comentó: “Un señor de la región, de apellido Contrera, una vez encontró a mi hermano y le preguntó ‘¿Sos nieto de don Tomás?’ Ante la respuesta el hombre se puso muy contento y comenzó a recordar como lo había sanado”.

Además resonó en su mente, que una mujer de apellido Quiroga que vivió en La Toma, una vez le agradeció a él por un favor recibido. “Tu abuelo me salvó” es la frase que acostumbran a escuchar sus nietos.

Mientras vivió rezó todos los años una novena a San Roque, a quien invocaba para sus curaciones. Cada 16 de agosto  imploraba las ceremonias que consistían en novena y procesión. Aún después de muerto, visitan el paraje donde se ubica la capilla del santo.

Hasta para los que menos creen, Tomás Pérez representa una mística, un arcano que aun está presente. Su esencia vive bajo la intimidad del monte, se divulga en los secretos de lechuzas, calandrias; y se distingue donde sólo los caballos, las ovejas y los sauces atestiguan la profundidad espiritual del curandero.

Nadie más que sus nietos y la gente a la cual ayudó, conocen  la historia. Lo único que lo mantiene en la quimera, es cada milagro que se le atribuye y “el boca en boca” de quienes lo conocieron.

Actualmente sus restos se encuentran en el cementerio, pero sus hazañas místicas, aún recorren cada rincón de la zona, como mencionando su nombre en el viento.

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