En un año, Trump sacudió a un mundo atónito y huérfano de liderazgo
Donald Trump cumple su primer aniversario en la Casa Blanca y nadie puede negar que fueron 365 días frenéticos: se retiró de varios compromisos internacionales, debilitó otros, enfrió o puso en duda las mayores iniciativas de Barack Obama, alimentó los temores de una guerra nuclear con Corea del Norte y reavivó el conflicto israelí-palestino.
Fiel a su discurso aislacionista de la campaña electoral, Trump comenzó su mandato ordenando la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y México, y suspendiendo la firma del Tratado de Asociación Transpacífico, la mayor iniciativa de libre comercio que negoció Obama y que buscaba contrarrestar la influencia económica de China sobre el resto de Asia.
"Vamos a frenar estos acuerdos comerciales ridículos que sacaron a todo el mundo de nuestro país y sacaron a las empresas de nuestro país. Eso va a ser revertido", le prometió Trump a un grupo de líderes sindicales, antes de derogar el TLC regional.
Seis meses después, el flamante mandatario volvió a borrar la firma de Obama de un texto multilateral: el Acuerdo de París contra el cambio climático.
La decisión de Trump generó rechazo inmediato y en la cumbre del G20 del mes siguiente los otros 19 países destacaron en el texto final su oposición a Washington y su compromiso con lo asumido en París.
Ajeno a las críticas, en octubre Trump volvió a patear el tablero de una institución internacional cuando anunció la salida de Estados Unidos de la Unesco, la agencia de la ONU para la cultura y el patrimonio histórico.
La medida era esperable porque, tras la decisión de la Unesco de reconocer a Palestina como un Estado miembro en 2011, Estados Unidos, por una ley interna, había dejado de financiar la agencia y, por ende, había perdido gran parte de su influencia.
Sin embargo, Trump hizo de la salida de la Unesco una declaración política al acusar a la agencia de tener "una posición anti Israel".
Esta no fue la única vez que la Casa Blanca se alineó, casi en soledad, con Israel.
Después de meses de amagar con abandonar el acuerdo multilateral que Obama firmó en 2015 junto con las principales potencias del mundo e Irán para congelar el programa nuclear de la República Islámica, Trump envió el texto al Congreso para que lo revise.
Poco importó que los principales líderes del mundo le recordaron que se trata de un acuerdo multilateral y Estados Unidos no puede modificarlo de manera unilateral.
El Organismo Internacional de Energía Atómica, la agencia especializada del sistema de la ONU, ratificó que Irán cumple con todos los compromisos del acuerdo y los otros países firmantes respaldaron este análisis; sin embargo, Trump decidió alinearse con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y acusó a Teherán de mentirle al mundo.
A días de cumplir su primer aniversario en el poder, Trump decidió ratificar finalmente por cuatro meses más el acuerdo, pero lo hizo con una amenaza.
Prometió que era la última vez que lo hacía y le dio plazo hasta mayo próximo a sus socios europeos para aprobar un acuerdo paralelo que "arregle" al texto original.
A fines de 2017, Trump volvió a alinearse con Netanyahu y a diferenciarse de la Unión Europea cuando rompió con una política de Estado de décadas y reconoció a Jerusalén como la capital de Israel.
La decisión de Trump sobre uno de los puntos más sensibles del conflicto con los palestinos desató protestas en todo Medio Oriente y especialmente en la Franja de Gaza, que terminó con represión, bombardeos cruzados, más de una decena de muertos y cientos de heridos.
Este no fue el único conflicto que Trump recalentó.
También alimentó la confrontación con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, a fuerza de amenazas, insultos, chicanas y un mayor despliegue militar en esa región asiática, que fueron respondidos a su vez por una serie de pruebas nucleares y misilísticas.
"Si nos fuerzan a defendernos o a nuestros aliados, no tendremos otra opción que destruir completamente a Corea del Norte", amenazó durante su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU.
A lo largo de casi todo su primer año de gobierno, Trump entró en una escalada de amenazas con Kim al punto que el mundo entero volvió a temer a la posibilidad de una guerra nuclear, un sentimiento que llevó al Comité Nobel Noruego a elegir este año a la Campaña Internacional por la Abolición de las Armas Nucleares.
A diferencia de Obama, Trump no se recostó en China para desacelerar la escalada militar con Kim. Por el contrario, criticó vía Twitter al presidente Xi Jinping por no querer o poder frenar a su histórico aliado.
Así funcionó la diplomacia de Trump con las potencias mundiales no aliadas.
El mandatario estadounidense sonrió y hasta elogió a Xi durante su visita a China y coqueteó en interminables idas y vueltas con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, pese a que el FBI confirmó los vínculos entre la campaña electoral de Trump y el Kremlin y sigue escarbando.
Sin embargo, en su primera doctrina de Seguridad Nacional etiquetó a China y Rusia como los dos principales rivales de Estados Unidos en el tablero mundial, un tablero que transita una crisis de liderazgo ya innegable.