Curanderas entre la fe y el misterio: cuando los puntanos sanan sus males
Desde tiempos remotos existieron en San Luis personas que poseen un conocimiento hermético con el que curan afecciones de diverso tipo.
Para conocer sus secretos, El Chorrillero dialogó con tres mujeres que se dedican a “curar” estos males bajo el único precepto de la “fe”.
El colectivo imaginario de San Luis guarda celosamente la costumbre de curarse síntomas como el empacho, la ojeadura o problemas de nervios; mientras los escépticos ponen en tela de juicio estas prácticas centenarias bajo el nombre de pseudociencias.
Sin embargo, hasta los más incrédulos buscan calmar el dolor y recurren a quienes con un conocimiento místico y sin el título de médicos, “curan” distintas enfermedades.
Para poder desentrañar las incógnitas, este medio contactó a tres mujeres milagreras reconocidas por sus “dones” y por “no recibir dinero”, dejando constancia de su “ayuda desinteresada” enmarcada en aquello que sólo se vivencia por intermedio de la fe.
Todas coincidieron en “la seriedad” que amerita el tema y explicaron que “no debe tomarse superficialmente”, con lo cual impregnaron de intrigas sus dichos y sostuvieron el anonimato como guardando para sí mismas la profundidad espiritual de su labor.
¿Cómo definir a quienes curan?
Según un estudio de L.E. Marquez titulado “Curanderismo: investigación con un curandero de Brasil” (Cuadernos de Parapsicología, año 1984), a este tipo de dones “les sobrevino el médico”, aunque en muchas regiones continuaron con “las llamadas medicinas tradicionales, folklóricas o indígenas”.
En ese sentido, se los puede clasificar a grandes rasgos en dos tipos. Los relacionados a la percepción extrasensorial (poderes paranormales o por acción de la sus mentes sobre la materia del paciente) y la psicocinesia (telepatía, clarividencia y precognición).
Asimismo más allá de las definiciones, las personas consultadas se autodefinen como mujeres de “fe” que se gratifican ayudado al prójimo, con la única remuneración de “hacer el bien”.
Las afecciones más comunes de los puntanos
Según los testimonios recabados se pueden mencionar tres tipos de conflictos físicos ante los que, por medio de indescifrables enigmas, se alivian en la oración: ojeadura (generalmente adquirida por los bebés, una suerte de energía que se transmite consciente o inconscientemente con la mirada y genera dolores de cabeza), problemas de nervios (cuando se recalcan o enciman) y el empacho (afecciones en el hígado o los intestinos).
Antes de obtener la información, las personas entrevistadas resaltaron que “no es un juego” o algo que pueda tomarse “superficialmente”, con lo cual “para evitar prejuicios” optaron por el anonimato. En ese sentido serán mencionadas como Ángela (61), Mirta (70) y Pereyra (62), quien accedió a publicar su apellido.
¿Cómo se aprende a curar?
La iniciación es para “algunos”, ya sea por un don o por la transmisión de persona a persona. En el caso particular de Ángela fue instruida a los 16 años de la mano de su “nona postiza”.
“Yo siempre iba a su casa en Villa Mercedes para ayudarle con las tareas del hogar y un día me dijo que me enseñaría para que, cuando no estuviera en este mundo, pudiera seguir yo. Recuerdo que me enseñó un viernes santo (sólo se puede aprender ese día o en navidad) y después de tres años empecé a curar”, explicó.
En la misma línea expresó: “Mi nona nunca cobraba, a veces la gente le regalaba bombones, pañuelos de tela o cosas como delantales de cocina; y me dejó bien claro que quien cura con la fe no tiene porqué cobrar. A mí me suelen dejar voluntariamente $5 o $10 y los destino al mantenimiento de una capillita que tengo en algún lugar de la provincia”.
Por otro lado, Pereyra contó que un amigo le transmitió el saber a través de “un papelito en el que anotó algunas palabras que debía invocar”. Sin dar detalles de cuáles eran los dichos, ya que “no es algo que deba divulgarse”, recordó que aprendió a los 25 años (un 24 de diciembre) y al igual que Ángela, no recibe remuneración alguna.
Mirta no pudo memorizar la edad exacta en la que aprendió el arte centenario, pero sí aseguró que fue “desde jovencita”. Lejos de obtener ganancias económicas, guarda en su corazón el hecho de “hacer el bien”. “Dios te da ese don”, aseveró.
El procedimiento
Las tres mujeres coinciden en que cada persona utiliza los pasos que aprendió de su mentor y muchas veces no coinciden con el resto de las prácticas. En ese sentido Ángela mencionó: “El empacho, el hígado y los intestinos los curo con una cinta, la ojeadura con un plato de agua y aceite y los nervios con un vaso de agua y trigo”.
“Se invoca a Dios o al santo al que se le tenga devoción, se invoca al máximo todo poderoso. De todas maneras, el resto de la oración no es algo que pueda divulgar”, agregó.
Luego comentó anecdóticamente que en una oportunidad, una persona recurrió a ella para curar una insolación a su hija, pero Ángela no había aprendido bien esa disciplina. Asimismo “con mucha fe” colocó una cinta en la frente de la mujer, mencionó el nombre de su hija y oró. El resultado, el alivio del malestar.
“La fe mueve montañas, es la única explicación”, manifestó.
Pereyra describió que puede “curar a través de otra persona y a la distancia”, aunque especificó que “no todos lo hacen”. Ella cura únicamente el empacho y utiliza la misma técnica que Ángela.
“Mi hija me ha pedido que le enseñe, pero por ahora no es el momento. Es algo muy profundo, no se puede aprender porque a una se le ocurre de la nada”, indicó.
También explicó que “sólo puede cursarse a personas ajenas a la familia” y que el procedimiento “no funciona si se practica a una misma”. La sanación demora “3 días” y si no da resultado, “es una afección de la que debe encargarse un médico”.
“Hay que dejar en claro que no se pone en riesgo la salud de nadie, a una la consultan por cosas simples que se curan con fe. Si veo que no es para mí, no demoro a la persona, le aconsejo que vaya inmediatamente al médico”, remarcó.
Mirta, por su lado dijo que cura con “cinta” aunque fue discreta con los procesos en general. “Es algo muy íntimo y a lo que se debe tener respeto”, aseguró.
La carga energética
Las tres mujeres coincidieron en que cuando sanan a personas que “están muy descompuestas” ellas sienten “pesadez en el estómago, sueño y dolor de cabeza”. Ello simboliza “la transmisión del dolor de la persona afectada a la que cura”.
“Es la única forma de sacárselo al otro”, comentó Mirta.
Creer o reventar
Es común escuchar en los dichos populares en San Luis que algunos se han curado por la intersección de estas personas, incluso existen milagreros que son visitados por gente de distintos puntos del país para “aliviar aquello que no los deja tranquilos”.
Hasta el momento científicamente no hay nada comprobado en torno a este tipo de medicina alternativa y se aconseja ir a un especialista por más mínimo que parezca el síntoma, sin embargo muchos puntanos optan por “una segunda opinión” que muchas veces tornan “la solución definitiva”.
Quizá existan conocimientos a los que el ser humano sea reacio de aceptar, o tal vez las curaciones sólo se deban a cuestiones casualidad, lo cierto es que estas mujeres siguen escribiendo en los libros del tiempo las historias que se entremezclan de leyendas y mitos, manteniendo vigente la vieja costumbre de curarse el empacho, la ojeadura y los nervios.