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La República, un asentamiento que crece a la sombra de San Luis

Está a seis kilómetros del centro puntano. Sus dimensiones crecen día a día y aseguran que las familias no paran de llegar. Se calcula que habitan allí más de 11 mil personas en estado de vulnerabilidad, como víctimas de un problema habitacional y privados de los servicios básicos que dignifiquen sus días.

Las familias son numerosas y viven privados de los servicios básicos.

por Catalina Ysaguirre

elchorrillero.com

Actualizada: 04/02/2018 20:41

Las conexiones de agua y de luz son caseras, precarias, muchas veces peligrosas e insuficientes para cubrir la demanda. La lluvia los castiga como a nadie en la ciudad, como el frío que los enferma y el calor que los agobia, día y noche.

Las casas en su mayoría están construidas con nylon y palos del monte que los rodea; chapas en el mejor de los casos, tarimas, tablas y cartones recolectados de la basura que al final no resisten los vientos ni al agua.

Son cuadradas o rectangulares y no tienen baño, ni un lugar para higienizarse. En realidad, no hay casi nada de espacio y por eso es que todo está amontonado.

Nilda, en la puerta de su casa. Allí se instaló sola, en diciembre, después de separarse.

Adentro caminan entre la tierra y el barro, envueltos por el ruido de los plásticos que cubren las construcciones y que inevitablemente el viento castiga y rompe. Conviven con el peligro de las arañas, de las víboras, las enfermedades y la tierra que no para de dar vueltas.

El agua que se filtra por los techos cada vez que llega una tormenta moja los colchones y toda la ropa. Y cuando sopla muy fuerte, el chorrillero se lleva todo y tienen que empezar de nuevo.

Cuando llueve el agua filtra por las maderas y arruina lo poco que tienen.

Hay tachos y bidones que usan como reserva para cuando el agua se corta. Y es que son tantas las personas, que la presión y la cantidad no son suficientes para abastecer a todas las casas y a muchos sectores ni siquiera llega.

Entre los ranchos se destacan unas pocas viviendas de materiales (bloques en su mayoría), que son habitadas por las familias que más tiempo llevan en el barrio y que sí pudieron a lo largo de los últimos años mejorar su forma de vida.

Las historias de sacrificio y sufrimiento se multiplican a la redonda y se asemejan. Están los que salen todos los días a trabajar y los que esperan por algún oficio o una changa que les permita seguir subsistiendo. Hay matices y situaciones diferentes, pero una realidad de necesidades básicas que crece en ese extremo oeste de la ciudad.

Los terrenos están divididos en lotes y manzanas. En algunas tierras hay un cartel con el nombre del dueño y el DNI. Para los que aún no arman su casita les sirve como garantía de que otra familia recién llegada no les ocupe el lugar.

Las instalaciones eléctricas son precarias en el barrio.

Uno de los vecinos del barrio, Gabriel Cáceres le contó a elchorrillero.com que el ingreso de familias “es constante” y que no hay hasta el momento ninguna “solución real” al problema habitacional que los más viejos del lugar llevan por lo menos cuatro años de gestiones.

Remarcó que allí todas las familias son numerosas, y que entre ellas hay trabajadores de la administración pública o del comercio que van “avanzando paulatinamente”. Pero también hay otras que solo dependen de algún plan social y de asignaciones familiares que les permite vivir el día a día.

La mayoría de las familias son numerosas y viven con recursos escasos.

“Los recursos económicos son escasos”, sostuvo Cáceres, y las necesidades "las mismas" para todo el complejo, aunque algunos vivan entre bloques de cemento y ladrillos, y otros entre bolsas negras sujetadas por maderas.

El último relevamiento interno permitió conocer que ahí habitan “más de 11 mil personas”, un número que inevitablemente fue cambiando y que hoy es incalculable porque “todos los días están llegando".

Tampoco es preciso saber cuántos niños crecen en medio de una vida indigna, sin tener por lo menos un baño y un aire más limpio; tan lejos de las necesidades básicas y tan cerca de la zona más céntrica y renovada que tiene la ciudad.

Los niños crecen en el barrio privados de comodidades, como por ejemplo un baño.

La República tiene una asociación y a su vez los diferentes sectores están organizados por cooperadoras que se encargan de “solucionar los problemas”. Dicen que el único dinero que manejan es el que recaudan de un bono que paga el vecino que “puede”.

De esa manera, explicó Cáceres, se alquilaron las máquinas para desmontar las zonas, abrir calles, planificar las veredas con las dimensiones de cualquier otro barrio de San Luis y comprar los postes que permite el pasaje de las improvisadas conexiones eléctricas.

Pero la red agua potable, las cloacas y la energía eléctrica no llegan como en cualquier otro lugar de la ciudad. Tampoco la Policía y el servicio médico.

En medio de tantas necesidades existe un litigio entre una empresa propietaria de las tierras y los vecinos. El caso está judicializado desde 2015.

El dueño reclamó el desalojo de las 30 hectáreas donde crece el barrio (desde donde finalizan los campos de La Amalia hasta la ruta de Pescadores), y la justicia dictaminó a favor del denunciante. Sin embargo la medida de desalojo no ha sido concretada todavía.

Como otro dato se sabe que, hace poco más de un año la administración de Enrique Ponce se comprometió a llevar una solución a los vecinos. Dijo que "una vez solucionado el problema legal", se iba a poder urbanizar el barrio "con alumbrado, agua, recolección, apertura de calles, cloacas y transporte público”.

En ese momento era propuesta del intendente "comprar las tierras o enviar al Concejo Deliberante un proyecto de expropiación". Además de proponer a la Legislatura Provincial "el tratamiento de un proyecto en el mismo sentido, para la adquisición de las tierras" y "luego entregarlas a los ocupantes con la posterior urbanización”.

Un grupo de familias da fe que vive en el lugar hace cerca de 20 años. Dicen que llegaron “en forma pacífica” antes de que las tierras fueran compradas por la empresa Ethos.

En el último proceso electoral hubo candidatos que organizaron actos y el Estado se “acordó” de algunas familias. Los vecinos tienen presente todavía las promesas.

Vivir como se puede

Nilda no sabe cómo explicar la felicidad que tiene y lo agradecida que está de haber encontrado allí un lugar donde estar tranquila. “Con algunas vecinas estuvimos pidiendo cosas en la radio, no tengo cocina pero no importa porque estoy acostumbrada a hacer fuego. Acá todos me recibieron muy bien”, le contó a elchorrillero.com la mujer de 53 años que está dispuesta a iniciar una vida nueva. Su casita está sostenida por el tronco de un árbol.

Con lavandina desinfectó “el ranchito” que está cubierto por un plástico negro, y armó su cama. También llevó las fotos de sus nietos y adornó un rincón: “Recién me estoy acomodando, muchas cosas me prestaron. Cuando cobre la pensión voy a levantar una piecita. Por ahora es lo que tengo y quiero ir mejorando”, explicó.

“El agua es un problema”

“Estamos bien”, le contó Mauro a los periodistas que lo visitaron una siesta después de una lluvia que refrescó el ambiente y que dejó charcos por todos lados. “Tenemos nuestra cocina y las cosas necesarias”.

En un solo ambiente y sin baño vive con su madre de 56 años y un hermano. Ahora están planificando levantar una pieza de material en uno de los costados. Llevan su vida con calma porque creen que llegará el momento en el que estarán mejor.

Mauro vive con su madre y su hermano en un solo ambiente. También sueña con construir una pieza de material.

“Tengo problemas con la estructura de la casa, porque con el viento se mueve mucho y se llueve siempre. Está hecha de chapas, maderas y nylon. Trato de sostenerla con las ramas de árboles”, dijo y sintetizó uno de los problemas más comunes, el mismo que tienen todos los que están refugiados entre los árboles, las maderas y los plásticos. (foto)

“El agua es un problema, por ahí sale, por ahí no y últimamente ya no sale. Hay muy poca corriente en la noche, y cuando hay mucho consumo casi no hay”, remarcó otra de las preocupaciones.

“No tenemos baño, vamos al campo”

Rosa tiene 55 años vive con dos hijos, una nieta y la novia de su hijo. Todos duermen en la misma habitación que se llueve en el centro y que obliga el amontonamiento de las únicas dos camas que hay y otros pocos muebles. (foto)

A este medio le contó que “no sabe mucho”, pero que estudia a través de un plan de la Nación y que con eso está “contenta”.

Rosita dijo que siempre pide ayuda, porque muchas cosas le faltan.

Con algunos problemas de salud se gana la vida limpiando los terrenos de lotes vecinos, aunque “algunos pagan y otro no”.

Dijo que el viento “le mueve el rancho” cada vez que corre y que “muchas veces parece que lo va a tirar”. Se lamenta porque se llueve y se le moja todo.

La falta de agua también es su preocupación: “Me he cansado de pedir por favor que me presten por lo menos tachos para poder conseguir agua. Me tengo que ir al otro lado del barrio acarreando con tarritos. No tengo fuerza para traerlos”.

Dijo que se las arregla “como puede”, y que el lugar donde vive le “encanta” porque no tiene problemas con nadie. “No tenemos baño, pero le pedimos prestado a la vecina o vamos al campo”, afirmó.

Para sobrevivir también junta botellas, aluminio y cobre que después vende: “Cuando hace frío nos tapamos con lo poco que tenemos y hay veces que dormimos todos juntos porque de esta manera nos calentamos. Es muy helada la casa”.

Y cuando hace calor saca el colchón: “Tengo problemas con el calor porque me ataca la presión. Estuve en el hospital la semana pasada por este tema. Los médicos me dijeron que no tenía que andar en el sol, pero tengo que hacerlo igual porque nadie me ayuda en la casa”.

La casa de Rosa, donde vive con sus hijos.

La República son cientos de hectáreas vecinas al predio La Amalia y a los barrios 1° de mayo y 9 de Julio. Un campo que se fue poblando a partir de la necesidad urgente de cientos de familias que no tienen otro lugar para vivir. Donde hoy forjan un futuro indigno, cargado de incertidumbres y con desafíos de supervivencia.

Crece alrededor de un barrio privado que se frustró por el avance de los ranchos que lo rodearon y a las sombras de los proyectos de urbanización que la Municipalidad de San Luis pretende hacer en esas tierras.

Pero por ahora ellos están afuera, cargando con el estigma social de que viven de manera ilegal y en una zona marginal.

Barrio La República, San Luis – Google Earth

Barrio La República, San Luis – Google Earth 2015

Barrio La República, San Luis – Google Earth 2016

Barrio La República, San Luis – Google Earth 2017

Con la colaboración de Julián Pampillón; Fotos: Marcos Verdullo; Video: Víctor Albornoz; Edición: Nicolás Miano.

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