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Chile 1962: Mal fútbol para un pueblo entusiasta

Por Héctor Suárez especial para El Chorrillero.

El eslogan de Chile para el mundial 62.
Actualizada: 07/03/2018 10:30
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La FIFA sorprendió al mundo cuando designó a Chile como organizador del VII Mundial. Fue en Lisboa un 10 de junio de 1956. A partir de ese momento un joven de origen alemán llamado Carlos Dittborn Pinto, fue el alma. Un alma que se rindió a Dios a un mes de la apertura de la cita mundialista. Tenía 38 años. Sobre el edificio donde estaba el periódico El Mercurio colocaron una gigantesca foto suya rodeada de un círculo negro: Carlos Dittborn Pinto – Fallecido esta mañana. Solo cabía llorar…mientras su viuda daba a luz un varón en la Maternidad de Santiago.

En mayo de 1961 el país fue desvastado por terribles terremotos. Unas islas hacia Valdivia y Osorno desaparecieron y otras emergieron desde el fondo del mar. Los muertos se contaban a millares. Se intentó sustituir a Chile de la organización, pero Dittborn sacudió a la nación con su causa: Porque nada tenemos todo lo haremos, clamó henchido de fe. La FIFA y su pueblo le creyeron, tuvieron razón.

Un terremoto de 9.5 grados destruyó gran parte de Chile. La reconstrucción duró un año.

Los chilenos querían hacerlo todo con una voluntad que asombraba, pero no tenían la competencia y los medios técnicos necesarios. Pero su increíble tesón salvó la nave.

Propaganda negativa

Un periodista de Florencia, sin vinculación con el deporte, viajó para hacer una previa sobre Chile. Escribió que la capital Santiago, era una ciudad de putas y analfabetos. Rápidamente se distribuyeron los recortes de periódicos, se originó un incidente diplomático y se levantó al pueblo contra los italianos, cuya selección integraba el mismo grupo eliminatario que Chile.

Leonel Sánchez marcó un gol para Chile frente a Suiza.

La tensión llevó a organizar reuniones de conciliación entre periodistas de ambos países. El partido fue una carnicería. Sánchez le pegó a Ferrini que reaccionó con un golpe en la nuca. El árbitro Aston expulsó a Ferrini luego que contestó una patada de Landa y a posteriori, Sánchez derribó con un gancho de izquierda a David, el árbitro miró para otro lado y más tarde echó al italiano por una nueva infracción. Los europeos terminaron con nueve jugadores y perdieron la pequeña guerra que desencadenó el periodista.

La violencia le ganó al fútbol

El yugoslavo Mujic abandonó Chile luego que le fracturara la pierna derecha al soviético Doubinski. Los uruguayos llevaron en andas al yugoslavo Sekularac en un gesto de claro desprecio y enfado por la actuación del árbitro que expulsó al volante Cabrera. Según la crónica, el partido Alemania e Italia, que igualaron en cero, no terminó con muertos por milagro.

Pelé con una fisura muscular en su pierna derecha se fue rápido del torneo y el espectáculo futbolístico quedó seriamente amenzado. El técnico argentino Helenio Herrera, que dirigía a España, retiró en el último partido a sus estrellas extranjeras nacionalizadas: el argumento fue que no tenían un corazón suficientemente patriótico.

Carlos Dittborn, el alma del Mundial. Pelé el gran ausente.

Tal vez porque el fútbol fue violento, los goleadores tuvieron muchos inconvenientes. El gol cedió ante los vientos de la brutalidad de un bajo nivel, que solo ofreció el fervor de un pueblo.

El Mundial fue un éxito en su organización y en el marco humano y material que lo envolvió, pero no en la mentalidad de los participantes y su juego.

Garrincha y Vava, la fórmula de Brasil.

Hicieron su negocio

Para el anecdotario queda la idea de un grupo de reporteros brasileños que decidieron preparar un disco 33 revoluciones matizado con sambas  para celebrar el triunfo. El miedo se apoderó de ellos cuando en la final, Masopust puso adelante a Checoslovaquia, pero Zito, Amarildo y Vavá salvaron el negocio. Pocos días después habían vendido 300 mil discos en Brasil.

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