Matthias Sindelar: el hombre que metió un gol a Hitler y se rió en su cara
Por Héctor Suárez para www.elchorrillero.com
De origen judío, este enorme y talentoso jugador, con tan solo 18 años accedió a la elite del fútbol austríaco con su selección nacional. Era solo el principio de su leyenda
El Tratado de Versalles prohibía expresamente la unión entre Austria y Alemania, pero los nazis estaban empeñados en anexionarse el país alpino a cualquier precio. Por las buenas o por las malas. El 12 de marzo de 1938, sin más preámbulos, invadieron y convocaron un plebiscito en favor de la unión. Un mes mas tarde triunfó la voluntad popular domesticada, con un 99.9 % a favor.
Pero no todo salió a pedir de boca. Un delgado futbolista, delantero de eficacia contundente, apodado el "hombre de papel" por su extraordinaria habilidad para colarse entre las defensas adversarias con un regate demoledor, pensó desde su modesta condición de deportista en herir su orgullo a los prepotentes jerarcas del nazismo. La mejor ocasión fue un partido de fútbol acomodado previamente con resultado de empate, para darles un susto de muerte .
Ídolo de masas en su país, nunca olvidaría su condición humilde y su particular obra social entre los desfavorecidos de la marginada minoría checa de la que era procedente.
Con la idea de utilizar como caja de resonancia el Mundial de Fútbol de Francia en 1938, el Führer, fundador del III Reich reforzó la selección alemana con la integración forzosa del equipo austríaco completo, que por arte de magia pasó a incorporar a su camiseta una esvástica.
Pero Matthias Sindelar no solo se negó a jugar bajo la selección alemana, si no que además, el 3 de abril de 1938 crearía una situación absolutamente surrealista. Previamente y alegando diferentes lesiones –todas ficticias–, evitó los compromisos impuestos por las autoridades nazis.
Matthias Sindelar, una pequeña biografía.
El día del partido amistoso en el Prater de Viena entre las dos selecciones y antes de que se produjera la fusión impuesta, Matthias Sindelar lejos de amilanarse por la presión ambiental de los atildados jerarcas nazis, les hizo un agujero importante en la red a los alemanes que sumado al de su compañero Sesta, hacían un 2-0 a favor de los austríacos y a continuación se fue al palco de autoridades y se marcó una samba fusión con toques tiroleses que desató las iras de los amos germanos.
El Schindler del balompié
Por supuesto que nunca más volvió a pisar un terreno de juego ni a tocar un balón de fútbol pues los nazi se la tenían jurada. Sindelar se negó a abandonar su país y rehusó las posteriores convocatorias para incorporarse a la selección de fútbol de la Alemania nazi con miras a la Copa Mundial de Fútbol de 1938, donde los teutones ofrecerían una pobre actuación y fue eliminada en primera ronda. En los informes de la Gestapo fue catalogado como “sujeto amistoso hacia los judíos".
Cuando el presidente del Austria de Viena fue expulsado de su cargo por su condición de judío, Sindelar siguió tratando como amigo personal al dirigente, y cuando otro amigo judío fue obligado por las autoridades nazis a malvender su restaurante, Matthias Sindelar rehusaría aprovecharse de la situación comprando el negocio y pagándoselo a precio de mercado.
Condenado al anonimato más riguroso, viviría oculto entre sus incondicionales, hasta que aproximadamente nueve meses más tarde, un 23 de enero de 1939 se encontraron los restos del futbolista junto a los de su pareja, Maria Castagnola, aparentemente muertos por intoxicación de monóxido de carbono.
El mejor jugador austríaco de todos los tiempos no habría resistido la clandestinidad y sus secuelas y a una depresión severa. Tampoco pudo ser probado por la cantidad de obstáculos y presiones, la hipótesis de su asesinato.
En un funeral de estado estremecedor por su silencio con más de 40.000 asistentes, este héroe nacional austríaco se adelantó a los acontecimientos por venir…