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La longeva elefanta "Pelusa" del zoo de La Plata murió tras años de agonía

La longeva elefanta "Pelusa" del Zoológico de La Plata -provincia de Buenos Aires- murió antes de la medianoche tras la aplicación de una inyección letal, aprobada por una decisión judicial, que le permitió liberarse de su sufrimiento.

"Pelusa" padecía desde hace 5 años una enfermedad (pododermatitis crónica) en sus patas traseras.
Actualizada: 05/06/2018 11:50
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Durante los últimos días, el equipo veterinario del Jardín Zoológico y los especialistas del Santuario de Elefantes de Brasil junto a la Fundación Franz Weber, mantuvieron un continuo seguimiento de salud de la elefanta, de 52 años, quien presentó una desmejoría y señales de deterioro y mucho dolor.

"Pelusa" padecía desde hace 5 años una enfermedad (pododermatitis crónica) en sus patas traseras.

Esto es común en elefantes que se encuentran en cautiverio y se origina por la imposibilidad de poder caminar grandes distancias, como debería hacerlo un animal de su especie en condiciones de libertad.

A raíz de esta afección, desde 2016 que el animal que no se recostaba a dormir, ya que esta enfermedad -entre otras cosas- le genera la imposibilidad de poder levantarse por sus propios medios.

Desde entonces, dormía de pié, lo cual le generó un gran cansancio a lo largo del tiempo. En 2017, por primera vez en su vida se le realizó un estudio de alta complejidad para diagnosticar más profundamente su estado de salud. A su vez, con el objetivo de poder brindarle una mejor calidad de vida, en los últimos dos años se colocó un piso de goma y calefacción en su recinto.

También se amplió al doble el tamaño del ambiente exterior para poder promover su movilidad y se estableció una estricta dieta, lo que le generó un aumento en su peso de 250 kilos. La elefanta murió después de que las autoridades de la Ciudad, a la Justicia platense y al Defensor del Pueblo quienes avalaran su sacrificio.

La sustancia que se iba a inyectar a Pelusa iba a ir ralentizando de forma paulatina el ritmo cardíaco hasta el cese final del funcionamiento del organismo. "El grupo que siempre estaba a su lado atendiendola recordó con una tristeza entremezclada con risas nostálgicas aquellos hermosos momentos que vivieron cuidando cada detalle de la vida de este ejemplar", reseñó el diario platense El Día.

"Desde aquella jornada en que le dio un trompazo a uno de los cuidadores por no prestar atención, pasando por la voracidad con la que se bebía sus 20 litros té matutino en los meses de invierno y sus juegos de verano con las mangueras, hasta los episodios de furia y enojo que tenía cada vez que le tocaban el tacho de 20 litros abollado que había elegido como juguete".

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