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El último hombre que vio a Perón muerto y que nunca dejó de custodiar sus restos

Fue uno de los profesionales que participó del traslado histórico del general a la quinta de San Vicente. Hoy tiene la autoridad sobre el panteón donde descansan los restos del ex presidente argentino.

El tanatólogo es un experto en rituales funerarios.

por gatica

elchorrillero.com

Actualizada: 17/07/2018 09:05

El tanatólogo Ricardo Péculo es un especialista que se dedicó al estudio y desarrollo de los ritos funerarios. En una entrevista con elchorrillero.com aseguró que “los muertos son impuntuales” y que su “máster” en la ciencia exequial fue el traslado de Juan Domingo Perón en 2006.

Péculo, un símbolo de los funerales argentinos, vive desde hace cuatro años en la ciudad de San Luis y reparte sus días en viajes por distintas ciudades del país y el mundo para impartir sus conocimientos exequiales.

El especialista habló de un hecho histórico como fue el traslado de los restos de Juan Domingo Perón y describió los detalles más impactantes de su tarea cotidiana con la muerte.

El 17 de octubre de 2006 se concretó el traslado del féretro del expresidente a la Quinta de San Vicente durante un homenaje que buscó cumplir con lo que, según dirigentes peronistas, era su anhelo. En el mismo contexto, se tomaron muestras para efectuar un estudio de ADN y determinar si Marta Holgado (1934-2007) era su hija.

Para tales misiones, Péculo (67) y su hermano fueron convocados. “Estuvimos reunidos con gremialistas y dirigentes que querían el traslado. Perón estaba en el cementerio de la Chacarita en una bóveda de la familia y fue llevado hacia San Vicente a una quinta donde vivió con Eva”, recordó.

Con una voz grave y fragmentada por un áspero espasmo que evidencia un pasado de tabaco, el hombre describió que previo a la ceremonia se tuvo que hacer un monumento, una cripta para la que se llamó a un concurso entre arquitectos, “todo ad honorem”. Al concluir la obra se determinó una fecha clave para el traslado: el 17 de octubre.

“El tema fue que teníamos que abrir el ataúd para sacar muestras óseas porque la señora Marta Holgado decía que era su hija (finalmente los resultados fueron negativos), entonces se procedió a ello. Si bien sabía con lo que me iba a encontrar, ver al general con su uniforme, la banda presidencial y no encontrarme con la mano, me jodió bastante”, recordó sin olvidarse los detalles.

Esa experiencia lo condecoró con el título de “el último hombre que vio a Perón”, y si bien su hermano también compartió la experiencia, él mismo ya no se encuentra en este mundo.

Péculo está actualmente a cargo de los restos de Perón y nadie puede tocar ni abrir el panteón si él no se encuentra presente.

Luego del procedimiento tuvieron que cambiar el ataúd (“jamás mencionarlo como cajón” según advirtió en reiteradas ocasiones) porque el original estaba “muy deteriorado”. Para ello debieron hacer un trabajo que en ese momento “generó polémica”.

“Se armó un revuelo ya que por precaución llevamos dos ataúdes, uno de una medida especial y otro más grande por si el cuerpo no entraba. Había que cambiarlo con la banda metálica que poseen interiormente los féretros, todo se justifica porque había que pasarlo de un modo muy cuidadoso o se podía desarmar el cuerpo. La prensa decía que íbamos a hacer una operación de distracción. Salí 20 veces a aclarar que eso no era así”, sostuvo.

Aseguró que como el cofre original estaba parado en el subsuelo, tuvieron que romper la bóveda para no inclinarlo y retirarlo correctamente: “Me quedé toda la noche de guardia”.

Péculo está actualmente a cargo de los restos de Perón y nadie puede tocar ni abrir el panteón si él no se encuentra presente: “No tengo la llave, sino que tengo la autoridad. El escribano de Gobierno me debe llamar y los dos podemos actuar si se tuviera que hacer algo, por ejemplo hace un tiempo atrás tuvimos que observar cómo estaba el ataúd, si se había deteriorado”.

La noche del traslado, Péculo se quedó como si fuera un granadero custodiando el protocolo de la muerte. “Fue el máster de mi carrera, aprendí muchas cosas”, manifestó.

Metaforizando un doctorado o un magister universitario, cree que el trabajo final para cerrar el ciclo de su "máster" será el traslado de Eva: “La cripta está preparada para los dos”.

Asimismo ello tiene una dificultad. "Cuando una persona muere pierde derechos, es decir pasa a ser como un objeto que tiene un propietario. A Eva la tenían a cargo dos hermanas, de las cuales una quería el traslado y la otra se negaba; la primera ya falleció", dijo.

“Estamos esperando que la mujer decida, aún así cuando ya no queden dueños sus restos pasarían a ser propiedad del Estado y ahí se empezará a ver que pasa”, agregó.

Péculo definió su labor del 17 de octubre de 2006 como “un traslado histórico”, y fundamentó sus declaraciones abstrayéndose de lo ideológico y remitiéndose a sus vivencias en primera persona: “Saqué a Perón y fue una revolución, empezaron a caer cosas en el ataúd, flores, anteojos, relojes, la gente se expresaba con lo que tenía, incluso una señora mayor de edad se acercó y se amarró de tal forma que tuvimos que hacerle cosquillas para que lo soltara”, puntualizó.

El tanatólgo se refirió a sus recuerdos de los problemas políticos que sucedieron en la jornada. Remarcó que “había incidentes de bandas entre camioneros y la UOM”, y  “un Moyano tirando tiros".

También fue una disyuntiva la decisión de invitar a Néstor Kirchner: “Como sabemos era montonero y a ellos Perón los echó de la plaza. Si Kirchner asistía y hablaba bien del general los montoneros se iban a molestar, y si hablaba mal lo agarraban los peronistas, entonces se dio ese conflicto que para mí estaba armado. Finalmente se excusó diciendo que ‘no podía estar por seguridad’, fue una respuesta elegante”.

El tanatólogo recordó el traslado del general.

Tras una pausa en su memoria, que acompañó con una mirada profunda a los ataúdes que estaban en un depósito, añadió que cuando Antonio Cafiero dio su discurso, “los camioneros le arrojaron palos” y provocó que tuvieran que retirarse del espacio preparado para el acto y llevar a Perón directamente a la cripta.

Ya en su sitio, escoltado por granaderos, Péculo se retiró y al caminar la gente le “tocaba las manos” diciéndole “vos estuviste con Perón”. Esa frase lo llevó a pensar de que había realizado “un traslado histórico”.

El asesor funerario remarcó que ese día le “enseñó mucho”, particularmente para “no volver a cometer errores”.

“Esas fallas no las cometeré con Eva, una de esas falencias es que nosotros quisimos usar la misma cureña tirada por un jeep que se usó cuando él murió, y lo conseguimos pero pasó que estaba muy al alcance de la gente. A Eva la voy a levantar para que las personas tengan que retroceder para verla; dejarla allí sería lo ideal y quedaría en le corazón de los peronistas”, aseguró.

Pensar en un ataúd, pensar en “la honra” del difunto

Péculo formó parte de un documental que titularon con una frase que define lo que para él constituye la muerte desde un punto de vista impredecible: “El problema con los muertos es que son impuntuales”.

En esa línea sostuvo que pensar en un ataúd, es programar “el homenaje” para el difunto: “La gente no sabe para qué es (el cofre), dice que lleva un muerto, pero es homenajear. Si fallece mi padre es seguir con los sentimientos y homenajearlo de la mejor manera, después de eso se hablará de plata. Para esa honra hay distintos modelos, maderas, lustres y herrajes”.

Según explicó, “el 90% de los duelos duran 2 años y medio”, y aseguró que en ese lapso “hay que llorar”.

“Muchos dicen en vida que no quieren que los lloren, pero es lo mismo que te inviten a un cumpleaños y te pidan que no te rías, hay que llorar y elaborar el duelo”, añadió.

Péculo dio tales conceptos enmarcado en su posición docente, ya que es tanatólogo y profesor universitario. Inició su trayecto en el mundo funerario cuando era adolescente, buscando un trabajo que le permitiera “salir a la noche”, situación que en esos tiempos “no era posible al 100%”.

“Yo no trabajo con los muertos, trabajo con la gente, para ayudarlos en esos momentos tan difíciles”, definió.

Mientras desplegó unos pasos cerca de una puerta que dejaba entrever vehículos funerarios, dijo que no cree en fantasmas y mencionó que jamás vivió una experiencia paranormal, aunque nunca olvidará lo que vivió una noche: “Hay muertos que mueren aspirando y cuando los levantás liberan el aire con un sonido que parece un clamor; cuando tenía 17 me pasó eso, no se imaginan el susto que me pegué”.

Para él la muerte es lo mismo que para cualquiera: “No quiero morirme, sin embargo no le tengo miedo porque soy católico, eso sí, quisiera morirme de repente y para eso ya tengo mi ataúd que está hecho en una temática tradicional, como a mí  me gusta, tiene mi foto en la que estoy vestido de gaucho”.

“Debería existir la eutanasia, por egoísmo el ser humano quiere retener a sus seres queridos, a mi señora le he dicho que cuando esté mal pise la manguera, pero no lo haría, es por eso que me gustaría irme de este mundo de repente”, dijo.

Péculo gesticuló su rostro tornándolo serio, borró la sonrisa con la que venía dialogando y expresó que no enfrenta a la muerte todos los días, y que cuando le toca de cerca “no es lo mismo”: “Cuando murió mi papá, mi mamá y mi hermano sufrí como cualquiera”.

Hablar de la muerte “no es anticipar”

El hombre que acumula horas de funerales, así como los pilotos suman horas de vuelo aseguró que en su camino profesional trata de asesorar a sus clientes en un momento crucial y con el avance de los tiempos busca que las personas se animen a dejar el tabú y pensar o diagramar su futuro lugar de descanso eterno.

Es así que describió que en la actualidad los féretros se personalizan, de la misma manera que un auto se convierte en tuning, los ataúdes pueden tener su toque particular y diferenciarse del resto.

Péculo dijo que no le teme a la muerte.

También explicó que hay sistemas creados para los que tienen miedo a despertar una vez enterrados: “La gente no le tiene miedo a la muerte, tiene pánico a que la entierren viva, algunos quieren ser sepultados con el celular incluso en Mendoza había algunos nichos que en la tapa tenían alarmas con detectores de movimiento y un equipo que envía oxígeno al ataúd, a esto se le suma una grabación que le indica a la víctima que está sonando una alarma y que se quede tranquilo. Eso lo alquilan por 3 meses, pero al fin y al cabo es tranquilidad para el otro”.

Detalló además que existen cementerios virtuales y se pueden enviar flores en la misma metodología.

“La gente necesita dos cosas en el velorio, que no le hablen y que la acompañen. Ese momento no es un acto social, es para iniciar la elaboración del duelo, es cuando uno toma conciencia de que el ser se murió, sobre todo cuando se cierra el ataúd. Es el momento más trascendente”, explicitó.

Dijo que aprendió a no involucrarse y no llevar el trabajo a la casa.

“Si hago eso me voy llorando todos los días. No me involucro, sólo veo qué precisan, algunos funebreros dicen ‘lo siento’, yo no. Lo que nunca se puede superar son aquellas muertes terrenalmente injustas, los bebés, los jóvenes, eso me jode, no lloro pero me jode. Cuando veo un bebé que muere ayudo a la madre y sé por experiencia que es mejor un abrazo que una palabra”, enunció.

De la misma manera que el crepúsculo se esfumó con la luna, Péculo saludó al periodista y se retiró lentamente, mirando los ataúdes al mismo tiempo que su celular, quizás pensando como todos los días que en su trabajo “los muertos son impuntuales”.

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