Francia encara el quinto sábado de los "chalecos amarillos"
Cuatro sábados de protestas, un discurso a la nación del presidente, medidas sociales, una moción de censura y una huelga general preceden a esta jornada.
Francia encara el quinto sábado consecutivo de protestas desde que el movimiento de los ‘chalecos amarillos’ tomara las calles, dejando cifras de centenares de heridos y miles de detenidos hasta ahora, tras el prólogo de la huelga general que vivió el país este viernes.
Por el camino, el presidente de la República, Emmanuel Macron, ha defendido unas medidas que después ha tenido que admitir que demoraría al menos seis meses y ofrecer respuestas a través de disposiciones económicas a una masa social descontenta, a quien de momento parece que no le ha resultado suficiente.
Además, el primer ministro, Edouard Philippe, ha tenido que hacer frente a una moción de censura en la Asamblea Nacional francesa planteada por el ala izquierda de la Cámara que ha podido salvar, pero que le ha obligado a explicar cómo piensa conjugar las medidas anunciadas por el presidente con el cumplimiento de sus compromisos con Bruselas.
El inicio
El origen de esta crisis estuvo en la subida de los impuestos a los carburantes. Tras la explosión de la protesta, las reivindicaciones se diversificaron y se centraron en aquellas cuestiones que tenían que ver con el encarecimiento del coste de la vida y con la exigencia de recuperar los servicios públicos perdidos en la Francia periférica.
De este modo, el 17 de noviembre, Francia y el resto del mundo se sorprendían con la magnitud de la protesta que un grupo, hasta entonces desconocido, y que tomaba como denominación el nombre de la prenda característica de los conductores, ‘chalecos amarillos’, llevó a cabo en las calles galas. Al menos 227 personas resultaron heridas y 117 fueron detenidas por la Policía. También se produjo la primera víctima mortal: una mujer murió atropelladaaccidentalmente en una de las manifestaciones que tuvo lugar ese día.
El siguiente sábado las marchas continuaron, y siete estaciones del metro de París tuvieron que ser cerradas por las protestas, que esa jornada fueron duramente reprimidas por las Fuerzas de Seguridad, y que volvieron a dejar al menos 130 detenidos y 30 heridos.
Los enfrentamientos adquirieron cada vez un carácter más violento, con numerosos destrozos en el mobiliario urbano, en vehículos y en las tiendas e inmuebles de las zonas afectadas, que incluso incluyeron el saqueo de algunos comercios.
El Gobierno comienza a echar marcha atrás
Macron condenó duramente las protestas, tachando la violencia ejercida de "vergüenza".
Pero la defensa de las medidas económicas, y más concretamente la subida de los impuestos a los combustibles, hecha por el mandatario francés tras los dos primeros sábados de disturbios, poco a poco se fue debilitando, y el 28 de noviembre ya admitía que estaba dispuesto a recibir a una delegación de los ‘chalecos amarillos’ para discutir sobre el aumento de tasas, medida que todavía sostenía.
Mientras, el movimiento se extendía fuera de las fronteras francesas, y en Bélgica los manifestantes comenzaron a tomar las calles exigiendo también el cese de la subida en los precios de los combustibles y los impuestos. También aquí acabaron teniendo como resultado decenas de personas detenidas. La capital belga continuaría con las protestas y dos fines de semana después sus calles sumaban hasta 450 detenciones.
Esta semana, también en Alemania se han producido acciones en solidaridad con los trabajadores franceses. Así, el lunes hubo paros en los transportes públicos germanos.
Campo de batalla
Para el 1 de diciembre, el tercer sábado consecutivo de protestas, París ya se había convertido en un campo de batalla, con 140 personas detenidas tan solo en los Campos Elíseos. Las imágenes de esa jornada que recorrieron los medios de todo el mundo incluían automóviles en llamas, destrozos en material urbano, enfrentamiento con los agentes de Policía, gases lacrimógenos, cañones de agua o pintadas en edificios emblemáticos como el Arco del Triunfo parisino.
Ese tercer sábado acabó con 12 periodistas de RT heridos en una jornada en la que las cifras iban aumentando a medida que pasaban las horas. El cómputo final: más de 400 personas detenidas y 133 heridos, incluidos 23 policías.
Manifestantes ante el Arco del Triunfo de los Campos Elíseos. París, 1 de diciembre de 2018. / Lucas Barioulet / AFP
No solo París estaba en el punto de mira. Otras ciudades francesas también estaban participando de la protesta. En Toulouse más de 50 personas fueron detenidas.
El Gobierno cede con la subida de impuestos a los carburantes
Tras el tercer sábado de protestas, el primer ministro francés canceló su viaje a la Cumbre del Clima de la ONU, mientras el Ejecutivo se planteaba imponer el Estado de emergencia.
Pero la protesta popular, poco a poco fue haciendo mella en el Gobierno, y el 4 de diciembre Philippe acabó anunciando que se suspendía el aumento de las tasas de los combustibles previstos para el comienzo del año y que una moratoria de seis meses retrasaría la entrada en vigor de la medida. El gesto llegó demasiado tarde, y ya no solo era esa la reivindicación de las masas que habían tomado las calles y que además contaba con el respaldo de una aplastante mayoría de la ciudadanía francesa.
Las protestas continúan
El cuarto fin de semana de manifestaciones, el 8 de diciembre, casi 90.000 policías tomaron la capital francesa. En esta ocasión, también los estudiantes se habían sumado ya a la protesta, en su caso, en contra de la reforma educativa de Macron. Unos 280 institutos se vieron afectados mientas que más de 700 estudiantes resultaron detenidos.
En París, se reportaron más de 1.150 detenidos por las fuerzas de seguridad y 71 heridos. El cómputo nacional fue mayor: casi 1.400 arrestados. Los destrozos continuaron produciéndose, al igual que los enfrentamientos y los altercados. Ese día los actos vandálicos incluyeron el saqueo de una tienda de Apple en la ciudad de Burdeos que en unos segundos quedó absolutamente desvalijada.
Y llegaron las medidas para acallar las protestas
El lunes 10 de diciembre Emmanuel Macron se dirigió a la nación en un discurso televisado. Su objetivo era anunciar una batería de medidas para aplacar la revuelta, atendiendo a algunas de las reclamaciones de los protestantes.
Tras una jornada en la que el Elíseo reunió a doce ministros, los presidentes de la Asamblea Nacional y el Senado, el presidente del Consejo Económico y Social, presidentes de las asociaciones de alcaldes, regiones y departamentos, los máximos responsables de los principales sindicatos y la patronal, el presidente francés anunció que, además de la moratoria a la subida de impuestos para el combustible que estaba prevista para este 1 de enero, también se había aprobado:
- La subida de 100 euros mensuales del salario mínimo, hasta los 1.600 euros.
- La congelación del alza de las cotizaciones para los jubilados con pensiones inferiores a 2.000 euros.
- La exclusión de la tributación de las horas extra.
- Una petición a las empresas para que paguen una prima especial a los trabajadores con los sueldos más bajos al final del año, no sujeta a impuestos.
- La aceleración de la supresión de impuestos municipales para las familias más modestas.
- Medidas de acompañamiento y ayuda a los comerciantes que están sufriendo la crisis de los ‘chalecos amarillos’.
- "Ningún país avanza si no escucha también esa parte de cólera legítima de los pueblos", dijo Macron este jueves para defender sus medidas a su llegada a la cumbre comunitaria en Bruselas.
Estas concesiones no acallaron a las calles parisinas, y al día siguiente, eran los estudiantes quienes salían a protestar por la reforma educativa planteada por Macron.
Y la moción de censura
A pesar de que el enfado de los manifestantes se centra en el Gobierno, y muy concretamente en el presidente Emmanuel Macron, el partido que soporta al Ejecutivo galo cuenta con una amplia mayoría en la Asamblea Nacional.
No obstante, la situación que vive el país en las últimas semanas ha provocado que los grupos de izquierda del Parlamento hayan presentado una moción de censura que, a pesar de no salir adelante, forzó al primer ministro a tener que detallar en la Cámara su presupuesto para 2019, donde afirmó que "la seriedad del presupuesto no es una cuestión de dogma, sino de ética".
Uno de los caballos de batalla que se presenta ahora al Gabinete de Philippe es la crítica de que las medidas adoptadas supondrán un coste de alrededor de 10.000 millones de euros, que dispararán el déficit público hasta el 3,4%, poniendo al Estado en apuros para cumplir sus compromisos económicos con Bruselas publicó el sitio RT.
El atentado en Estrasburgo no frena a los ‘chalecos amarillos’
Entre las medidas anunciadas por Macron el lunes y la moción de censura debatida el miércoles se produjo un terrible atentado en Estrasburgo que dejó tres víctimas mortales.
El portavoz del Gobierno francés, Benjamin Griveaux, pidió este miércoles suspender las protestas hasta dar con el terrorista, al igual que hizo el presidente de la Asamblea Nacional, Richard Ferrand, que dijo que "el movimiento debe detenerse ahora". Incluso la líder ultraderechista Marine Le Pen se sumó a esta petición.
Por su parte, el izquierdista Jean-Luc Mèlenchon fue uno de los pocos políticos que apeló a proseguir con las reivindicaciones.
La muerte del terrorista este jueves a manos de las Fuerzas de Seguridad ha quitado presión en este sentido a los manifestantes.
¿Cómo es el movimiento que ha echado un pulso al Gobierno francés?
Los ‘chalecos amarillos’ (‘gilets jaunes’, en francés) es un movimiento que carece de un líder conocido y que se organiza a través de las redes sociales. No tiene dirección, ni organización, ni portavoces oficiales, a pesar de que algunas personas se han significado para hacer de interlocutores con el Gobierno para exponer las demandas del movimiento.
Tiene una composición heterogénea, en su seno se encuentran personas de clase media y pensionistas, jóvenes de la periferia de París y otras grandes ciudades, y grupos de jóvenes de extrema izquierda y extrema derecha que son quienes en su mayoría han protagonizado los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad francesas.
Después de la jornada más violenta, el 1 de diciembre, el 72% de los franceses apoyaban a los ‘chalecos amarillos’ y el 90% pensaba que el Gobierno no había estado a la altura de las circunstancias, según una encuesta recogida por el diario francés Le Journal du Dimanche.
Al menos siete víctimas mortales
Desde que comenzó la revuelta han sido varias las víctimas mortales que se han producido relacionadas con los enfrentamientos que han tenido lugar en las calles francesas.
Si el día en que todo comenzó una mujer moría atropellada accidentalmente, al menos otras cinco personas han muerto en accidentes o incidentes en los cruces de carretera o salidas de autopista donde protestan los ‘chalecos amarillos’. La última de ellas se produjo este jueves, cuando un joven fue atropellado por un camión en Avignon en una barricada de manifestantes y dio lugar a la detención del conductor responsable.
Además, una mujer de 80 años, que no participaba en las protestas, murió al impactar en su cara una granada de gas lacrimógeno que se introdujo en su domicilio de Marsella el 1 de diciembre.