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Nelson Madaf: “Los Rodríguez Saá especularon con mi muerte para que me quede callado”

El protagonista de una injusticia que no se borrará ni aunque pasen cien años, el inocente torturado por un crimen que nunca ocurrió, hoy resiste en medio de las necesidades. Dice que luchará “un poquito más” no solo por él, sino por su familia que no tiene nada y porque quiere que de una vez por todas se haga Justicia.

Nelson No tiene ninguna comodidad, pero tampoco quiere que lo “hagan millonario”, solo le gustaría vivir “un poco mejor”.
Actualizada: 04/06/2019 00:17
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30 años después de que su vida se convirtiera en un infierno, Nelson Madaf vive en una precaria vivienda en la zona oeste de la ciudad. La comparte con su mamá y uno de sus hermanos. No tiene ninguna comodidad, pero tampoco quiere que lo “hagan millonario”, solo le gustaría vivir “un poco mejor”.

Ayer tras el informe del periodista Ricardo Canaletti para El Trece, un equipo de El Chorrillero lo visitó en su casa para conocer cómo lo trata de la vida por estos días, y después de la última recaída que lo llevó a estar internado mucho tiempo y con su salud completamente deteriorada.

Cuando los periodistas llegaron, él estaba lavando su ropa a mano, aprovechando que el sol acompañaba la mañana. A un costado hacía fuego para calentar el agua que cuando es invierno hace doler hasta los huesos. Ese es el panorama y la realidad que a pesar de todo lo mantienen vivo.

“Me siento bien porque estoy medicado”, transmitió con cierta resignación. Y supo muchas veces lo que era estar peor.

Dos años atrás cayó estuvo internado por una severa anemia y también neumonía. Su situación se agravó y fue inducido a un coma farmacológico.

Con el tiempo pudo salir adelante, pero también perdió la visión de su ojo izquierdo. “Los médicos aún no descubren por qué fue”, contó.

Nelson, las necesidades urgentes y los deseos de vivir mejor.

Madaf lamentó el “abandono” que sufrió de parte del Estado provincial y volvió a recordar que sólo recibió $140 mil pesos por los daños que le provocaron. Luego de eso, no volvió a obtener asistencia. “Fue un arreglo extrajudicial para que no hubiera juicio”, explicó.

Nadie le pidió perdón.

“Queremos que no se olviden de nosotros”, planteó e indicó que su padre y dos de sus trece hermanos, también sufrieron torturas cuando lo apuntaron como el asesino de una mujer. Entonces se acordó de una de sus hermanas, Violeta, a quien también la tuvieron detenida.

“A ella la golpearon cuando yo estaba detenido en la comisaria; la abandonaron y debían ayudarla”, recordó.

La mujer mencionó que tampoco tiene un hogar propio. “Vivimos en viviendas precarias y prestadas. Siempre tenemos que estar mal, sin comodidades”, agregó.

Es por eso que Madaf apeló a los hermanos Alberto y Adolfo Rodríguez Saá: “No quiero que nos vuelvan millonarios, pero que miren a los chicos, ella (por Violeta) tiene muchos hijos. No tiene vivienda”, insistió.

Vivir con poco, así se acostumbró Nelson Madaf.

En octubre de 1989 desapareció Claudia Díaz, una joven a quien Madaf había conocido hacía poco tiempo. Con tan solo 20 años, él se convirtió en el principal sospechoso de un crimen que nunca sucedió. Nada volvió a ser lo mismo.

Estuvo preso, se infectó de VIH, padeció múltiples torturas de parte de la Policía y hasta de un ex juez (Néstor Ochoa). Lo golpearon, lo sumergieron en un río, le quemaron las rodillas con cigarrillo, le quebraron las clavículas, lo arrastraron de los pelos, y le arrancaron los dientes con una botella.

30 años después, resiste a las necesidades a sus problemas de salud.

El Gobierno de Adolfo Rodríguez Saá se había empecinado en encontrar un culpable y le apuntó a Madaf.

Nueve años más tarde, Díaz apareció en Caucete, San Juan. Estaba viva, se había escapado de su casa porque mantenía una mala relación con su padre. Siempre dijo desconocer que era intensamente buscada.

Si bien se comprobó la inocencia de Madaf, para él nada volvió a ser lo mismo. Su enfermedad y todo lo que había ocurrido no le permitieron continuar con su vida con normalidad.

"No quiero que tapen todo"

El único ingreso del hombre es una pensión por discapacidad y su calidad de vida es preocupante: no tiene gas natural, su hogar es pequeño, las paredes están dañadas y están llenas de humedad. El invierno está encima y es la época que pone su salud en peligro.

“Antes podía trabajar, hacía artesanías, vendía cositas de madera. Ahora no puedo hacer nada por mi estado de salud. Me duelen las piernas, los huesos y no veo”, manifestó con una mirada triste. Además presenta problemas en la columna y los riñones.

Esa es la habitación de Nelson Madaf. En la foto junto a uno de sus hermanos.

Por otra parte, comentó que está buscando un abogado para iniciar acciones legales contra el Estado provincial.

“Yo lo que quería era eso, que mi familia quede firme en un sólo lugar porque tarde o temprano yo me voy. Queremos vivir bien”, puntualizó.

Madaf tiene 49 años, pero tras los diversos tormentos que sufrió aparenta ser aún mayor. Sin embargo, no deja de luchar y sigue sonriendo.

Contó que debe obtener los medicamentos para el VIH en el Hospital de San Luis, aunque a veces no están disponibles. En su momento también le entregaban leche, pero ya no se la brindan y tienen que comprarla por sus propios medios.

Nelson, su madre y dos de sus hermanos en la puerta de la precaria vivienda.

Piensa salir a otra vez a “pedir justicia y que se haga un juicio como corresponda”.

“Ellos (los Rodríguez Saá) cometieron un daño, yo no hice nada, no fui ningún criminal (…) Estaban especulando con que me muriera para que quedara todo callado y en la nada”, remarcó.

Madaf instó a la gente para que “se sume” y lo “acompañe”.

“Pido al pueblo que me apoye, quisiera hacer una marchita”, sostuvo con timidez.

“Que no tapen todo. Yo no me voy a callar, voy a luchar un poquito más mientras viva”, concluyó.

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