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“Es más fácil conseguir droga que comida”; la historia de un joven que delinque para sobrevivir

Para conocer el submundo de la transgresión, El Chorrillero dialogó cara a cara con un ladrón. Tiene 20 años y aunque asegura que quiere cambiar de vida, reconoce que si es necesario seguirá robando. Habló de cómo actúan los policías y del avance de las sustancias: “Ahora la cocaína es la droga más grande que hay”.

La realidad que vive un joven en el mundo de la delincuencia.
Actualizada: 07/07/2019 00:26
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Por Nicolás Gatica Ceballos y Julián Pampillón.

Qué sucede con la delincuencia en San Luis es una respuesta que sólo se puede conseguir en el contacto directo, metiéndose de lleno en lo más profundo del día a día.

El Chorrillero entrevistó a un ladrón de 20 años que accedió a hablar y reflejar la realidad que se vive en las calles. A través de un intermediario, este medio llegó hasta donde vive y conoció su mundo.

En un barrio de la periferia de San Luis, el joven cubrió su rostro con un improvisado pasamontaña y con una voz ronca reflejó sus experiencias en medio del peligro. Contó cómo es su vida.

Arrancó la conversación describiendo a su familia. Su padre lo abandonó cuando era niño y esa circunstancia lo llevó a la calle a robar. Sin embargo remarcó que en la actualidad quiere mejorar para brindarle lo mejor a su hijo, sus hermanos y su madre.

Sus allegados saben de su condición de ladrón pero en cada salida a la calle, lejos de dar a entender que se va en busca del botín diario, emana una frase aliviadora para sí mismo, y que además disimula la realidad a su hijo: “Me voy a trabajar”.

Se inició en la delincuencia entre los 7 y los 8 años. Recordó que por entonces su hogar estaba conformado por siete hermanos; su madre trabajaba todos los días para mantenerlos, pero el dinero no les alcanzaba.

Ver sufrir a la madre por las circunstancias de la vida fue la clave para que se desprendiera de cualquier concepto de moral y se inmiscuyera en las oscuras sendas del delito.

La mirada se le difuminaba entre las aberturas de la máscara con un fuerte aspecto amenazante. Lo cierto es que más allá de su impactante presencia, por alguna razón que no pudo explicar, abrió su sinceridad y respondió a todas las preguntas frente a las cámaras.

De este modo recordó que el último robo que cometió fue a una mujer que, según su primera impresión, parecía una persona adinerada. Sin mediar conversación ni tener piedad, le arrebató la cartera.

“Fue una señora que estaba bien vestida, tenía `manso auto`, uno le ve la plata, no le vas a robar a uno que tiene las zapatillas rotas. No la amenacé, fue de pasada porque es feo manotear a una mujer, no me gusta eso, pero si no queda otra lo tenés que hacer”, señaló.

Por momentos durante su testimonio acrecentaba la respiración y expresaba claramente que algunos de sus recuerdos le causaban mucha tensión. Aún así, siguió contestando.

En todo instante remarcó que estaba atravesando una etapa en la que por su hijo, buscaba “rescatarse”, es decir, cambiar de vida. Su cuerpo inconscientemente pide lo mismo, y las cicatrices le recuerdan que cada jornada de robo puede ser la última.

“Me han disparado. Una vez, por ejemplo, era el cumpleaños de mi vieja, aproximadamente tres años atrás. No teníamos nada para hacerle entonces me fui a robar un chancho al campo. Cuando me metí en el terreno salió el dueño y me pegó un tiro, me hicieron 22 puntos (…) Estuve dos veces cerca de la muerte”, describió. Para que no quedaran dudas, se levantó la campera y señaló las marcas.

El joven sale a las calles de San Luis armado. Nunca sabe cuándo puede ser indispensable jalar el gatillo, y esa adrenalina que le ha generado miedo en sus inicios, hoy por hoy es solo una sensación normal para su “oficio”.

Eso sí, dijo que conseguir un arma no es sencillo, pero aseguró que se pueden adquirir en el mercado negro a precios que oscilan entre los $2 mil y $4 mil; montos que se ubican muy por debajo si se quiere adquirir en forma legales.

“Es más fácil conseguir droga que comida”

“En la actualidad me he alejado un poco porque quiero una vida diferente, me cansé de drogarme, aparte no te lleva a nada, te arruina la vida, no sirve tanto. Me preocupo más por comer todos los días y que mis hermanos sean alguien en la vida”, manifestó.

Aún así reconoció que consumió fasos, ran (pegamento), nafta, merca (cocaína) y otras sustancias: “Ahora la droga más grande que hay es la merca y por eso no hay ni respeto, por la droga no tienen códigos, por fumarse una bolsa se te meten en la casa, te roban por más que estés choreando con ellos”.

Luego explicó que no es difícil conseguir estupefacientes, basta con llegar a los contactos. El mercado ha florecido a tal punto que se ha generado una suerte de casa de empeño de la droga. Si no hay efectivo, se puede dejar cualquier “bagallo” en consignación.

“Es más fácil conseguir droga que comida. Si vas a pedir fiado comida o un kilo de pan no te dan, si vas a buscar droga dejás un buzo y te la entregan”, añadió.

Relató que la edad de inicio en la adicción es entre los 7 y 8 años; y que las primeras experiencias en su mayoría se asocian al pegamento.

“Eso te pierde, ya no sos vos mismo, la cabeza está volando, no te importa nada y te lleva a cualquier cosa. Es más, si ves alguien con un celular y tenés que caga(…) un puntazo para robarle y seguir drogándote, lo haces”, reconoció.

La droga, el nexo de la delincuencia

El testimonio del ladrón fue contundente. En San Luis el avance de la droga es real y según afirmó, una parte de las sustancias ingresa desde otras provincias y otra se produce en tierras puntana.

Incluso describió que quienes se dedican a la fabricación, se distinguen de los delincuentes comunes ya que se los puede ver en autos de alta gama, y “de traje y corbata”.

Robar en San Luis

De acuerdo a lo que detalló, delinquir en la ciudad “no es fácil”. De todos modos, la dificultad no radica en el control que puedan ejercer la fuerza de seguridad para evitar los asaltos, sino que ver con el peligro de que las víctimas se defienden, y cuando lo hacen van por todo.

“El que sale, te va a pegar. Si está con dos o tres más, te van a pegar, y después te llevan a la Policía y te cag(…) a palos, te meten preso”, sostuvo.

También reveló que en la calle “manda la Policía”.

“Tenés que trabajar con ellos. A veces tenés que llevarte bien con la Policía, si te agarran con un bagallo (objetos robados) tenés que dárselo todo o te cag(…) a palos. Ellos se dejan las cosas, si hacen la denuncia lo devuelven y te mandan tres años en cana; ahora si no pasa nada se dejan los bagallos y vos seguís choreando”, aseguró.

Así, explicó que no se trata de un pacto efectivos-delincuentes, sino que son las reglas del juego: “Lo tenés que hacer así porque ellos lo hacen así, no te van a preguntar si te pueden llevar las cosas. Lo mismo pasa cuando te enganchan con droga, te la quitan y vos tenés que entender que no viste nada, se lo guardan y chau”.

El “trabajo” de robar

Según su lógica, todo “empleo” tiene sus reglas, y este no sería la excepción. Bajo la “ética” de los códigos indicó que no roba en su propio barrio por “respeto” y por el simple hecho que si lo hace lo pueden “entregar” a la Policía y no ayudarlo en el futuro.

“Si no tenés respeto no sos nada, sos una rata nada más y eso no sirve. Nosotros tratamos de tener códigos porque si no los tenés, no sos nadie”, reiteró.

Estuvo detenido en múltiples comisarías, pero nunca en el Penal provincial; "zafó". Incluso en varias oportunidades su madre tuvo que poner dinero para poder sacarlo del calabozo. Actos de los que dice estar “arrepentido”.

“Lo peor que hay es estar encerrado”, repitió una y otra vez.

Explicó que la “labor” del ladrón se aprende desde muy temprana edad, tal y como él lo hizo. Con la intención de “no mandarlos al muere” le enseña un “método” a los futuros pibes chorros.

“Tienen que ver la circunstancia, que nadie los esté mirando, que nadie los esté esperando porque sino, te agarran, te pegan y no te miran que edad tenés, te ca(…) a palos. Es feo vivir así hermano, pero si no te queda otra tenés que hacerlo, es un sacrificio”, agregó.

Otro aspecto que reveló es que al comienzo “laburaba” con sus amigos pero por una disputa entre ellos decidió seguir por su cuenta: “Yo si pierdo, pierdo solo, si gano, gano solo”.

En el caso de ser sorprendido en pleno delito, la única alternativa es correr y esperar que no disparen: “Tenés que zafar, y si te dan un tiro te arrastran por el piso, te agarran a palos aunque estés herido”.

¿Cómo es la moral de un ladrón?

El “chorro” ha atravesado varias detenciones y conoce lo que es estar albergado en las celdas disciplinarias de las comisarías, lugares que aborrece contundentemente.

Uno de los reflejos que impactó su moral fue la pérdida de la libertad. Según explicó no se compara con ningún sentimiento y al mismo tiempo mencionó que el problema de los antecedentes policiales es “una mancha que se tiene para siempre”, y ello provoca que conseguir un trabajo sea una odisea imposible.

“Si estás ahí abajo (preso) y tenés guardado un millón de pesos, guardalos para salir en libertad, es así, estar encerrado es lo peor que hay, la liberad la cambias por cualquier cosa y si tenés una casa o un auto, lo largás”, aseguró.

Recordó los errores que cometió, muy seguro de que “están mal”, pero señaló que las circunstancias de la vida lo llevaron a caer en la delincuencia, como si se tratara de un destino indeclinable.

“Si pido trabajo no me dan, ya sea porque tengo antecedentes, cara de drogado o ladrón; no me toman en ningún lado. Yo sé que está mal robar porque es algo que me enseñó mi viejita, pero lo terminas haciendo porque la misma sociedad te lleva a eso, más cuando sos guacho, cuando entrás en la droga, la misma gilada te lleva a eso”, manifestó.

Por otro lado reflejó que a veces se arrepiente de “haberle pegado un puntazo o un tiro” a alguna víctima, o de haber asustado a una mujer generándole un trauma. Pero al mismo tiempo, como en una amarga disyuntiva, reconoció que en ocasiones “no importa nada”.

En su caso personal sostiene que le gustaría cambiar, trabajar, tener otra vida, pero “con hacer las cosas bien no alcanza”.

“Si choreas la pasás bien, tiradito, drogándote, teniendo plata, pum, joda, dale que va”, expresó.

Poco a poco el encuentro fue arribando a un final tácitamente establecido. Llegó un punto en que, por más preguntas que quedaron en el tintero, el delincuente dio a entender con su lenguaje no verbal que la entrevista había concluido.

Con un claro gesto de confianza, ganada tras horas de diálogo, selló el cierre con una reflexión convencida: “No soy ladrón porque quiero, soy ladrón porque la sociedad me hace así”.

Video: Víctor Albornoz

Fotografía: Marcos Verdullo

Edición: Nicolás Miano

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