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La pesadilla de Florcita, la perra pateada en el tren, pudo tener un final feliz

Había sido protagonista de un violento episodio ocurrió en un vagón de la línea Sarmiento. Detalles conmovedores.

La historia de Florcita.
Actualizada: 09/02/2020 13:28
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La historia que ocupa estas líneas desglosa, seguramente, lo mejor y lo peor de la condición humana: el amor, la solidaridad, la contención y también el maltrato, el odio y la discriminación.

La siguiente narración busca el intento de reconstruir la odisea que le tocó vivir a una perrita que, de la noche a la mañana, perdió a sus dueños y se vio inmersa en un recorrido cuya fatalidad fue comprobar, en primer término, el signo de la incomprensión y la maldad pero, como en las clásicas películas de Walt Disney, podemos adelantar que con final feliz.

Es una historia que nos pone a prueba, en definitiva, sobre nuestra verdadera condición: ¿salvajes o humanos? Observaremos, a continuación, el calvario que le tocó vivir a la mascota (bautizada luego como Florcita), recorriendo varios kilómetros, portando una simbólica cruz en su cuerpo, trayecto en el cual, tren Sarmiento mediante, se vio sometida a patadas, gritos e insultos para ser despedida de esa formación, de manera nada humana, y comenzar así una peregrinación que tuvo, luego, perfiles de resurrección.

Florcita fue vista la noche anterior a los acontecimientos que señalamos en la estación San Antonio de Padua. Según lo aportado por varios testigos, la mascota se encontraba confundida, y queriendo estar lejos de los ocasionales transeúntes del lugar. La mirada de Florcita no dejaba lugar a dudas: estaba impregnada de temor; algunos afirman que la mascota pertenecía a una pareja de ancianos que tenían su residencia en las inmediaciones de Plaza Once.

¿Se escapó entonces de la casa de sus dueños?

En derredor de esa angustia, todos los elementos lo hacen así probable. Florcita, en consecuencia, tras escaparse de su vivienda cruzó Plaza Once y se introdujo en la estación de trenes. La mascota, atosigada por una vorágine de sonidos altisonantes, pleno regreso de innumerables almas a sus respectivos hogares, no lograba tener orientación. El caos se hizo presente en sus sentidos; la gente que corre para no perder su tren, horario neurálgico de mayor tránsito; Florcita también corre y es atropellada, involuntariamente, por varios usuarios que no quieren perder su formación.

La perrita presenta heridas en sus patitas, algunos se acercan para ayudarla pero ella, sorprendida por ese maremágnum imprevisto, sólo atina a escapar… rengueando y con mucho miedo. Ya superada por un deslumbramiento que sólo le provoca desconcierto, Florcita opta por meterse en uno de los vagones; la formación se llena y la mascota se acurruca debajo de uno de los asientos; la mayoría de la gente no percibe su presencia; el automatismo en ese horario es atroz, celulares y auriculares gobiernan a todo el pasaje que es transportado a sus destinos y también a mundos virtuales.

Algunos de los pasajeros que reconocieron a la intemperante mujer, empleada del Hospital Ramos Mejía, se preguntan una y otra vez si aquella dama tiene el mismo trato que le destinó a Florcita con los pacientes y enfermos del citado nosocomio.

Florcita no logra encontrar respuestas ante tamaña violencia. Ella sólo quiere volver a su casa; cada vez expone mayor cansancio y estrés y se dirige, ahora, con rumbo desconocido. El sol pega cada vez más fuerte y la mascota lo siente. Florcita toma Yerbal, supera Floresta, en una verdadera maratón que tendrá destino en la estación de Villa Luro. Florcita prácticamente no tiene respuesta en su organismo. Está abrumada y agotada. Decide parar su recorrido.

Lucía y otras chicas, a través del Facebook, ubican a Florcita y acuden al salvataje de la mascota, extenuada. En un principio, se enoja y muestra los dientes. ¡Es lógico! ó por muchas e incontrolables instancias y ya no confía en la condición humana. Sin embargo, el poder de persuasión de las chicas logra que Florcita se entregue a sus manos. La pesadilla había llegado a su fin y, como en las novelas del maestro Charles Dickens, la maldad cae derrotada, en definitiva, por la generosidad y las buenas intenciones, publicó Crónica.

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