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Historias de San Luis: boliches – se va la segunda

Por Nino Romero

Esquina de lo de Irusta en Justo Daract y Ejército de los Andes
Actualizada: 23/03/2020 12:42
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Se va la segunda con los boliches de San Luis, gracias a la cantidad de aportes y comentarios que hemos recibido de nuestra columna anterior.

Recuerdo que el comienzo de esta serie fueron aquellos boliches que recordaba y pude conocer de niño o ya mayor, y que no me refiero a boliches bailables. Esos serán otros capítulos. Pero hay varios episodios para rememorar.

Primero el agradecimiento a quienes aportaron el nombre del comedor ubicado en Colón pasando Pringles y que además era pensión. Viglianco o Biblianco o Viblianco, variando la manera de escribir el apellido. Pero era ese el comedor dónde me llevó mi padre a ingerir mi primera comida sólida cuando tenía 7 años, luego de haber superado una riesgosa operación a los nueve meses de edad, como le conté en la primera columna de este tema. Por eso el recuerdo imborrable de ese lugar. Vamos por más

Lo de Irusta en Justo Daract y Ejército de los Andes. Había un canal de agua traicionero pegado a la vereda del bar, donde algunos parroquianos tropezaban (o se caían) por la falta de luz en el lugar, aclaro. No piense en otra cosa. Falta de iluminación de día y de noche.

El Tropezón en Ayacucho y Constitución de don Pedro Orellano. A dos cuadras de mi casa. Mi viejo, al igual que varios amigos, siempre se demoraban allí. No sé por qué.

Tango Bar en Belgrano y Sucre. Reducto de grandes fiestas cuando ganaba el Juve.

Fachada Pedro Apez.

Doña Blanca en la esquina de Mitre y Julio A. Roca. Si habré andado noviando por esos lados.

El Juancito en el pasaje Blas Parera, con mesas de billar y un horno pizzero.

El Rancho de la Cambicha de Don Suárez por Belgrano casi Sarmiento.

El bar El Matuasto, sede de reunión de distinguidos políticos, que era frecuentado por alguien que llegó a ser un gobernador desarrollista de la provincia. No voy a decir el nombre, pero este ex gobernador siempre pareció “Un Pibe”. Gran amigo. También asistían varios funcionarios y personajes notables.

Y como no recordar el restaurante Jerez. Se comía espectacular, o ibas a buscar la vianda y la llevabas a tu casa. Lo hice muchas veces, por supuesto en bicicleta y por calles de tierra. Esas viandas enlozadas que no se han visto más.

Alguna vez fui con el amigo Domingo Cilo Rúa, que era taxista y trabajaba en la empresa de energía eléctrica, mucho antes de Edesal, a un local ubicado en Balcarce y Falucho. Allí siendo adolescente traté de aprender a jugar al Sapo. Un juego que persiste en algunos lugares y llevé a varios programas de televisión que conduje, donde hicimos importantes concursos.

Igualmente había bares non sanctos que ofrecían una variada gama de entretenimientos, totalmente prohibidos entonces y mucho más ahora.

Además, los cantores tenían varias casas de familias dónde siempre eran bien recibidos y se armaban unas hermosas farras.

Lo de las familias y de algunos lugares bailables como “Teneme el niño pa’ bailar” o “El Bolsazo” lo dejamos para un próximo encuentro.

Y faltan los boliches del interior. Un ejemplo: “El Gato Negro” en Santa Rosa del Conlara.

Aprovechemos los renglones que nos quedan para rememorar a los boliches que nombramos en la primera columna sobre este tema: Mario Serante, Kecho Flores, Doña Hortensia, Las Tres Perdices, Pedro Apes, El Tropezón, La Niña Molina, Rusito Gómez, Doña Felipa, Ricardo Ortiz, Don Buci, Cacho Quiroga, La Cueva del Chancho, Cafelandia, El Rincón de la Boca, Pizzería Los Amigos, Parrillada Mi Rancho y La Gaviota entre otros.

Y tengan la seguridad que en estos lugares sucedieron y se decidieron cosas muy importantes para el destino de nuestra provincia. No lo dude. Hasta la próxima.

info@elchorrillero.com/ ninoromero@gmail.com

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