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Historias de San Luis: por “la Chacabuco”

Por Nino Romero

Actualizada: 19/04/2020 00:58
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Darío es uno de los tantos lectores de estas columnas, y hace unos días me envió un mail recordando vivencias de cuando él vivía en calle Chacabuco pasando Pringles, al lado de lo que ahora es un restaurante.

Precisamente en la historia anterior le decía que esta esquina no es que tenga renombre a partir de este restaurante (que antes tenía otro nombre y muchos lo siguen llamando así).

O por una confitería ubicada en la esquina oeste que se llamaba Sir Chaplin, que adquirió notoriedad nacional e internacional porque apareció en informes periodísticos ya que era un habitual lugar de reunión de los corresponsales de medios nacionales que cubríamos lo que pasaba en un convulsionado San Luis del año 1993.

Recordaba Darío que en la vereda oeste de la calle Chacabuco (o sea a la derecha por la actual mano de circulación) estaba instalado un boliche propiedad de un señor Lucero, que tenía la característica que en su entrada había unos escalones de mármol de Carrara.

El mismo mármol italiano con el que se hicieron las imágenes del vía crucis de Villa de la Quebrada.

En el local donde ahora funciona un restaurante había una verdulería propiedad de la señora de Baudry, y dónde estuvo Sir Chaplin, (que fue demolido y es una playa de estacionamiento) funcionó una pensión.

Al lado de la actual playa existía un portón, que aún está en pié, dónde estuvo una cancha de bochas.

Y frente a este portón existió una fábrica de mosaicos que se hacían a mano.

Los obreros trabajaban en una gran mesada de material dónde nacían los mosaicos de variados colores, y luego los sacaban de los moldes para colocarlos cuidadosamente de canto dentro de una pileta con agua, dónde adquirían la consistencia final.

Siguiendo por la Pringles estaba la bicicletería del barrio que era atendida por un caballero de apellido Lemanuchi o muy parecido, me relata Darío.

Y no nos olvidemos de la peluquería de don Miranda y su socio y de la Escuela Industrial.

Si volvíamos a la esquina de Pringles y Chacabuco, desde allí podíamos ver a lo lejos la garita policial instalada en la esquina del Banco Nación, pero hacia el norte, dónde un policía de tránsito daba el paso a los que venían por San Martín o por Pringles para evitar accidentes, ya que era una de las zonas más concurridas por los rodados de la época, ya sean autos, motos o bicicletas.

Y si la decisión era seguir por la calle Chacabuco, seguro que íbamos a la esquina de la Panadería Borsotto. Una de las más tradicionales de San Luis. Chacabuco y Belgrano.

Mucho mármol de Carrara, vidrios y un salón de atención gigante, desde el cual se podía observar el trabajo de los panaderos. Una gran pulcritud e higiene.

También tenía un sótano. Era un edificio gigante. Inicialmente este comercio inició sus actividades en Chacabuco y 9 de Julio. Será oportunamente una historia aparte.

Gran parte de estos relatos son parte de mi vida, porque mi casa paterna, que es también la actual, está ubicada muy cerca de esta zona, por la calle Mitre.

Y al hablar de panadería, me tiento en hacer referencia a don Félix Vega, por Chacabuco pasando 9 de Julio, que tenía su gimnasio para practicar boxeo pegadito al local comercial.

Pero punto final. Porque hay mucho para contar de estas vivencias también.

Darío, nuevamente gracias por los aportes y recuerdos.

ninoromero@gmail.com/ elchorrillero@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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