Al Pacino, el mito de la interpretación cumple 80 años
El actor neoyorquino no piensa en la retirada y sí en seguir en el teatro por su pasión por Shakespeare.
Pues sí, Al Pacino ya es un hombre mayor. Su última pareja conocida, la actriz israelí Meital Dohan, le abandonó tras una fuerte discusión a principios de año, y en cuanto pudo dijo: “Es difícil estar con un hombre tan viejo, incluso Al Pacino. Traté de negarlo, pero ahora ya es un hombre mayor, para ser sincera. Así que, incluso con todo mi amor, la historia no duró”.
Más allá de que hoy cumpla 80 años, el estado físico del actor ha decaído mucho en esta última década. De tipo con chispa, divertido y que aún tenía cuerpo para jarana nocturna y promoción diurna en el festival de Venecia de 2014, donde protagonizaba dos películas, al señor enjuto, de mirada acuosa y algo ida del pasado otoño, cuando en el certamen de Londres presentó El irlandés, hay un salto al abismo de la tercera edad.
Tampoco ayudan ni su afición al teñido color cuervo de Poe para el cabello ni su amor por el bling bling en las joyas y sus camisolas abiertas hasta el ombligo, en un cóctel explosivo entre rapero de la costa oeste y mejor amigo de The Rolling Stones. En eso Robert De Niro, tres años menor, le saca ventaja, ya que suele acicalarse como si fuera de su partido de golf a tomarse un Martini dentro del club de campo.
Otra cosa es la chispa artística, y esa, según el mismo Alfredo James Pacino, nacido en el East Harlem neoyorquino hace 80 años, sigue carburando. Hace décadas que devino en leyenda de la interpretación (entre sus admiradores, Javier Bardem, que una vez se puso de rodillas delante de él para rendirle pleitesía), aunque el neoyorquino nunca ha estado de acuerdo: “¿Yo, leyenda? Por favor, leyenda era Marlon Brando. Por supuesto, le imité cuando yo era joven”.
También se han quedado atrás otros sueños, como los de tener una gran familia: “Sé que es complicado para un hijo crecer sin la atención de sus padres [Sus padres se divorciaron cuando Al era un bebé]. Yo mismo no fui buen padre de Julia [su hija mayor, a la que tuvo con 49 años], y las cosas mejoraron con los gemelos [Anton y Olivia, que nacieron a sus 61]. ¿Sabe lo que es un placer? Ver cómo pasan los años en los tres. Yo apenas conocí a mi padre, la dinámica familiar me la crearon mi madre y mis abuelos en el Bronx… Tengo recuerdos maravillosos, aunque a mí me costó aceptarme, no fui buen estudiante…”.
Cuando Pacino logró la fama, a inicios de los setenta, ya solo vivía su abuela. En aquella explosión, recuerda el actor, “llegó la aceleración de dos películas por año, los excesos, los olvidos provocados por esos excesos…”. Es más, entre risas asegura habitualmente que tiene muy pocos recuerdos de aquella década, un hueco en su memoria provocado por sus noches de alcohol. Y, sin embargo, fueron los años de El padrino y su continuación, Serpico, Tarde de perros, Justicia para todos… "A mí me salvó el teatro. El teatro se basa en la repetición. Y a mí esa repetición me provoca avaricia, ganas de volver a crear momentos mágicos. Las palabras ya están escritas, pero tú inventas sentimientos”.
También están sus compañeros de viaje, con los que no podrá celebrar su cumpleaños. Como su amigo Bob. A finales de los años sesenta, probablemente 1969, Pacino bajaba con su novia por la calle 14 hacia el cruce de la Avenida B, en el East Village neoyorquino, cuando chocó con De Niro. Literalmente. Pacino, tres años mayor, ya era una estrella en el teatro neoyorquino, tras su paso por el Actors Studio y su primer premio Tony.
De Niro, que había protagonizado un puñado de películas sin relevancia, recordaba en otoño en Londres aquel encontronazo. Pacino no tanto, aunque sí que sabía quién era aquel chaval. Se saludaron. Durante décadas el saludo se repitió, mientras se iban quitando uno a otro los papeles hasta que coincidieron en pantalla con Heat. “No nos vemos a menudo, pero nos sentimos cercanos. Llegamos a la fama casi a la vez, hemos vivido experiencias parecidas. Y obviamente ambos hemos recibido en el cine ofertas similares. Nos definiría como camaradas", recordaba el ganador del Oscar por Esencia de mujer.
Pacino nunca se retirará. Ha estrenado este año con éxito la serie Hunters. Le queda su amor al teatro, a Shakespeare, como demostró en su apasionante Looking for Richard, y como espera demostrar, si se rueda, El rey Lear en el que iba a dirigirle Michael Radford. Eso, si le acompaña el físico, publicó El Paìs.
En el rodaje de El irlandés, donde encarnaba a Jimmy Hoffa, el famoso sindicalista que desapareció con 62 años, su cuerpo chirriaba: “La segunda vez que te sientas y levantas en plan joven tu cuerpo cruje y te recuerda tu auténtica edad”. ¿Qué pensaría de todo esto aquel chaval del Bronx? “Si cuando era medio pandillero llego a intuirlo… Casi mejor por mi propia seguridad que ni me lo imaginara. Solo quería y quiero ser actor”.