“A la luz del sol y a los ojos de Dios” se rompió otra vez la cuarentena en San Luis
Por Daniel Miranda
Las imágenes que recorrieron las redes sociales este fin de semana, sobre todo ayer, dieron pavor. Cientos de vecinos deambulaban en los distintos barrios buscando las cisternas municipales, que en muchos casos nunca encontraron.
El 3 de abril el caos fue en las puertas de los bancos de todo el país, en San Luis también, que se vieron desbordados por una marea de jubilados. Del desastre organizativo fue responsable esencialmente el Gobierno nacional y en San Luis, el Gobierno de Rodríguez Saá, por más que le haya sacado el cuerpo.
En pocas horas miles y miles de personas transgredieron masivamente las normas más elementales del aislamiento preventivo contra el Covid-19.
En el domingo negro, justo un mes después, el Gobierno y el Comité de Crisis, que es lo mismo, brillaron por su ausencia. El ministro de Producción y presidente de San Luis Agua estiró todo lo que pudo informar cuándo se normalizará el servicio. “Con todo viento a favor entre martes y miércoles vamos a estar terminando acá”, le dijo a la agencia oficial.
La rotura de un caño (el nuevo llega esta tarde) del acueducto Río Grande el viernes a última hora, que abastece a dos plantas de la ciudad de San Luis, La Punta y Juana Koslay, dejó a miles de vecinos sin agua. El caos en la capital se vivió ayer en distintas zonas, fundamentalmente en el sur.
Con lo que tienen (bidones, ollas, baldes) formaron filas eternas y cuando aparecían las cisternas se amontonaban para atender las necesidades más básicas durante unas pocas horas. El Río Seco y las conexiones de loteos fueron alternativas. Pasadas las 22 en el Barrio San Luis 15 había mujeres con criaturas en la calle con la expectativa de cargar los recipientes. De todo hay fotos.
La gente imploraba por un poco de agua y reaccionaba con bronca frente a la opción de tener que pagar entre $400 y $500 por llenar el tanque. El 147 fue desactivado para tomar pedidos.
El aislamiento social se rompió otra vez. El muro que se levantó durante más de cuarenta días fue burlado por la desesperación de la gente.
Hace una semana un puñado de trabajadores golondrinas y una psicóloga tuvieron que cargar con la culpa de haber puesto en riesgo el status sanitario por entrar a la provincia sin respetar los protocolos. Una noche se convirtieron en verdugos de miles de puntanos. El gobernador postergó la habilitación de un puñado de rubros que debieron esperar hasta hoy para volver a trabajar.
A la hora de encontrar explicaciones las miradas apuntan en este caso al Gobierno de Alberto Rodríguez Saá y también al intendente Sergio Tamayo. Nadie se hará cargo. La respuesta es que nadie puede saber cuándo se va romper un caño. Y no faltan los que apuntan los cañones a la gente porque no tuvo en cuenta al salir que estamos en emergencia y debían someterse a los pares e impares.
Para miles de ciudadanos este fin de semana fue más importante el agua que el coronavirus.
¿Qué nos dirá en la cadena de esta noche el gobernador?
En el glosario que puso en práctica durante la pandemia sobresale el latiguillo “el que rompe paga”. Y también que todo debe ser “a la luz del sol y a los ojos de Dios”.