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Historias de San Luis: Leyenda de la mina “La Fortuna”

Por Nino Romero

Las Aguadas está ubicada al noreste de la provincia, cerca de la localidad de San Martín.
Actualizada: 24/07/2020 08:52
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Hice referencias en anteriores publicaciones al extraordinario aporte que significa la revista “Fogón de Huella” de la Federación Gaucha de San Luis, que lamentablemente dejó de publicarse.

Fue un esfuerzo de la Federación, pero el sostén casi absoluto era mi compadre Carlos Fernández y algunos pocos anunciantes que lo acompañaban.

Sin fines de lucro, de distribución gratuita, provincial, nacional e internacional.

Inclusive Carlos se encargaba de pagar los envíos de la publicación por correo.

Hecho el recordatorio, en el número 18 del cuarto año de publicación aparece una leyenda relatada por Elvio Juan Arce, docente de la escuela 213 “Maestros Sanluiseños” de Las Aguadas.

Las Aguadas está ubicada al noreste de la provincia, cerca de la localidad de San Martín, cabecera del departamento del mismo nombre.

Relataba Elvio Juan Arce que en la mina La Fortuna, situada en la zona, había un pueblito de mineros que la trabajaban y extraían cuarzo y oro.

El lugar fue muy famoso en la comarca por sus enormes riquezas, todas provenientes de la mina, y además en ese pueblo había de todo.

De un momento a otro, sin saberse la causa, todos sus habitantes emigraron, se fueron.

La mina quedó derrumbada y las casas convertidas en taperas.

Actualmente nadie pasa por el lugar porque tienen miedo, las personas que lo hacen se asustan. Se ven luces, se escuchan voces y también detonaciones en la mina como si estuvieran trabajando.

En una oportunidad, dos paisanos bien montados se atrevieron a pasar por el lugar y escucharon llorar a una criatura.

Se desviaron entonces hacia el lugar de dónde provenía el llanto y encontraron un hermoso bebé.

Con todo cuidado lo alzaron, lo envolvieron en un poncho y lo colocaron delante de una de las monturas.

A poco de andar, se escuchó la voz del niño que decía: “Te quiero papá”.

El paisano asustado desenvolvió el poncho y vio que el pelo del niño y sus uñas habían crecido de una manera increíble.

Inmediatamente lo arrojó al suelo y los jinetes emprendieron una fuga veloz.

Desde que se conoció esa historia, nadie se atreve a pasar por el lugar y menos de noche.

Los lugareños sostienen que hay almas en pena de quienes murieron en los sucesivos derrumbes de la mina, que de esa forma cuida y preserva el tesoro que la codicia del hombre pretendió arrancar de sus entrañas.

ninoromero@gmail.com/info@elchorrillero.com

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