X

Crece la indignación popular contra el Gobierno libanés tras la explosión

La policía antidisturbios disparó gas lacrimógeno a los manifestantes que intentaban atravesar una barrera para llegar al edificio del parlamento en Beirut, durante una protesta por la gestión del Gobierno en la devastadora explosión de esta semana en la ciudad.

Foto Hannah McKay – Reuters
Una vista general de un silo de cereales dañado tras la explosión del martes en la zona portuaria de Beirut.
Actualizada: 08/08/2020 11:26
PUBLICIDAD

Por Michael Georgy (*)

Alrededor de 5.000 personas se reunieron el sábado en la Plaza de los Mártires, en el centro de la ciudad, algunos de ellos lanzando piedras. La policía disparó gas lacrimógeno cuando algunos manifestantes trataron de traspasar la valla que bloquea una calle que conduce al Parlamento, según un periodista de Reuters.

Los manifestantes coreaban lemas como “el pueblo quiere la caída del régimen” y sostenían carteles que decían “Váyanse, son todos unos asesinos”.

“Queremos un futuro con dignidad, no queremos que la sangre de las víctimas de la explosión no sirva para nada”, dijo Rose Sirour, una de las manifestantes.

La explosión del martes en el puerto, la mayor en la historia de Beirut, mató a 154 personas, hirió a 5.000 y destruyó una franja de la ciudad.

El Gobierno ha prometido hacer que los responsables rindan cuentas.

Algunos residentes, que se esfuerzan por limpiar sus hogares destrozados, se quejan de que un Gobierno al que muchos consideran corrupto —-había habido meses de protestas contra su gestión de la profunda crisis económica antes del desastre de esta semana— les ha defraudado de nuevo.

“No confiamos en nuestro Gobierno”, dice la estudiante universitaria Celine Dibo mientras limpia la sangre de las paredes de su edificio de apartamentos destrozado. “ Ojalá Naciones Unidas se hiciera cargo del Líbano.”

Varias personas dijeron que no les sorprendía en absoluto que el presidente francés Emmanuel Macron hubiera visitado sus barrios destripados cerca del epicentro de la explosión esta semana mientras los dirigentes libaneses no lo habían hecho.

“Estamos viviendo en la zona cero. Espero que otro país nos tome el relevo. Nuestros líderes son un montón de gente corrupta”, dice la psicóloga Maryse Hayek, de 48 años, cuyos padres vieron cómo su casa era destruida en la explosión.

El Partido Kataeb del Líbano, un grupo cristiano que se opone al Gobierno respaldado por Hizbulá, aliado de Irán, anunció el sábado la dimisión de sus tres representantes en el Parlamento.

“Invito a todos los honorables ( parlamentarios) a renunciar para que el pueblo pueda decidir quién los gobernará, sin que nadie le imponga nada”, dijo el jefe del partido, Samy Gemayel, al anunciar la medida durante el funeral de un miembro destacado del grupo que murió en la explosión.

Macron, que visitó Beirut el jueves, prometió a las muchedumbres enfadadas que la ayuda para reconstruir la ciudad no caería en “manos corruptas”. El mandatario francés será el anfitrión de una conferencia de donantes para el Líbano a través de videollamada el domingo, según dijo su oficina.

El primer ministro y la presidencia han dicho que 2.750 toneladas de nitrato de amonio altamente explosivo, que se utiliza en la fabricación de fertilizantes y bombas, habían sido almacenadas durante seis años sin medidas de seguridad en el almacén del puerto.

El presidente Michel Aoun dijo el viernes que la investigación determinaría si el motivo fue una bomba u otra injerencia externa. Aoun dijo que la investigación también sopesaría si la explosión se debió a negligencia o a un accidente. Veinte personas han sido detenidas hasta ahora, según el dirigente.

Algunos residentes se preguntan cómo van a reconstruir sus vidas.

Destrozado, Bilal Hassan intenta sacar con sus propias manos los escombros de su casa. Ha estado durmiendo en un polvoriento sofá junto a fragmentos de cristales.

Cuando sus tres hijos adolescentes heridos salieron corriendo para salvar su vida dejaron manchas de sangre en la escalera y en las paredes.

“Realmente no hay nada que podamos hacer. No podemos permitirnos reconstruir esto y nadie nos ayuda”, dice, de pie junto a un gran oso de peluche que salió volando con el estallido, y junto a una fotografía dañada en la que se le ve con su esposa.

Las excavadoras atravesaban los restos de las casas destrozadas y largas filas de coches aplastados bajo la atenta mirada de los soldados. También corrían por las calles voluntarios con palas.

Danielle Chemaly dice que su organización de caridad, cuyo cuartel general fue destruido, había proporcionado ayuda a 70 familias que quedaron sin hogar por la explosión.

“Hemos dado a la gente ayuda inicial pero no sabemos qué podemos hacer por las familias en el futuro. Se necesitan grandes proyectos”, dice.

Las autoridades han dicho que la explosión podría haber causado pérdidas por valor de 15.000 millones de dólares. Se trata de una factura que el Líbano no puede pagar después de haber incumplido ya una montaña de deudas —que superan el 150% del PIB—, mientras siguen estancadas las conversaciones para obtener un salvavidas del Fondo Monetario Internacional.

Francia y otros países han enviado ayuda de emergencia al Líbano, incluidos médicos y toneladas de equipo sanitario y alimentos. La explosión destruyó el único silo de cereales importante del Líbano y las agencias de la ONU están ayudando a proporcionar alimentos y ayuda médica de emergencia.

En declaraciones a la prensa tras una reunión con Aoun, el Jefe de la Liga Árabe, Ahmed Aboul Gheit, dijo el sábado que trataría de movilizar los esfuerzos árabes para prestar apoyo al Líbano. También en declaraciones hechas después de la reunión con Aoun, el vicepresidente turco Fuat Oktay dijo que su país está listo para ayudar a reconstruir el puerto.

Para los libaneses comunes y corrientes, la escala de la destrucción es abrumadora.

“Parecía una minibomba atómica”, dice George Rohana, sentado al lado de un supermercado que fue demolido.

Quedaban unas cuantas cebollas en los escombros de la explosión que abrió un enorme agujero en la pared que separa la tienda de un apartamento contiguo.

“Ahora tenemos una situación en la que la gente está robando metales y otros artículos de la destrucción”, dice Rohana. “El otro día alguien se fue con una tostadora rota.”

Marita Abou Jawda reparte pan y queso a las víctimas de la explosión.

“Macron se ofreció a ayudar y nuestro Gobierno no ha hecho nada. Siempre ha sido así”, dice. “Después de la visita de Macron, puse el himno nacional francés todo el día en mi coche.”

(*) Reuters

 

PUBLICIDAD

EN PORTADA EL CHORRILLERO

SUBIR