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Historias de San Luis: el abuelo Juan

Por Nino Romero

Actualizada: 16/08/2020 00:11
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Esta historia ocurrió hace 27 años. Exactamente un día del Niño de entonces. Puedo contar con autoridad la historia porque conocí al abuelo Juan. O Jan como le decía su entonces única nieta. Luego vinieron dos nietas más que no conoció porque viajó antes a ese mundo tan especial que tienen todos los Abuelos en algún lugar del Universo. O en el cielo.

El abuelo Juan estaba jubilado con la mínima, y si bien tenía un oficio independiente, las cosas no iban bien. La plata no alcanzaba. Su sueño era que su única nieta, que tenía 3 años, tuviera una bicicleta con rueditas.Pero la plata no alcanzaba. Ni juntando con la pensión de su mujer podían cumplir ese sueño. Sufrió mucho los días previos al Día del Niño por todo lo que le estaba pasando.

Los padres de la nieta de Juan no tenían dinero, salvo para comprar una chuchería de muy bajo precio o sacarla fiada en algún negocio amigo para que el día no pasara desapercibido.

Y tal vez una gaseosa, pan, y fiambre barato para un festejo íntimo en familia.

Pero Juan seguía soñando. Y no se dió por vencido.

En ese entonces el gobierno de la provincia realizaba multitudinarios festejos con muchos sorteos, y los premios mayores eran bicicletas.

Y allí fue Juan en su vieja bicicleta a unos de esos festivales, soñando que la suerte podía ayudarlo, y en un sorteo ganar ese soñado regalo para su nieta.

Estuvo parado cerca de un escenario unas cinco horas viendo espectáculos y sorteos. Pero su número, el que le habían dado, no aparecía.

A esta altura se conformaba con cualquier regalito.

El espectáculo ya estaba terminando y quedaba una sola bicicleta. Era blanca y con rueditas. Como lo había soñado Juan.

"Se vino el sorteo y salió el número 711″, me contó Juan. Nada que ver con su número.

Con los ojos llenos de lágrimas, tomó a un costado su vieja bicicleta y caminando se dispuso a regresar a su casa. Por lo menos lo había intentado.

El sonido de los parlantes aturdía con la voz de los locutores diciendo: 711 a la una, 711 a las dos y 711 a las tres. No estaba quien tenía ese numero.

Juan siguió caminando alejándose del lugar, resignado. Y vuelven a sortear y escucha: 348, salió el 348.

Y Juan se puso a llorar. Era su número. Con la última bicicleta. Y comenzó a agitar su mano derecha para que se dieran cuenta en el escenario que él era el ganador.

Por supuesto su nieta tuvo la bicicleta y Juan me contó que esa noche, previa al Día del Niño, durmió con la bicicleta blanca con rueditas, apoyada en el respaldo de los pies de su cama.

El sueño del abuelo Jan se había cumplido.

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