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Historias de San Luis: La Porteña

Por Nino Romero

Rafael Pinelli, su hija Noemi, empleados y amigos en la inauguración de La Porteña donde se encuentra actualmente.
Actualizada: 27/09/2020 02:55
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En muchas ciudades la referencia es: en la esquina de, a dos cuadras de la esquina de, en frente de la esquina de.

Es como si el lugar se apropiara de la esquina cuyas calles están perfectamente identificadas.

Así pasa con la esquina de Junín y General Paz o General Paz y Junín. Es la esquina de La Porteña. Desde hace muchos años.

Generalmente no decimos voy a la pizzería o al restaurante que está en la esquina de Junín y General Paz. No. Directamente afirmamos: voy a La Porteña y ya está todo dicho.

El lugar se adueñó de la esquina.

Rafael Pinelli bailando con su esposa en la inauguración de La Porteña donde se encuentra actualmente.

Y tuve el privilegio de ser testigo de una charla entre dos generaciones del negocio: Rubén Ofría y uno de sus hijos, Fernando, quien indagaba por los orígenes del lugar.

Rubén, de fantástica memoria relata que “Don Coronel” abrió La Porteña en calle Colón entre Pedernera y Lavalle en el mes de agosto del año 1945. Era confitería. Después se incorporó a la firma Don Rafael Juan Pinelli, quién dispuso comenzar a elaborar pizzas y empanadas.

Rafael Pinelli y Cruz Coronel, donde se encontraba originalmente La Porteña.

Don Pinelli, suegro de Rubén, tenía preferencias por los productos de una pizzería que se llamaba “Ríver” y que estaba en Junín, provincia de Buenos Aires.

El tema era saber cómo se hacían, porque eran exquisitas. Y él nada que ver con el rubro ya que trabajaba en un aserradero.

Don Rafael fue a pedir trabajo a la pizzería y no consiguió. Le dijeron que les hacía falta una persona para limpieza, y entonces le pidió que fuera a trabajar a su señora, que era peluquera.

Y ella estaba muy atenta, en una discreta tarea de espionaje, observando cómo se hacía la masa principalmente.

Y cuando llegaba a la casa, le pasaba los datos a su marido, que en una mesa truquera de 80 x 80 probaba y probaba y no salía la masa. No había caso.

Hasta que un día la masa salió, le pidió a su señora que renunciara a su trabajo, y se vinieron a San Luis con la fórmula de la pizza.

Un día que estaban en el negocio los socios, don Coronel y Pinelli, aparece un cliente y dice: “quiero 200 empanadas para el domingo”. Y por supuesto el pedido fue aceptado. Era un pedido muy grande como para rechazar. Pero el pequeño problema que había era que no sabían cómo se hacían las empanadas.

Averiguando, dan con el paradero de una mujer que vivía por la zona del ex hipódromo en la calle Justo Daract y que hacía unas empanadas bárbaras.

La señora fue por el negocio, hizo las 200 empanadas, les enseñó a los socios cómo se hacen, y así se hacen las actuales empanadas, con la misma fórmula de hacer la masa, el relleno y todo lo demás.

A partir de los años 53 o 54, Coronel y Pinelli construyeron y se vinieron a la esquina de General Paz y Junín.

En el año 70 se enferma gravemente Coronel, y Pinelli le compra su parte. Se retiró en el 77 y “yo compré el fondo de comercio”, enfatiza Rubén.

Recuerda que cuando comenzó el negocio y vino la familia Coronel a San Luis desde Junín, Buenos Aires, les decían “Los Porteños”, sin saber que Junín no era puerto.

En esa época y hoy también, no importa de qué lugar vengas de Buenos Aires, sos porteño.

Ese es el origen del nombre “La Porteña”.

Rubén estuvo al frente hasta el año 2000, y después aparece otro de los hijos, Marcos que fue transformando el lugar en restaurante y rotisería con la participación de Marcelo.

La Porteña antes de la pandemia.

Y por supuesto manteniendo la columna vertebral del lugar: las pizzas y las empanadas.

Una cadena familiar.

Y un breve relato de uno de los tantos lugares de San Luis que se han adueñado de nuestras esquinas.

ninoromero@gmail.com/info@elchorrillero.com

(Agradezco a Rubén y Fernando Ofría y también a Francisco Pécora por las fotos)

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