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Albertismo y kirchnerismo son lo mismo

Por Daniel Miranda

Gobernador Alberto Rodríguez Saá y vicepresidenta Cristina Kirchner.
Actualizada: 15/10/2020 04:14
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Hay avances trascendentes que inicialmente cuesta adquirir dimensión de su magnitud y dan lugar a que gobiernos y dirigentes los manipulen para sacar provecho y avanzar sobre las libertades.

En noviembre de 2019 el Congreso de la Nación incorporó la violencia política a la Ley de Protección Integral de Mujeres. La finalidad fue tipificar la violencia política contra la mujer y castigar conductas con intención de menoscabar, anular, impedir, obstaculizar o restringir la participación política, vulnerando el derecho a una vida política libre de violencia y/o el derecho a participar en los asuntos públicos y políticos en condiciones de igualdad con los varones.

Ayer el albertismo en la Cámara de Diputados invocó esa ley para repudiar la nota de El Chorrillero publicada bajo el título: “El celular de 18 planes de Inclusión Social de la Jefa de Gabinete”.

Frente a la falta de argumentos y con una desvergüenza descarada distorsionan el espíritu superador de una norma para amordazar a medios independientes del poder. (Aquellos sectores que aspiran a ser reconocidos en la oposición debieran convencerse para siempre en San Luis que no hay lugar para los grises. Lo que una diputada no escribió, la otra lo verbalizó aunque a esa altura era una obviedad hacia la dirección que apuntaban. No se les implora a esos dirigentes que defiendan a un medio. Si se espera de ellos que al momento de ser custodios de derechos y libertades no vacilen).

Al mejor estilo kirchnerista, el albertismo no se detiene en su afán por censurar a la prensa. Está envalentonado por el fallo de la jueza en comisión Laura Molino que se ganó un lugar en la historia de una justicia postrada al dictar un fallo condenatorio contra el periodista Diego Masci.

En el orden nacional el kirchnerismo alienta un observatorio gubernamental de "desinformación y violencia simbólica en medios y plataformas digitales". Hay fundadas razones para dudar de NODIO que aparece en un concierto de propuestas para criminalizar la labor periodística. En agosto el senador Parrilli introdujo en el proyecto de reforma judicial una cláusula que condicionaba a los medios. Finalmente fue excluida.

Al albertismo lo exacerba que se hable del suntuoso celular de la jefa de Gabinete, Natalia Zabala Chacur. Al kirchnerismo lo encoleriza que los principales medios argentinos e internacionales hablen de las carteras en lagarto, cocodrilo y avestruz de la actual vicepresidenta, Cristina Kirchner que en su colección incluye la cartera Birkin de Hermes valuada en 35.000 dólares.

Son funcionarias de Estado que tienen la obligación de hacer público el emolumento y las declaraciones juradas de bienes. En el caso de la jefa de Gabinete el pueblo de San Luis no tiene acceso a esa información.

Ambos proyectos políticos comparten la manera de ver al periodismo que no controlan. No debe existir en la Argentina y en San Luis. No tiene fondo la caja puesta al servicio de uniformar el pensamiento y a la crítica de la prensa la conciben como una rémora que responde a innominados intereses.

En el fondo el albertismo y el kirchnerismo están emparentados por las sospechas de corrupción. De esta sombra que los persigue no tienen forma de despegarse.

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