El contexto económico del conflicto de Nagorno Karabaj
La economía no es el principal motor del conflicto entre Azerbaiyán, una potencia petrolera regional, y Armenia, mucho más pobre, por el enclave separatista de Nagorno Karabaj, pero esta guerra podría tener importantes repercusiones económicas para la región.
Por Andrea Palasciano (*)
La economía no es el principal motor del conflicto entre Azerbaiyán, una potencia petrolera regional, y Armenia, mucho más pobre, por el enclave separatista de Nagorno Karabaj, pero esta guerra podría tener importantes repercusiones económicas para la región.
Subsidios armenios
El enclave de Nagorno Karabaj , poblado principalmente por armenios y controlado de facto por Ereván, tiene una economía modesta (713 millones de dólares en 2019) pero ha crecido con fuerza en los últimos diez años (alrededor del 10% anual), según el servicio local de estadísticas citado por el diario ruso RBK.
Sin embargo, más de la mitad de su presupuesto proviene de subsidios armenios, así como de la generosidad de la diáspora en todo el mundo, que provocó un auge en la construcción.
Si Azerbaiyán retomara el control, Armenia perdería infraestructuras y años de inversión. En 2019, Ereván entregó 120 millones de dólares al enclave, según RBK.
Entre la guerra y el coronavirus, el crecimiento de Armenia, previsto en un 4% este año, podría hundirse finalmente en un -10% o más, según Tatoul Manasserian, un economista, profesor y exmiembro del parlamento, que acaba de regresar del frente.
“No hay ninguna infraestructura económica que no haya sido dañada”, dice.
Si la guerra durara, también habría un costo humano para Armenia, que tiene solo 3 millones de habitantes en comparación con los diez millones de Azerbaiyán.
“Habrá escasez de mano de obra calificada, con jóvenes ingenieros y científicos” que tendrán que dejar sus trabajos y a veces morirán en el frente, asegura.
En el lado armenio, el conflicto se ha cobrado más de 800 vidas en menos de un mes.
Minería y electricidad
La economía de Karabaj se basa en gran medida en el sector minero (cobre, oro, piedras preciosas). En la provincia de Martakert, las minas operadas por el grupo armenio Vallex están situadas muy cerca de la línea del frente.
Sin embargo, debido al conflicto, que comenzó el 27 de septiembre, “el complejo minero de Kachen, el mayor empleador y contribuyente de Artsakh [otro nombre para Nagorno Karabaj] (…) ha dejado de producir”, según Vallex.
La región separatista también produce electricidad en presas hidroeléctricas, e incluso exportó electricidad a Armenia durante los últimos años.
Oleoductos y gasoductos
Azerbaiyán, rico en hidrocarburos, es el punto de partida de rutas estratégicas de transporte de petróleo desde el Mar Caspio hacia Europa.
Algunos de ellas no pasan por Rusia, como el oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan (BTC) –en el que participan, entre otros, BP, Total y Eni– y que une Azerbaiyán con Turquía a través de Georgia.
También se está construyendo un gasoducto llamado Cáucaso del Sur (SCP o BTE por Bakú-Tiflis-Erzurum), operado junto a BP, que debería estar conectado con Italia a finales de 2020
Estas dos estructuras, esenciales para la economía azerbaiyana, pasan a unos pocos kilómetros del frente. Un ataque podría perturbar gravemente la economía azerbaiyana, ya debilitada por la caída de los precios del petróleo, y desencadenar una escalada del conflicto.
“Los oleoductos y gasoductos están a dos metros bajo tierra, por lo que están protegidos de daños materiales”, asegura el analista Swapnil Babele de Rystad Energy.
Pero “cualquier escenario en el que las fuerzas armenias lleguen a territorios atravesados por oleoductos y gasoductos amenaza las exportaciones de petróleo y gas de la región”.
Cualquier perturbación tendría además repercusiones en Turquía, vinculada a Azerbaiyán por importantes contratos de entrega y tránsito, y arrastraría al conflicto este importante socio geopolítico de Bakú y enemigo histórico de Armenia.
Región debilitada
Desde hace 30 años, este conflicto impidió la integración económica de los tres países del sur del Cáucaso que surgieron tras la caída de la Unión Soviética (Georgia, Azerbaiyán y Armenia), y las compras de armas agotan los presupuestos de las partes beligerantes.
“El gasto militar de los dos países podría utilizarse para la protección social de la población y el desarrollo de la economía”, lamenta Natig Djafarli, economista y secretario ejecutivo del partido de oposición azerbaiyano Real.
Armenia, sin petróleo, es el pariente pobre de la región, y las infraestructuras petroleras y de transporte no pasan por su territorio.
“Muchos proyectos regionales se han llevado a cabo sin Armenia, pasándola por alto”, dice Djafarli.
Por otra parte el conflicto podría frenar las inversiones internacionales tanto en Azerbaiyán como en Armenia. (AFP)
(*) AFP