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Historias de San Luis: una leyenda puntana de la virgen

Por Nino Romero.

"Palo Ángel" .
Actualizada: 13/12/2020 09:57
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Siempre en este espacio hemos hecho referencia a autores puntanos y publicado algunos textos y hoy recurrimos a la profesora María Teresa Carreras.

La admirada "Cholita" tiene varias e innumerables publicaciones enriqueciendo nuestras costumbres y tradiciones. Libros y escritos muy valiosos.

Y hay un género literario, las leyendas, que cuentan historias que en general relacionan al hombre con hechos sobrenaturales, que pueden ser religiosos o no.

En este caso, la leyenda puntana que relata María Teresa Carreras está publicada en su libro "Manantial de Tradiciones" y tiene que ver con la fiesta del pasado 8 de diciembre de la Inmaculada Concepción de María.

María Teresa Carreras.

Dice Cholita que la figura de la Virgen María aparece en antiguas leyendas que aún perduran en la memoria popular, como la que publicaremos hoy, muy recordada por gente añosa del ambiente rural de San Luis.

"Dicen que iban por un camino la Virgen María, San José y el Niño en brazos de su madre.

Andando, vieron un ranchito que al frente tenía un árbol muy lindo. Entonces la Virgen le propuso a San José que pidieran permiso para descansar bajo esa sombra.

Los dueños de casa, una señora y su esposo, que era viejo y ciego, les dieron posada con todo gusto.

Más tarde, la Virgen les pidió un recipiente para lavar los pañales del Niño y después de hacerlo los tendió sobre las ramas del hermoso árbol que estaba frente al rancho.

Se hizo la hora de almorzar y, como la gente de campo es tan hospitalaria y dispuesta a compartir lo mucho o poco que tenga, la señora los invitó a comer.

El viejito se lavó las manos y la cara para ir aseado a la mesa. Y como no hallaba con qué secarse, buscando, buscando, llegó hasta el arbolito y, sin saber que eran los pañales, se secó con ellos.

Al momento comenzó a gritar loco de alegría: – ¡Veo, veo!

Todos quedaron asombrados ante la escena que presenciaban.

La Virgen había realizado el milagro agradeciendo la bondad de esta gente sencilla y generosa.

Y el árbol, en vez de pañales, tenía un manto de flores blancas y fragantes que lo cubría.

Desde entonces se le llamó “palo ángel”. Muy común en la vegetación de nuestros campos, también se le conoce como “palo amarillo”, “azahar del campo” y “husillo”.

En las primaveras florece tanto que parece que le hubieran extendido ropa blanca sobre sus ramas".

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