Después de una vida bajo el Estado Islámico, una ucraniana sueña con un nuevo comienzo
Seis años después de haberse ido de Ucrania para seguir a su marido en busca de un futuro mejor bajo el régimen yihadista del Estado Islámico en Siria, Alimé Abasova regresó a su país con la esperanza de un nuevo comienzo.
Por Dmytro Gorshkov (*)
Este viaje, que hoy califica de “error”, la llevó desde la península de Crimea, anexionada por Rusia en 2014, al supuesto “califato” del EI y después a campos de simpatizantes de los yihadistas, controlados por las fuerzas kurdas.
“Lo lamento mucho”, declaró a la AFP esta mujer de 37 años, madre de cinco hijos.
“Todo el mundo comete errores. Lo pasado ha quedado ahora atrás, gracias a Dios”, explica Abasova.
Envuelta en la bandera de Ucrania, bajó del avión en Kiev el 31 de diciembre con otra ucraniana. Fue sometida a cuarentena en un centro cerca de la capital y ahora espera “lo mejor”.
Los países occidentales a menudo se muestran reacios a repatriar de Siria e Irak a sus ciudadanos reclutados por el EI, pero el presidente ucraniano Volodimir Zelensky ha acogido públicamente el regreso de sus dos compatriotas gracias, según él, a una “operación especial” muy “complicada”.
“Ucrania siempre traerá a casa a todos sus ciudadanos, sean quienes sean”, declaró.
“Una trampa”
Esta exrepública soviética con una población mayoritariamente cristiana ortodoxa acoge a cientos de miles de tártaros de Crimea, una minoría musulmana que vive principalmente en esta península y que se opuso a su anexión por Rusia en 2014.
Algunos huyeron de la península por la represión que afirman sufrir por parte de Moscú.
Según Abasova, su familia se fue a Siria porque un amigo prometió a su marido que podría seguir trabajando como zapatero y vivir “de acuerdo con la ley islámica”. “No quería quedarme sin marido. Tenía dos hijos”, explica.
La joven dice que sintió una “decepción total” por la brutalidad del grupo yihadista y que la familia acabó en una “trampa”.
“Cuando empezamos a buscar cómo salir, todas las carreteras estaban ya cerradas” y “si intentabas escapar te podían disparar por la espalda”.
En sus cuatro años en Siria nadie intentó forzarla a ella ni a su marido a combatir, dice Abasova. Una afirmación que no convenció a las fuerzas kurdas, que aceptaron su rendición en 2019 pero separaron al matrimonio.
“Fue la última vez que vi a mi marido”, cuenta Abasova, que se quedó sola con sus hijos.
Afirma haber pasado casi dos años en los campamentos de Al Hol y Roj, bajo control kurdo, donde decenas de miles de familiares de combatientes y simpatizantes del EI están detenidos desde 2019.
“Un infierno”
“La vida allí era muy dura” debido a las espantosas condiciones climáticas y al trato “abominable” de los guardias kurdos, afirma Abasova.
Los grupos humanitarios denuncian las condiciones de vida en el campamento de Al Hol, donde la ONU informó recientemente de una serie de asesinatos.
Al menos otras diez ucranianas y unos 30 niños siguen detenidos en campamentos kurdos en Siria.
Los tártaros de Crimea esperan poder repatriarlos una vez que los servicios de seguridad ucranianos hagan verificaciones, declaró a la AFP Refat Chubarov, una personalidad dentro de la comunidad.
Pero no se trata de recuperar a los hombres que partieron voluntariamente a Siria, precisó, y pidió a las repatriadas que aprovechen la vida después de haber “pasado por el infierno”.
Abasova no tiene esperanzas de volver a ver un día a su marido. Tiene previsto vivir en Kremenchuk, en el centro de Ucrania, donde la familia de su esposo la espera junto con sus dos hijas y tres hijos de entre dos y 14 años.
“Quiero ocuparme de mis hijos, criarlos”, explica. “Tienen que ponerse al día en los estudios, empezar a estudiar normalmente, relacionarse con otros niños”. (24matins)