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Historias de San Luis: ausencias

Por Nino Romero

“Papá Domingo”.
Actualizada: 14/02/2021 01:25
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José es un amigo de siempre, y una vez que coincidimos en un festival popular, cada uno haciendo su trabajo, la lluvia suspendió el encuentro público y fuimos a cenar juntos.

Allí me explicó por qué siempre me enviaba mensajes pidiendo escuchar el tema musical interpretado por el Trío San Javier que se llama “Papá Domingo”.

Lo hace acordar a su padre. Me relató que es hijo único de padres separados.

Su madre se radicó en Buenos Aires, y todas las veces que puede, viaja a verla. Y la comunicación telefónica es habitual.

Recordaba que durante 10 años estuvo viviendo con ella, que tenía su tenencia, y a su padre, Antonio, lo veía una vez por semana.

“Los días domingos como dice la canción”, enfatiza José. “Tenía un Papá Domingo”.

Ese tema musical “era mi historia”. Con algunas licencias poéticas.

La letra dice en algunas partes: “pasarán a buscarlos de mañana, reiteración semana tras semana, obligación de padres separados. Primero habrá un paseo mañanero, y luego almorzarán en algún sitio. Papá Domingo seis días con tu foto no es lo mismo, Papa Domingo vení conmigo, te necesito como padre y como amigo”.

Y sigue su historia: “Ya más grande y como mi Mamá había formado una nueva familia, pude irme a vivir con mi padre, así que todos los días pasaron a ser domingos”.

“Los viejos me dieron la vida, no tengo problemas con ellos”.

Este relato tiene al menos seis años de antigüedad.

El año pasado me reencuentro en un supermercado con José y acordamos tomar un café.

Rápidamente me pone al día diciéndome que formó pareja, que tiene un hijo que se llama Benjamín y su pareja es Laura.

Y al hablar de su padre lo hace con una tristeza infinita porque padece una enfermedad neurológica, y por consejo médico está internado en un geriátrico, ya que necesita cuidados especiales.

“Y sabés Nino? El único día que me autorizaban a ir verlo es el domingo. Como la canción. Papá Domingo de nuevo”.

“A veces me reconoce, a veces no. No sé si lo hará con mi mujer, pero al pibe, al Benjamín, nunca lo desconoció. Benja le dice. No sé si se dará cuenta que es su nieto. Pero no me importa”.

“La canción sigue en mi vida”, afirma José.

Y allí la conversación gira hacia las personas que viven solas, las que están internadas en geriátricos, y que por más que le expliquen de la pandemia, no todos entienden.

Si están sanos, estar encerrados enferma a muchos. Si están enfermos, la soledad complica su salud.

Y si salen, los peligrosos contagios están a la vuelta de la esquina.

También los familiares sufren las consecuencias de estas ausencias.

Los especialistas afirman que la soledad muchas veces mata. No se detecta en una autopsia. Pero así sucede.

Un gran tema de antes, de hoy y de siempre que las políticas de salud deben mirar.

La soledad.

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