Alejandro Ochoa no aparece, el pueblo se moviliza y no hay resultados de la búsqueda
El miércoles estuvo marcado por las movilizaciones en el pueblo de la Costa de los Comechingones, situado a 19 kilómetros de Villa de Merlo. Los familiares de “Bebo” cuestionaron fuertemente el accionar de la Policía y la Justicia. Hasta última hora, la investigación “no tenía nada” sobre el paradero del productor rural.
Por enviados especiales Catalina Ysaguirre, Marcos Verdullo y Víctor Albornoz
Los parientes de Alejandro Ochoa cumplieron el cuarto día de reclamos. Se movilizaron y pidieron explicaciones a las autoridades. Inclusive le escribieron una carta al gobernador Alberto Rodríguez Saá, para cuestionar la lentitud y la inacción de la Policía de la provincia cuando fueron a denunciar el hecho. “Queremos que no de una mano”, dijeron cuando comenzaba el Miércoles Santo.
El Chorrillero viajó al pueblo del Departamento Chacabuco, distante a 19 kilómetros de Villa de Merlo, la ciudad turística más importante de la Costa, para conocer de cerca qué está pasando alrededor de un caso que conmociona a la provincia.
El pueblo tranquilo, el del Caminito del Norte, el del “imponente Comechingones”, ya no vive en paz. Los ánimos están alterados, hay incertidumbre y misterio. Ya no se respira, como dice la cueca de Rafael “Chocho” Arancibia, “el aire serrano”.
Hace 5 días denunciaron que por esas tierras dos sujetos encapuchados y con armas largas entraron a la propiedad de un hombre, lo golpearon y se lo llevaron. Lo privaron de la libertad y ahora nadie sabe dónde está.
Esa escena, que parece de película, mantiene con desazón a una comunidad donde nunca se vivieron estas cosas. Y hay desconcierto. Y miedo.
La familia comenzó el cuarto día sin Alejandro con un reclamo sólido frente a la Subcomisaría N°22 (donde radicaron la denuncia del supuesto secuestro), y lo hicieron con interrogantes y envueltos en una angustia que no es fácil describir. Se cruza la bronca y la impotencia.
En diálogo con este medio, los cuatro hermanos de “Bebo”, Ivana, Cristian, Gabriela y Damián apuntaron a la Policía; primero porque “tardaron mucho tiempo” en salir a buscar a “Bebo”, y segundo por la falta de respuesta oficial. Con las movilizaciones y los cortes de rutas que mantienen desde el domingo, obtuvieron la presión suficiente para que en un solo día la Justicia dispusiera diferentes medidas, casi de manera consecutiva e inmediata.
El dato que atravesó la jornada del miércoles fue la orden para que los buzos de la Policía inspeccionaran los espejos de agua. La duda hasta este momento nadie la respondió: ¿Se terminó de rastrillar todo el terreno? ¿La búsqueda en los campos se dio por concluida? Nada de eso está respondido. Ni siquiera la causa tiene una carátula.
El Chorrillero pudo confirmar al cierre del día que las tareas abarcaron al menos tres represas de campos privados (que son reservorios para el mantenimiento de animales riego) y los resultados fueron negativos.
Los datos que llamaron la atención en las últimas horas fueron varios. El martes por la noche a los hermanos de Ochoa les devolvieron la llave de la casa, donde aseguran que Alejandro fue golpeado y secuestrado. Él vivía ahí, solo y criaba animales. Sin pareja, y tampoco tiene hijos.
“Nos dijeron que las pericias habían concluido”, explicó Ivana. Y con esa certeza se trasladó hasta el campo para alimentar a los animales y “constatar” en qué situación se encontraba todo después que un centenar de policías pasaran por allí buscando evidencias.
Y es que después del fin de semana, la jueza Patricia Besso ordenó una inspección ocular. Se sabe que pudieron secuestrar el teléfono del hombre desaparecido, y que fue peritado por especialistas del Poder Judicial. Los resultados ya están, pero no se hicieron públicos. Tampoco para la familia.
Cuando este miércoles Ivana quiso entrar a la propiedad, la frenaron. El Chorrillero estuvo en el lugar y transmitió en vivo. Pudo mostrar el lugar exacto donde según los testigos, se llevaron a “Bebo”, y reconstruir cómo dicen que sucedió todo. “Quiero que vean dónde vive mi hermano, en una casa humilde, sin baño, sin agua, sin luz; para que vean que no es una persona de plata”. Pero no se pudo. Y ella tampoco logró retirar las únicas cosas de valor que quedaron adentro: una bicicleta, una motosierra y una guadaña.
Después, y de repente todo se rodeó de policías. El jefe de la Subcomisaría N°22, Carlos Pereyra advirtió antes que este medio lo indagara que no estaba “autorizado a dar declaraciones”, y que había que gestionar toda información a través de Relaciones Policiales”.
Más tarde volvieron los momentos de tensión a la dependencia: otros reclamos a la fuerza de seguridad.
“Estamos desesperados, no tenemos gente del poder, del Gobierno, que nos venga a decir algo, esto es muy serio, es un secuestro y no sabemos absolutamente nada”, reclamó Fernando. Anticiparon que las protestas continuarán hasta que haya novedades de “Ale”.
También tuvo en cuenta que un caso similar “nunca pasó en Cortaderas”, que los sujetos (supuestos secuestradores) “actuaron con mucha inteligencia”.
“Con mi familia hicimos el rastrillaje que debió hacer la Policía. Trabajamos mucho más que los que son profesionales. Vengo pidiendo desde el domingo a las 7 de la mañana que revisen las cámaras, y hasta acá eso no se hizo”, cuestionó por otra parte.
Persiste el enojo con los autoridades porque pudieron comprobar que “no fue” como se declaró oficialmente: “Dijeron que había 150 policías rastrillando, pero en realidad cuando nosotros fuimos estaban todos metidos en la casa de mi hermano”.
Sorprendió también que este miércoles por la noche se concretara una nueva inspección, cuatro días después en una zona “ya contaminada”, que pisaron cientos de personas.
El hilo de la investigación se sostiene con los testimonios de las dos personas que dijeron ver todo, Damián y Royer. De los dos, la Policía solo se refirió a uno: “Está colaborando, aportando datos”. Del otro no se dijo nada. Sin embargo estuvieron ambos en el mismo lugar. Declararon que los sujetos colocaron precintos sobre el cuerpo de Ale, porque “escucharon los sonidos”. Advirtieron que le dieron un culatazo y que lo dejaron inconsciente. Vieron dos vehículos.
Cuando desapareció Alejandro estaba juntando leña para terminar el arrope que estaba preparando.
“No tenía problemas con nadie, estaba siempre en el campo. En la Policía están más perdidos que nosotros. Dicen que están trabajando, pero nosotros seguimos esperando, las horas pasan y todo es peor”, afirmó Fernando.
Por la tarde, se concretó un nuevo corte sobre la Ruta N°1, a la altura de Cortaderas y Villa Elena.
La Justicia no tiene en su poder los resultados de las grabaciones en los pórticos de patentes, y mantiene el hermetismo en relación a la información.
En diálogo con El Chorrillero, la jueza Besso dijo que estaba “conforme” con el trabajo que realiza la Policía y se refirió a la familia de Ochoa: “Estamos haciendo todo lo que se puede hacer, buscando en base a las declaraciones de los testigos, si ellos no están conformes no sé que pretenden. Están todas las divisiones de la Tercera Circunscripción abocadas a la tarea”. Para la Justicia, son los “testigos esenciales”.
Por otra parte confirmó que en “inmediaciones” a la casa de Ochoa “se encontraron plantas de marihuana”. Si bien no dio detalles del lugar exacto donde estaban y cuántas había, dijo que “estaban dispersas, en distintos lugares”.
Si estos hallazgos tienen que ver con la desaparición, dijo que “no se sabe”, y que todo está siendo averiguado: “Si me pregunta si seguimos una pista, no. Investigamos desde el secuestro y todo lo que manifiestan los testigos”.
Hoy se cumple el quinto día de la desaparición. Nada cambió porque “no hay ninguna pista”. Mientras sigue la pena de un pueblo, por la Costa sobrevuela el recuerdo de Lucas Bolloti. El joven de 24 años desapareció en julio de 2017 en Papagayos, a solo 19 kilómetros de Cortaderas. Se cumplirán cuatro años de todo eso y es inevitable asociar los casos.