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Monseñor Barba: “No nos quedemos atados a la enquistada frase: ´acá siempre se hizo así´”

Fue su primera vigilia pascual como obispo de San Luis.

Foto Marcos Verdullo - Archivo
Monseñor Gabriel Barba.
Actualizada: 04/04/2021 01:31
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Monseñor Gabriel Barba dedicó un tramo de la homilía para hablarle “particularmente a la Iglesia de San Luis” a la que dijo “amo entrañablemente”.

“El papa Francisco nos recuerda incansablemente que no nos quedemos atados a la enquistada frase: ´acá siempre se hizo así´” citó y dijo: No se imaginan cómo escucho repetir esa frase por donde me mueva. Necesitamos dar el paso de la Pascua y necesitamos escuchar la palabra, pero hacerla carne. No quedarnos con nuestras propias palabras y convencimientos”.

En su primera vigilia pascual como obispo de la provincia, pidió: “Construyamos una pascua para San Luis, siendo testimonio alegre de la vida. Del perdón. Testigos de verdad. Constructores de una Iglesia viva donde todos se sientan parte”.

Monseñor Barba dividió la homilía de la misa celebrada en la Iglesia Catedral en tres subtítulos: “Dios se revela”, “la palabra se hizo carne” y “la palabra se hizo silencio”.

A continuación la homilía:

Dios se revela

La Vigilia de hoy nos sumerge en la historia de la salvación fundada en la historia del pueblo de Israel, del pueblo elegido por Dios. Podemos decir el Dios que se revela, que se da a conocer.

En el libro del Génesis escuchamos atentamente el relato de la creación donde en forma repetitiva se nos recuerda al Dios creador…, que de la nada va creando cada cosa de la naturaleza, cada ser… y especialmente al hombre y a la mujer… a su imagen y semejanza.

Los niños y los jóvenes… desde la más tierna infancia deben escuchar en familia estos relatos. Esta enseñanza. La más básica de la catequesis…; porque también, luego, la educación que recibirán en la escuela sumará a eso mismo otras miradas más o menos acertadas, más o menos científicas que, seguramente no incluirá esa mirada religiosa que es la que nos da la Sagrada Escritura. No busquemos allí una mirada o respuesta científica porque no es el objetivo del autor sagrado. Sin embargo, nos debe quedar claro que hay un solo origen de todo y eso solo se da en Dios, quien así lo ha revelado. Y corresponde a nosotros velar por que esos cimientos estén bien puestos en la vida de los niños y jóvenes… y en los nuestros propios. Luego todo lo demás podrá sostenerse armoniosamente.

Luego de la lectura de la creación, el Génesis nos hace memoria del sacrificio de Abraham. El depositario de las promesas de Dios. Dios le había prometido una descendencia numerosa como las estrellas del cielo y en forma contradictoria en este relato le pide el sacrificio de su hijo Isaac. Le pide todo…

Lo prueba…, con la prueba mayor para un padre…

Y Abraham…, hombre de fe, confía y responde ante la demanda de su hijo que no veía el cordero para el sacrificio: “Dios proveerá el cordero para el holocausto”. Cree, confía y espera… cuando nada se lo podía asegurar más que la propia fe y la propia confianza en su Dios.

Un verdadera, dura y fuerte prueba…

Al estirar su mano con el cuchillo, listo para el sacrificio escucha la voz del ángel que le dice: “no pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño”.

Ahora sé que temes a Dios.

Poniendo la mirada sobre su hijo Isaac…, nada dice de él, salvo su pregunta por dónde estaba el cordero. Luego se dispone la leña… ata a su hijo y lo coloca sobre la leña…

Mientras tanto Isaac no dice nada. No pelea por su vida…

Una actitud de manso cordero. Silente. Dispuesto al sacrificio. Anticipo del verdadero Cordero inmaculado…

Y Dios provee…; y Dios… proveyó…

La revelación ha sido verdaderamente un proceso que desde el inicio de los primeros seres humanos ha crecido como una semilla plantada en la creación y en las promesas. Cumplidas con el paso del tiempo y la necesaria participación activa del pueblo. Pueblo que no siempre ha sido el…; pueblo que por siempre ha podido ver la fidelidad de Dios.

Abraham aprendió a temer. Aprendió a confiar. Aprendió a abandonarse en la fe en Dios. Un temor que no es terror…, un temor que aprendió a basarse en el amor. Nuestro padre en la fe.

La palabra se hizo carne

La máxima expresión del amor de Dios la tenemos manifestada en Jesús mismo. Venido para salvar, no para condenar.

Enviado por el Padre. Obediente hasta la muerte.

En Él somos bautizados como injertados por el Bautismo a un árbol fuera del cual no tenemos vida. Bautismo que nos

sumerge en Él. En su muerte, dice San Pablo, sepultados para renacer como Él a una Vida Nueva.

Para ello morir al pecado para vivir en Él.

No es un acto único. Es un camino que nos lleva la vida.

La Vida nueva es un proceso o camino de santidad donde debemos dejar que Dios obre en nosotros para llegar a ser otros Cristos.

Nos equivocaríamos si esto lo viviéramos bajo la tentación de sentirnos superiores… o mejores que los demás. Es una gran…, latente… y silenciosa tentación. Debemos aprender como el antiguo Pueblo de Dios a caminar juntos…, a salvarnos juntos guiados por el mismo Dios. Lo mismo sucede con los Apóstoles, cimientos del Nuevo Pueblo, a que, como Iglesia vivamos la salvación y la hagamos posible a los demás con nuestro testimonio, sencillo y creíble.

Para ello debemos entonces recibir la Palabra. Dejar que penetre en nosotros y que nos interpele para transformarnos en hombres nuevos. En mujeres nuevas llenas de Dios. Portadoras de la Palabra viva y verdadera.

Y la palabra se hizo silencio

Esta frase debo reconocer que nunca la había escuchado…, y hoy me llevó a una profunda meditación. Acompañando al Cristo muerto en la cruz. La fuerza y el misterio del Viernes Santo nos cubre con su sombra de muerte y nos introduce a las tinieblas donde el mismo Hijo de Dios se abaja. Porque asume todas nuestras realidades…, desde allí nos redime.

Entra en nuestras sombras de muerte y desde allí nos rescata.

Pero es muy difícil comprender y aceptar la muerte y el sufrimiento.

Paso que el mismo Jesús ha dado y ha transitado.

Cuando todo nos supera… hacemos silencio

Cuando todo se nos termina… hacemos silencio

Cuando la muerte y la enfermedad nos rodea… no alcanzan las palabras.

Pero como decía recién: La Palabra misma se hizo silencio. Y nos

habló desde allí. Con su cuerpo. Con sus gestos y acciones…; con su entrega.

Los ruidos del mundo nos distraen permanentemente.

Necesitamos aprender a callar para escuchar a Dios.

Necesitamos aprender a ver los gestos de Dios entre nosotros.

Necesitamos que la vida de Dios, entre a nuestras vidas. Eso es conversión.

Creo que pueden sobrarnos sermones y horas de ritual

celebración…, pero si no sabemos escuchar… nada nos dirá

finalmente…, nada cambiará en nuestras vidas.

Quisiera ardientemente que VIVAMOS LA PASCUA. Demos junto a Jesús ese paso… esa Pascua.

No seremos testigos eles si no cambiamos…, si no dejamos que Dios nos transforme.

Me preocupa que nos autoconvenzamos de nuestras referencias y seguridades y no dejemos que las enseñanzas de Jesús hagan meya en nuestras vidas. En nuestras comunidades…, finalmente en nuestra Iglesia. Y particularmente le hablo hoy a la Iglesia a la que pertenezco y amo entrañablemente, a la Iglesia de San Luis.

El Papa Francisco nos recuerda incansablemente que no nos quedemos atados a la enquistada frase: “acá siempre se hizo así”. No se imaginan cómo escucho repetir esa frase por donde me mueva. Necesitamos dar el paso de la Pascua y necesitamos escuchar la Palabra, pero hacerla carne. No quedarnos con nuestras propias palabras y convencimientos.

Construyamos una Pascua para San Luis, siendo testimonio alegre de la vida. Del perdón. Testigos de verdad.

Constructores de una Iglesia viva donde todos se sientan parte.

Seamos miembros vivos y activos del cuerpo de Cristo que hace carne hoy su entrega, su amor, su perdón que, nos ha dado como manso cordero inmolado y no como duro juez.

María Magdalena ha roto el silencio de muerte siendo testigo de la Vida frente a los Apóstoles. María Magdalena enseña a los Apóstoles a dar el primer anuncio.

Lo hace con su acción.

Una mujer (quien, en su época, no era considerada como testigo válida) Jesús la toma para dar ese primer anuncio.

Tenemos mucho por aprender… por anunciar… por testimoniar.

Digamos entonces con nuestras acciones eclesiales: DIOS ESTÁ VIVO. CRISTO HA RESUCITADO y nos llama a dar testimonio creíble y confiable. Construyendo un mundo nuevo. Una nueva vida para cada uno de nosotros. Donde nadie quede fuera. Donde todos se sientan invitados porque por todos y cada uno ha dado su vida, aun siendo pecadores.

¡Felices Pascuas!

+ Mons. Gabriel Bernardo Barba

Obispo de San Luis

 

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