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Los carnavales no hace mucho tiempo

Por Nino Romero

por Nino Romero

elchorrillero.com

Actualizada: 17/04/2021 23:18

En San Luis, mucho antes de la pandemia, habían desaparecido los carnavales, salvo algunos intentos esporádicos de organizaciones barriales.

Se esforzaban en armar una murga, desfilar, divertir y lograr la presencia de números artísticos en el lugar.

También algunas gestiones municipales intentaron revivir los desfiles de carnaval y hasta se contrataron artistas nacionales muy importantes.

Aclaremos que, por supuesto los carnavales no se festejan igual en todo el país, y cada provincia y cada zona tiene sus características.

Inclusive en la provincia de San Luis, los festejos y costumbres eran diferentes en cada localidad.

Lo que puedo contar por haberlo vivido cuando niño son, por supuesto, los famosos bailes de carnaval en los salones más populares.

La gente se vestía elegante para esas ocasiones, y las damas eran las más precavidas en llevar otro atuendo para cambiarse, por las dudas que las mojaran.

El tema era el peinado. Las máscaras, antifaces y disfraces eran para aplaudir, tanto en damas como en caballeros.

El cotillón también era importante y que no faltara el papel pícado.

Pero estoy hablando de los carnavales en que chayábamos únicamente con agua. En baldes, tarros, pomos.

Se acordarán de la famosa frase: “apretá el pomo que todo el año es carnaval”.

Y el origen se encuentra en que se trataba de varios días de feriados y de diversión.

Al comenzar, y luego, para prolongar los días festivos, el siguiente fin de semana, aparecía “el entierro del carnaval”.

En San Luis el tema era mojar. Con agua. Aunque a veces esa agua se ensuciaba a propósito o tenía algún elemento químico que manchaba.

Todo quedaba dentro del barrio con verdaderas batallas familiares a baldazos, que cuando sus protagonistas se cansaban, volvían a sus hogares, se cambiaban, y se venía la mateada entre los vecinos para reírse de las situaciones que habían protagonizado.

O a veces los enfrentamientos con agua eran entre barrios.

Había algunos enojos y quedaban rencores. No hay que negarlo. A veces las cosas pasaban a mayores, pero no era lo habitual.

Pero cuando esos festejos se mezclaban con la ingesta de alcohol se perdía el rumbo.

Los niños lo disfrutábamos de una manera muy sana. (Aclaro que alguna vez también fui niño).

Y era una aventura salir de tu barrio para ir a otro que no conocías tanto.

Todo eso hasta que llegaron unos elementos que provocaron mucho daño: las famosas bombitas.

Más que globos con agua eran proyectiles que muchas veces contenían elementos que lesionaban a la persona en la que impactaba.

O eran arrojadas con tal violencia desde algún vehículo, que hubo casos de lastimaduras irreparables por algún bombazo en un vidrio, y las esquirlas causando daños en la cara de las personas.

Existe un famoso caso de un hombre que perdió un ojo porque se le incrustó un pedazo de vidrio de un ventanal de la confitería, en cuyo interior estaba sentado tomando un café.

Había pasado una camioneta con mucha gente en su caja trasera tirando bombitas a diestra y siniestra. Fue frente a la Plaza Pringles.

Que quiere que le diga. Me parece que, desde la aparición de las bombitas, por miedo, comenzaron a cambiar las costumbres del carnaval.

Lamentablemente.

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