Los partidos ultraortodoxos, fuera de juego en la nueva coalición en Israel
En el centro del poder israelí durante años gracias a su apoyo al ex primer ministro Benjamin Netanyahu, los ultraortodoxos están ahora en la bancada de la oposición, preocupados por un gobierno de cambio que "pone en peligro la identidad judía".
En Israel, el lugar de la religión en la política y en la esfera pública es una línea de división profunda entre laicos, ortodoxos y ultraortodoxos.
Tras las legislativas de marzo, en las que obtuvieron 16 escaños de los 120 del Parlamento, los dos partidos ultraortodoxos pensaban que iban a seguir formando parte del poder en un gobierno de Netanyahu, como prácticamente ocurrió sin interrupción en estos últimos 12 años.
Pero esta vez, el apoyo de Shass (sefardí) y Judaísmo Unido de la Torá (askenazí) no fue suficiente para que Netanyahu logrará los 61 diputados necesarios para formar un gobierno.
El mandato pasó a manos del centrista Yair Lapid, que propuso un gobierno heterogéneo que va de derecha a izquierda. Su aliado, el líder de derecha radical Naftali Bennett, tomó el domingo las riendas de esta variada coalición.
Los ultraortodoxos, que rechazaron formar parte de este equipo cuyo único punto en común era expulsar a Netanyahu del poder, están ahora fuera de juego y temen a este gabinete contrario a sus “valores judíos”.
“El gobierno de Bennett tira a la basura todo lo que es importante para el pueblo judío”, afirmó Arié Dery, dirigente de Shass y hasta ahora ministro del Interior.
“Los diputados ultraortodoxos no nos enseñarán qué es el judaísmo”, reaccionó Naftali Bennett, él mismo judío ortodoxo pero no “haredi” (“que teme a Dios” en hebreo, ultraortodoxo).
“Guerra parlamentaria”
En la práctica, los partidos ultraortodoxos perderán su influencia en la atribución de ayudas públicas.
Sus instituciones “sólo subsisten gracias a estas subvenciones”, analiza Ilan Greilsammer, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Bar Ilan, cerca de Tel Aviv.
Los “haredim” (12% de la población israelí), muchos de los cuales no trabajan y se dedican a estudiar en las escuelas talmúdicas, dependen mucho de las subvenciones públicas.
El revés será duro, porque van a perder un puesto clave, el de la comisión parlamentaria de Finanzas, dirigida desde hace años por Judaísmo Unido de la Torá, explica a la AFP Greilsammer, especialista del mundo ultraortodoxo.
Además, el nuevo ministro de Finanzas es Avigdor Lieberman, líder de la derecha nacionalista laica, abiertamente opuesto a la influencia de los ultraortodoxos en el poder.
También les preocupa que otras corrientes del judaísmo se apoderen de las cuestiones religiosas, hasta ahora en manos de los ultraortodoxos.
Según ellos, el nuevo primer ministro, Naftali Bennett, que lleva una kipá muy discreta, es un “reformado”, un insulto supremo para ellos.
En su programa, las cuestiones de religión y Estado no son prioritarias, aunque hable del “fortalecimiento de la identidad judía”.
“Vamos a brindar una guerra parlamentaria contra esta coalición que pone en peligro la identidad judía del país”, advirtió Yossi Taieb, exdiputado de Shass y rabino.
“Aterrorizados”
Se le reprocha a Bennett su apoyo a proyectos de ley que pondrían fin a la exención del servicio militar para los estudiantes en las escuelas talmúdicas, permitirían la circulación de transporte público el sabbat o facilitarían el proceso de conversión al judaísmo.
Los diputados ultraortodoxos también temen que el gobierno Bennett-Lapid modifique la política llamada de statu quo, en vigor desde la creación de Israel en 1948, que establece una aplicación estricta del judaísmo en la esfera pública (respeto del sabbat en los lugares públicos, control de las reglas kósher por parte de los rabinos, prohibición de las bodas civiles…).
Los ultraortodoxos “están aterrorizados con este nuevo gobierno, lo que está pasando para ellos es una catástrofe”, estima Peggy Cidor, periodista del diario Jerusalem Post. Van a enfrentarse a “una crisis profunda”, añade. (AFP)