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El arte rupestre oculto de Yibuti brinda una ventana al pasado

A la distancia, los barrancos negros parecen monótonos, quemados por el calcinante sol del desierto. Pero de cerca, el basalto revela grabados de jirafas, avestruces y antílopes hechos hace 7.000 años.

Foto AFP
Ibrahim Dabale muestra un ejemplo del arte en roca en la región de Tadjoura, en el norte de Yibuti.
Actualizada: 07/08/2021 22:49
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Por Marion Douet (*)

Estas obras maestras grabadas en el lienzo antiguo del norte de Yibuti, figuran entre los ejemplos más importantes del arte en roca del Cuerno de África, una región rica en herencia arqueológica y cuna de la humanidad.

A lo largo de tres kilómetros en Abourma, unos 900 paneles retratan en magnífico relieve la vida prehistórica en estos parajes, escenas dramáticas de los primeros hombres enfrentando la vida silvestre o conduciendo vacas.

Pero estos tapices antiguos, grabados con pedernal en la roca ígnea, también ofrecen un registro valioso de una era antigua y de una tierra drásticamente modificada por el cambio climático.

La vida silvestre que ilustran aún se encuentra en las planicies de África, pero no en Yibuti, un paisaje desértico donde el agua y el follaje han sido escasos por miles de años.

“Abourma hoy día es como un cementerio porque ya no tenemos estos animales aquí. En aquel tiempo rondaban aquí porque Yibuti estaba cubierto de bosque”, explicó Omar Mohamed Kamil, un guía turístico local.

“En Abourma (…) estamos un poco lejos de la civilización. Estamos en la prehistoria, vivimos en la prehistoria”, agregó.

Milenio sobre milenio

Este tesoro de grabados se encuentra a seis horas en automóvil de la capital, Yibuti, y luego una hora a pie sobre una escarpada extensión de peñascos.

A lo largo de tres kilómetros en Abourma, unos 900 paneles retratan en magnífico relieve la vida prehistórica en estos parajes. (Foto AFP)

Habría sido casi imposible de encontrar de no ser por Ibrahim Dabale Loubak, un criador de camellos y custodio de Abourma, quien asegura conocer “cada piedra, cada rincón y grieta” de este macizo.

Este hombre de 41 años es de la comunidad afar, un pueblo históricamente nómada que rondó las márgenes áridas de Yibuti, Eritrea y Etiopía y ha conocido los grabados por generaciones.

“Nuestros abuelos se lo contaron a nuestros padres y nuestros padres nos contaron a nosotros”, dijo Loubak, ataviado en un tradicional turbante y traje de tejido.

Pese a esta sabiduría local y a sus casi 70 siglos de existencia, Abourma no fue visitada por arqueólogos hasta 2005.

Fue Loubak quien guió al primer equipo francés al sitio, con una caravana de camellos cargada de alimentos, carpas y otros equipos esenciales, incluido un generador para la investigación remota.

El arqueólogo Benoit Poisblaud, quien integró el equipo, recuerda con asombro el “sitio extraordinario” que no existe en otras partes de esta región, la cual estudió como investigador a sus 25 años.

Ibrahim Dabale muestra el arte rupestre oculto en Abourma, Yibuti. (Foto AFP)

“Abourma es una continuidad por varios milenios de pasajes, grabados, realizados por pueblos muy diferentes: cazadores, pastores y los que los siguieron. Son miles y miles de representaciones”, expresó.

Los grabados más antiguos datan de 5.000 años antes de Cristo, mientras otros más nuevos son de hace dos milenios, agregó.

Guardianes del desierto

África posee una gran riqueza de sitios arqueológicos, pero pocos, especialmente los de arte en roca, han sido estudiados a fondo, según Emmanuel Ndiema, jefe de arqueología de los Museos Nacionales de Kenia, en Nairobi.

África posee una gran riqueza de sitios arqueológicos, pero pocos, especialmente los de arte en roca, han sido estudiados a fondo. (Foto AFP)

“Hasta ahora, mientras hablamos, recibimos reportes de sitios aquí en Kenia, ni siquiera de otros lugares”, dijo Ndiema, quien calcula que de solo 10% a 20% de los tesoros arqueológicos del África Subsahariana han sido debidamente investigados.

Ello pone en riesgo el valor universal y la preservación de estos hallazgos, que podrían atraer turistas y amantes de la historia, generando ingresos que los países necesitan, dicen los expertos.

Sin embargo, la visibilidad también tiene un costo para la herencia.

Abourma, por ejemplo, recibe tan pocos visitantes que no tiene cercas, barreras o reglas para quienes llegan a conocer el sitio.

Pero Loubak no está muy preocupado con las amenazas a estas obras milenarias, que son vigiladas por muchas personas que reportan cualquier presencia extraña.

“Nadie puede venir aquí sin que yo lo sepa”, aseguró.

(*)  AFP

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