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De comandante militar a máximo diplomático de los talibanes: el ascenso al poder de Mullah Baradar

El movimiento Talibán siempre ha estado encabezado por personajes secretos, como su fundador, Mollah Omar, o su actual líder supremo, Baibatullah Akhunzada.

El líder del de la delegación negociadora de los Talibán, Mullah Abdul Ghani Baradar, analiza la declaración final de las conversaciones de paz entre el gobierno afgano y los insurgentes.
Actualizada: 17/08/2021 10:45
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Mientras los insurgentes completaban su toma del poder en Afganistán el domingo, la figura más conocida del grupo, el jefe político Mullah Abdul Ghani Baradar, aparecía en las redes sociales para celebrar la victoria.

Mientras los combatientes del Talibán entraban en Kabul, la capital afgana, el 15 de agosto, en las redes sociales se publicaba un video de Mullah Abdul Ghani Baradar. Con inquietud frente a la cámara, el jefe de la oficina política de los insurgentes pronunció un breve discurso ante la bandera blanca de los Emiratos Islámicos de Afganistán (como se autodenominan los talibanes).

"Hemos alcanzado una victoria inesperada. Debemos mostrar humildad frente a Alá", dijo visiblemente sorprendido por la velocidad de la caída de Kabul.

"Ahora es el momento de probar y demostrar, ahora tenemos que demostrar que podemos servir a nuestra nación y garantizar la seguridad y la comodidad de la vida", agregó Baradar mientras instaba a sus combatientes a permanecer disciplinados después de tomar el control de la ciudad. Sin embargo, sus palabras amables no disiparon los temores de miles de afganos, que inmediatamente se apresuraron al aeropuerto de Kabul para tratar de escapar de los extremistas.

Es probable que Baradar, quien ha sido durante mucho tiempo la cara moderada del grupo islamista de línea dura, regrese al poder después de su exilio de 20 años. Su enfoque en obtener el apoyo del pueblo afgano se remonta a sus días como comandante militar insurgente, después de que las tropas estadounidenses derrocaran al régimen Talibán en 2001.

Baradar ordenó en 2009 que los soldados de infantería del movimiento radical llevaran un pequeño manual sobre cómo ganarse los corazones y las mentes de los aldeanos, según un informe del ‘New York Times’. Este "código de conducta", que incluía consejos sobre cómo evitar víctimas civiles y utilizar escasamente los ataques suicidas para prevenir una reacción violenta, reflejaba los instintos políticos de Mullah centrados en que los extremistas tenían que aumentar el apoyo popular después de su despiadado gobierno, que rigió entre 1996 y 2001.

El máximo diplomático de los talibanes

En 2010, Mullah Baradar fue arrestado en la ciudad de Karachi, en el sur de Pakistán, por agentes pertenecientes a Interservice Intelligence, la poderosa agencia de espionaje de Pakistán. Fue fotografiado y exhibido encadenado en un intento por mostrarle a Washington que las autoridades paquistaníes se tomaban en serio la búsqueda de insurgentes del Talibán.

Baradar fue liberado en 2018 cuando Estados Unidos intensificó sus esfuerzos para salir de Afganistán. El clérigo fue trasladado en avión a Qatar y se convirtió en parte del equipo negociador del grupo islamista. A partir de esa etapa, se convirtió en uno de los rostros más conocidos de los radicales y aumentó la influencia diplomática del grupo.

Si bien el primer régimen Talibán fue reconocido por solo tres países: Pakistán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, Baradar se reunió con varios dignatarios extranjeros clave en un intento por asegurar el reconocimiento mundial.

En septiembre de 2020, mantuvo conversaciones con el entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, quien todavía esperaba una salida digna de su país de suelo afgano. El mes pasado, encabezó una delegación en China para reunirse con el ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi. Una visita que ahora está dando frutos: Beijing anunció el 16 de agosto que espera tener relaciones "amistosas y cooperativas" con el nuevo régimen Talibán.

No obstante, los gobiernos occidentales no usan el mismo lenguaje. En cambio, advierten a los insurgentes que se aseguren de respetar los derechos humanos. Pero también esperan que los talibanes no permitan que otros grupos yihadistas utilicen el territorio afgano como base, como lo hizo Al-Qaeda antes de los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos.

Sin embargo, los antecedentes de Mullah Baradar generan dudas. Detrás del elegante diplomático, hay un comandante militar curtido en la batalla con estrictas convicciones religiosas sobre cómo debería ser el mundo.

Primero los soviéticos, luego los estadounidenses

Nacido en 1968 en la aldea de Weetmak, Abdul Ghani Baradar creció en la ciudad de Kandahar, en el sur de Afganistán, el lugar de origen del movimiento Talibán. Luchó durante la guerra de 1979 a 1989 para expulsar a las fuerzas soviéticas de Afganistán, lo que atrajo a miles de combatientes islamistas de todo el mundo y consolidó las relaciones personales entre yihadistas afganos y extranjeros.

Fue en ese momento cuando conoció al Mullah Omar, el clérigo que perdió un ojo durante el conflicto soviético y se convirtió en el líder supremo del grupo extremista. Ambos fueron miembros fundadores del Talibán islamista de línea dura que surgió a principios de la década de 1990 en las escuelas religiosas del sur de Afganistán y en los campos de refugiados afganos en Pakistán. Según un informe de la BBC, es posible que los dos hombres se hayan convertido en cuñados después de que Baradar se casara con la hermana de Mullah Omar.

Baradar, por lo tanto, ha sido un insurgente durante toda su vida adulta, excepto durante los cinco años en que los radicales controlaron Afganistán (1996 – 2001). Ya era una figura prominente del Talibán y ocupó el cargo de viceministro de defensa afgano cuando las fuerzas estadounidenses invadieron el país y derrocaron al régimen, tras los ataques del 11 de septiembre.

Su liderazgo aumentó después de que los extremistas se escondieron, y se le atribuye haber sido el autor intelectual de varios ataques antes de su arresto en 2010.

La próxima vez que Baradar entre en el palacio presidencial de Kabul, podría recordar su participación en las exitosas batallas que expulsaron primero a los soviéticos, luego a los estadounidenses, y ahora en lo que es visto como una reivindicación de su profunda visión religiosa del mundo. (AFP)

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