Historias de San Luis: en el boliche Don Miranda
Decir Boliche Don Miranda es nombrar directamente a Villa Mercedes y a la provincia de San Luis en el país y en el mundo.
Estoy hablando del mayor templo de la cultura cuyana en estas tierras.
No se enoje si utilizo la palabra “templo”. Uno de los significados de este vocablo es: “lugar real o imaginario donde se considera que reside algo noble, digno de ser venerado, o donde se cultiva con especial devoción una ciencia, un arte o una virtud”.
Bueno. El Boliche Don Miranda es un templo que persiste desde hace muchos años, donde la cultura ha echado raíces abrazando todas las expresiones artísticas sin discriminaciones.
El pasado sábado 20 de noviembre, los caminos de la vida me llevaron al Boliche Don Miranda, sin saber que sería testigo de un importante momento en la vida del lugar, ya que se está despidiendo la actual gestión que lo ha manejado durante muchos años, encabezada por la señora Cristina Grosso, a quién conocí ese día personalmente.
Ella me contó que en los últimos años fue invalorable la presencia de Zandra Risatti y Jorge Magaldi para gestionar y mantener funcionando el Boliche, junto a un grupo de amigos.
Y por esas cosas del destino, esa noche fue un momento de encuentro de tres intendentes de Villa Mercedes.
Dos que ejercieron esas funciones: el escribano Eduardo Gastón Mones Ruiz (padre) y el “Gringo” Miguel Ángel Bonino, y también estaba el actual intendente, Maximiliano Frontera.
Por supuesto nos saludamos y conversamos. De todo un poco con los tres.
La gestión de la señora Grosso culminará el próximo 28 de diciembre. No es broma de inocentes. Es una realidad.
Y se está en el proceso de llamado a licitación para conocer quienes se harán cargo de este gran Patrimonio Cultural luego de esa fecha.
“Quiero dedicarme más a la familia, a mis cosas, son muchos años ya en este lugar”, me contó Cristina Grosso.
Ella recordó con exactitud cuando el entonces intendente Mario Raúl Merlo, con quién se conoce desde la infancia, le planteó el desafío que se hiciera cargo del Boliche, y tenía 15 días para ponerlo en condiciones, porque en ese lugar presentaría ante las autoridades y la prensa una nueva edición de la Fiesta Nacional de la Calle Angosta. De esto hace muchos años.
El lugar quedó en condiciones. Se alquilaron sillas, mesas, tablones, vajilla y entre asado y guitarras el objetivo se cumplió.
En una larga conversación me detalló la importante cantidad de reformas edilicias que se hicieron, siendo la más compleja la del techo, destacando el notable trabajo realizado por el ingeniero Miatello.
Como anécdota recuerda que estaban numerados los huecos del techo por donde se filtraba el agua. Eran 19. Eso permitía que internamente las órdenes cuando llovía fueran: “un balde para el 4, otro para el 12”, como si fueran las mesas del lugar. Porque el espectáculo debía continuar.
Fue necesario apuntalar las paredes, construir nuevos sanitarios entre algunos trabajos, respetando el diseño arquitectónico que lo caracteriza.
“Alguna vez esperé apoyo del estado provincial o municipal de turno, pero todo fue hecho con esfuerzo y compromiso propio”, enfatizó.
Y aclaró “me voy contenta y feliz porque dejo funcionando un boliche folklórico y cultural de los más importantes del país en estructura y en historia”.
Este escrito es simplemente relatar lo que viví un día en este templo de la Cuyanía.
No tiene otro objetivo.
Y el deseo que el respetado Boliche Don Miranda siga adelante.
Fotos gentileza