Perdieron sus trabajos y se volvieron cartoneros: “El carro no para, porque hay que comer”
Estas son las historias de personas que perdieron su trabajo y se volvieron cartoneros. Sobrevivir buscando entre la basura.
Al caminar por las calles de la ciudad de San Luis ya sea de noche o de día la necesidad de los puntanos desocupados es latente. Los cartoneros, hombres, mujeres y niños (familias enteras) caminan las calles porque necesitan subsistir. Como antes que llegara el coronavirus (aunque ahora con más urgencias) no pueden frenan el carro.
Lo cierto es que la pandemia castigó duró y arrastró a los más débiles a una compleja situación económica: por ejemplo a quienes vivían de sus changas, el día a día. Tras el aislamiento social, preventivo y obligatorio inédito y eterno que se vivió en Argentina, a un porcentaje no le quedó opción y se volvió cartonero. El número de “recolectores” en las calles de San Luis aumentó (hoy se los ve en diferentes sectores, desde las primeras horas de la jornada). Pero al mismo tiempo “el bulto del cartón bajó”.
El Chorrillero salió a la calle y dialogó con los que la pelean revolviendo entre la basura. Así se conocieron algunos detalles: los cartoneros pueden ganar en promedio en una semana unos $3.000 pero para eso deben caminar entre ocho y diez horas diarias. En el caso ideal, juntan $12 mil al mes (o al menos lo intentan) para asegurar los gastos mínimos de la familia.
La mayoría se moviliza con carros que conducen manualmente, o que enganchan a la bicicleta. Los que no tienen nada de eso, usan los hombros para cargan el peso.
En las recorridas llevan no solo cartones, sino que los elementos van variando entre latas, botellas y cobre. La cuestión es que las botellas tienen muy poco valor. Profundizando ese dato, para cobrar $300 se debe entregar al menos mil kilos de vidrio.
Algunos tienen que sumar el gasto del carro. En su mayoría lo han fabricado con sus propias manos, pero otros deben alquilarlo (a unos $500) o lo cambian por algunas de sus pertenencias. Uno de los casos es Mario Garay (55 años) quien entregó a cambio la moto y el casco.
Garay le contó a El Chorrillero que desde siempre se dedicó a la construcción, pero que desde hace casi dos años comenzó en este “rubro”.
“Este último tiempo por la pandemia y por la falta de trabajo en la provincia no me queda otra que salir a buscar cartones. Comencé con esta salida y sigo de este modo todavía porque no hay nada más rentable”, explicó.
A las 8 en punto, Garay se sube a su bicicleta y se dirige hasta la calle Caseros y España, donde le guardan el carro. Desde ese punto comienza su recorrido de largas horas.
Él no está solo. Vive junto a su esposa y sus hijas de 3, 7 y 11 años en el barrio Estrella del Sur, en un rancho de nylon. Perdió su trabajo pero sabe que no puede bajar los brazos y le hace frente a la vida, y a todos los problemas.
“Fue muy difícil la pandemia, pero tenía que salir igual, tomando todos los recaudos, usando el barbijo, guantes y como lo hago siempre, con el alcohol en gel. También me llevo una botella con agua y jabón porque buscamos en la basura”, dijo.
Reflexionó que en un principio “le costó mucho” adaptarse: “No estamos acostumbrados a esa forma de vida”.
Destacó que “hay muchas personas juntando cartón” y pidió un deseo: “Espero que algún momento aparezca la mano de Dios y nos ayude”.
Mencionó que vende lo que recolecta en “La Chacarita”, ubicada en Santa Fe y 9 de Julio.
“Lo peor es que somos un sector olvidado, nunca nos ayudaron y menos en la pandemia. El carro no para porque hay que comer”, se lamentó.
Los comerciantes también colaboran: “En ciertos lugares la gente me los guarda, yo paso y lo busco. Por ejemplo cada dos días paso por un negocio y después sacó en el otro y así me voy alternado”.
En este sentido, mencionó que nunca tuvo la oportunidad de acceder a un plan social. “El IFE lo cobré una sola vez”, indicó.
Del mismo modo vive Alejandro Ledesma (27 años), quien se desempeñaba como herrero y es padre de una beba de un año y de otra de tres. Hace un poco más de un año tuvo que comenzar a recolectar cartón por la crisis económica.
Relató, en un contacto con este medio, que en sus recorridos siempre lleva un currículum y los deja en donde necesitan gente para trabajar, con la ilusión de que un día puede la suerte le cambie.
“No me quedaba otra que rebuscármela, juntar cobre, aluminio, cartón, lo que sea para llevar el pan a mi casa”, sostuvo Ledesma.
Como a otros tantos le tocó vivir una cuarentena “muy dura” lo que lo motivó a buscar entre los contenedores de la ciudad porque tenía que darle de comer a sus hijos.
“Veo tanta gente viviendo en la calle y nadie nos ayuda, nadie te da una mano para salir adelante”, cuestionó.
“Junto todo durante la semana y lo vendo en el barrio CGT porque con lo que recolectás en el día te dan $200 y no te alcanza ni para almorzar”, dijo.
Antes salía en su bicicleta y traía el peso como podía. Ahora alquila un carrito a su vecino que le cuesta $500 por semana.