Rodríguez Saá, siempre ausente y lejos de los problemas
La falta de agua, agravada por los cortes de luz, es la escena repetida que nadie ve desde la deshabitada Terrazas del Portezuelo. Por todos lados la gente deambula con bidones y ollas para abastecerse sin chance de satisfacer las necesidades primarias de cualquier familia.
Alberto Rodríguez Saá frente a cada crisis o problema que lo roza inmediatamente desaparece y se recluye, por lo general, en su "lugar en el mundo" donde los dramas del resto de los mortales no lo acosan. Es la primera acción que activa frente a una contingencia.
El mecanismo de autopreservación está escrito en su manual. Se corrió de la línea de fuego como su jefa Cristina Kirchner refugiada en El Calafate para que la clientela electoral no la asocie a la crisis energética, a las negociaciones con el FMI y a las vacaciones de su ahijada camporista, Luana Volnovich que mandó a los jubilados a “disfrutar de Las Termas” y viajó a la paradisíaca isla de Holbox en el Caribe, junto a su pareja, también funcionario del PAMI.
El Gobierno rodriguezaísta no siente ninguna responsabilidad y le echa la culpa sin ruborizarse a la sequía, a la ola calor, a los bajones de tensión y también a los puntanos porque “derrochan”. En la pandemia la excusa fue que los gobiernos en el mundo se vieron sorprendidos y enfrentaron lo desconocido.
Rodríguez Saá no puede desentenderse bajo ninguna excusa.
Para empezar no se sabe si el gobernador está en funciones o de vacaciones. Se deduce que está en ejercicio porque en los primeros cinco Boletines Oficiales del año no ha sido publicado el decreto de transferencia del mando. La Agencia que destaca hoy la compra de un robot mozo para el Hotel de Potrero de los Funes tampoco informa sobre actividades o compromisos del mandatario.
El escudo oficial para no pagar el costo político ha sido que la gestión del servicio de agua potable es competencia de los municipios.
Los intendentes incapaces por partida doble no están en condiciones de hacerse cargo de todo el problema. 1) administran un presupuesto finito que escasamente alcanza para cubrir, en la mayoría de los casos, los gastos corrientes y los deja sin posibilidades de hacer obras de infraestructura o comprar una cisterna; y 2) salvo algún intendente opositor, ninguno se anima a pararse enfrente de Rodríguez Saá para exigirle nada más lo que le corresponde a sus ciudades. Son delegados que suelen calzarse el mameluco de voceros de noticias que no quiere comunicar el Gobierno.
Para muestra, un botón.
La comisionada de Villa de la Quebrada salió a poner la cara frente a la parada vecinal en una camioneta destartalada que apenas tiraba un tanque para un puñado de familias. “Rosita” Calderón no es una sacrificada militante de la política, es un engranaje del sistema gobernante desde hace 40 años que en el empobrecido departamento Belgrano usa las peores mañas para hacer votar al padrón rural.
Las limitaciones que se mostraron ayer en este pueblo y en otros, no son las mismas que una intendenta exhibió en un comercio sobre la Avenida Circunvalación. Hace unas semanas desembolsó varios fajos para hacer un fuerte pago en efectivo.
En otro pueblo la gente hizo una colecta para llevarle agua a los vecinos del otrora vergel que fue el paraje Los Cajones, en el límite de Córdoba.
En la comarca puntana también algunos intendentes mandan a parientes y alcahuetes a defenderlos. No tienen vergüenza.
La crisis del agua muestra el desdén de Rodríguez Saá por el acceso a derechos elementales que a esta altura deben estar garantizados. Se jacta de ser estratega. Se adjudica ser el autor intelectual de los diques y de cuidar el recurso. Como administrador del Estado maneja el grifo y les descuenta mes a mes religiosamente el canon a las comunas.
El gobernador se hace el distraído en un régimen donde él decide qué obra se hace, cuándo se hace y quién la hace. Privilegia el faraónico Teatro Club Social cuya inauguración demora porque no encuentra el momento “ideal” porque todos los días florecen dramas.
La ausencia de obras de infraestructura, la prioridad para proyectos frívolos y la falta de planificación fueron sacadas a la superficie como pocas veces por un fenómeno natural. Con el agua pasa lo mismo que en las escuelas: quince días antes del inicio de clases empiezan a emparchar y cortar las malezas.
Los sanluiseños recibieron el año sin agua y en varios puntos de la geografía en llamas.
Los adlátares del rodriguezaísmo predican que el gobernador no debe arrastrar la cruz de las redes vacías. Seguramente tampoco le corresponde cargarla por los incendios.
Probablemente el Gobierno haya entrado en fase de eliminar gastos superfluos y no puede asistir a los bomberos en el norte. Esta semana se viralizaron los posteos sobre la necesidad de agua, frutas, cereales, turrones y medicamentos para los brigadistas.
En el mundo de los funcionarios K puntanos hay otras urgencias. Unos están de vacaciones en la playa lejos de San Luis y otros permanecen inmovilizados por la falta de iniciativa y la incertidumbre sobre los relevos en el gabinete que se darían en lo que resta del verano. Para febrero se espera alguna sesión extraordinaria que incluiría la Ley de Ministerios.
Ningún ministro se asomó en Terrazas del Portezuelo. La presencia de un funcionario político implicaría reconocer la magnitud de los trastornos que viven los hogares.
Coincidencias de la política argentina. Tanto Alberto Rodríguez Saá como Cristina Kirchner brillan por la ausencia en todo evento o circunstancia que no haya ganancia. La última imagen del puntano, resultó irreconocible para el presidente de la Nación por el corte de cabello, es del Día de los Reyes Magos en la videollamada para conectarse a la Casa Rosada con sus pares y oficiar de vocero del kirchnerismo extremo para recocijo del ex vicepresidente Amado Boudou y otros dirigentes de esa vertiente.
En un paraje lejos de la Casa de Gobierno el vecindario “suplicaba”. La palabra estaba escrita en un cartel. Ningún pueblo debería arrodillarse y rogar a los funcionarios.
Gobernantes demagogos que se eternizan en el poder sembrando pobreza. Ven una foto con un cartel quejándose por lo más elemental y se borran.
Por lo pronto, Rodríguez Saá sigue dándose el lujo de poner a prueba la tolerancia de miles de puntanos que esperan, parece, pacientemente que llegue la solución desde muy arriba.