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Falleció Eduardo Rodríguez Saá, ex director del Diario La Opinión

Este domingo se conoció la triste noticia de su fallecimiento, y en la sociedad puntana se lamentó su partida.

Eduardo Rodríguez Saá tenía 75 años.
Actualizada: 30/01/2022 19:02
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Atento, cordial y generoso son algunos de los adjetivos que sirven hoy para recordar a Eduardo Fernando Rodríguez Saá. El domingo amaneció triste para los puntanos porque su cuerpo dejó este mundo a los 76 años.

Nació el 17 de noviembre de 1945 en el seno de una familia tradicional compuesta por Raúl Humberto Rodríguez Saá y Teresa “Chita” Berna, quienes tuvieron cinco hijos: Eduardo, Raúl, Irma, Fryda y Daniel.

Eduardo fue director del Diario La Opinión, propiedad de su familia,  fundado por su abuelo Humberto Rodríguez Saá en 1913. El medio atravesó y reflejó la realidad del siglo pasado. Desde allí, Eduardo escribió la realidad puntana y defendió la libertad, dejó su huella.

En una de las etapas más difíciles del diario tuvo la responsabilidad de dirigirlo con pluralismo. En las últimas décadas La Opinión se caracterizó, entre otras cosas, por ser una tribuna donde se expresó un amplio abanico de voces, y en especial aquellas que no tenían acceso a otros medios. Después el diario fue vendido.

Cursó sus estudios en la Escuela Normal Juan Pascual Pringles, y luego continuó su formación en derecho y psicología, aunque finalmente abrazó la profesión periodística. Tuvo como maestro a Sócrates Ignacio Cortínes. Se casó con Susana Nievas y tuvo cuatro hijos: Carolina, Mariana, Eduardo y Belén.

Eduardo junto a su madre.

Todos lo llamaban "Eduardito" y no dejará de extrañarse. Era de compartir con sus amigos, con la actitud positiva y con la sonrisa de que estaba afrontando sus problemas de salud. Decirle "Eduardito" era la forma de demostrarle cariño, porque era una persona querible, tan humana y sensible. Todos los que compartieron horas de trabajo o simplemente charlas lamentan su partida este domingo 30 de enero. Era muy amigo de sus amigos, un tipo derecho, y noble.

Fue un testimonio viviente de la historia, y era una fuente constante de consulta (aún cuando ya se había jubilado), e inclusive fue colaborador de los archivos históricos de la provincia. Él se conocía a todos. Y si no tenía los datos, sabía cómo conseguirlos.

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