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“Un día consumí cocaína marrón y no me importó”: Martín y una historia de adicciones en primera persona

A los 13 años comenzó un camino que lo llevó al dolor y que hoy en un centro terapéutico intenta dejar atrás. Buscó ayuda en su familia, lo espiritual y profesionales. Poder estar con su hija, volver a vivir y que su realidad impulse a otros a superar las drogas son su motor.

foto marcos verdullo
Martín comenzó a consumir a los 13 años.

por Antonella Camargo

elchorrillero.com

Actualizada: 27/02/2022 02:46

Con “el grupito de la esquina” estaba Martín a los 13 años, pero sin darse cuenta su vida fue dando un rumbo que lo llevó a sentir que moría, a perder a amigos, su pareja y bienes materiales. Pasó del alcohol, a la marihuana y de ella a la cocaína. Esta última se convirtió en su principal droga.

“Soy un adicto en recuperación”, esa fue la forma que eligió para presentarse y comenzar a contar su historia. Sentado en “Día Uno”, el centro terapéutico que hoy es su hogar y rodeado de sus elementos de trabajo decidió relatar un camino que le duele y que al recordar le corta la voz.

Martín tiene 31 años y es peluquero. Empezó en el oficio porque su mamá le cortaba mal el pelo y decidió aprender a hacerlo el mismo. “No puede ser tan difícil” se dijo a la misma edad que comenzó a incursionar en el consumo, y de la cual no puede olvidarse.

Trabaja en un local céntrico, pero además de eso instaló su propio lugar en donde vive para poder colaborar con Emanuel, el director de “Día Uno” y que puedan juntos asistir a más jóvenes que busquen dejar las adicciones.

“Uno va incursionando en la oscuridad. Fue evolucionando sin querer queriendo. Un día el que compró porro, compró cocaína y fue lo mismo, fue dando vueltas hasta que llegó a mí”, recordó de su adolescencia.

Por aquel entonces su mamá se había ido de su casa y encontró el refugio en sus amigos del barrio, solamente buscaba pertenecer y sentirse parte.

Martín está internado en el centro terapéutico "Día Uno". Foto: Marcos Verdullo

“Éramos pibes muy chicos, por lo general no trabajábamos así que empezamos a sacar herramientas de la casa de uno. Juntábamos herramientas y las vendíamos”, continuó.

Martín reconoció que en los primeros seis o siete años no se dio cuenta que tenía una enfermedad. Consumía esporádicamente, pero con el paso del tiempo todo lo hacía con mayor frecuencia y en momentos donde no era habitual.

“Fue muy destructivo”, así definió la evolución de su adicción. Cada vez era más común hacerlo, juntarse a “cortar la semana”, dormir menos y el cansancio. Y para sentirse mejor compraba más cocaína.

Las consecuencias no solo impactaban en su vida diaria, sino que también lo hacía en su salud, su familia y el trabajo. El dinero no le alcanzaba y tenía que pedir adelantos. No se compraba ropa y eran menos los recursos que llevaba a su casa.

“He consumido cocaína marrón, no me importó”, contó. El joven sabía el daño que le generaba, pero era más fuerte.

Pero la plata seguía sin ser suficiente y la venta de diferentes pertenencias se volvía una opción. Desde zapatillas hasta una netbook, todo dejaba de tener utilidad a la hora de priorizar el consumo.

“Dejé los anteojos una vez en garantía. Me fui sin ver a mi casa y dije que los había perdido, pero al otro día se te pasa”, reconoció.

“La familia se enferma igual que uno”

“Te ven raro, te vieron llegar y estás raro, pero se normaliza. La familia se enferma igual que uno”, de esa forma expuso el impacto que generó la cocaína en sus afectos.

Martín montó una peluquería en el centro para poder colaborar con los gastos. Foto: Marcos Verdullo

Así, la vida de Martín seguía cambiando y llegó hasta a ir drogado a eventos familiares. Las mentiras y la manipulación se volvieron una cotidianeidad.

El nunca creyó que necesitaba ayuda hasta que alguien se lo dijo. Después de eso acudió a lo espiritual y gracias a eso estuvo un tiempo sin consumir. Pero tuvo una recaída con una sobredosis que lo llevó a 12 horas de inconciencia. Allí supo que debía recurrir a profesionales.

Pero tenía vergüenza y buscó por medio de internet y luego de eso recurrió a sus hermanos. Encontró un centro de internación en Villa Mercedes y emprendió el viaje hasta esa ciudad. Pero el lugar no estaba y todo volvió a frustrarse. La cocaína estaba de nuevo en su vida.

Los meses transcurrieron y retornó a San Luis. Llegó a una residencia donde permaneció un tiempo, pero la pandemia lo obligó a una externación y permaneció en su casa. Sin embargo, como se trataba de un tratamiento ambulatorio, no funcionó.

“No hay nada más frustrante que haber buscado ayuda, encontrarla y volver a consumir”, expresó.

Martín veía todo oscuro y recordó las palabras de un pastor. Éste le había dicho que su vida cambiaría cuando fuera padre de una nena, sería su milagro. Se sintió listo y su pareja quedó embarazada de quien hoy es su mayor impulso para salir adelante.

En medio de eso, la droga volvió a su vida. En simultaneo a eso sintió perder todo y que con ello quien más saldría perjudicada sería la pequeña. Y fue en ese caos cuando recibió el llamado de Emanuel, pero no tenía dinero para afrontar la internación y el joven decidió darle hogar de todas maneras.

“Recibirme ese día sin un mango, porque me bancó él saliendo a laburar todos los días con su moto, para mí fue fundamental”, afirmó.

Hoy no puede evitar emocionarse al pensar en el futuro. Imaginar el padre, hijo y hermano que podrá ser. Planificar cómo podrá ayudar a otras personas que enfrentan la misma enfermedad que él. Sabe que es un camino que no será fácil, pero tiene la fortaleza para salir adelante y dejar su mayor mal: la cocaína.

Video: Víctor Albornoz – Edición de video: Gonzalo López

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