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El drama del bullying en San Luis: tres historias de dolor

El acoso que vivieron fue desde burlas hasta la agresión física. Se convirtieron en el centro del hostigamiento o aislamiento por tener una discapacidad, ser adoptado, tartamudo y hasta por “ser diferente”.

Fotos marcos verdullo
El drama del bullying en San Luis: tres historias de dolor.

por Antonella Camargo

elchorrillero.com

Actualizada: 12/03/2022 22:13

Drayke Hardman tenía solamente 12 años cuando tomó la decisión de irse del mundo. El hostigamiento que sufrió durante un año en la escuela fue el principal desencadenante. Todo sucedió en Estados Unidos, pero el dramático caso traspasó las fronteras de todo el mundo y volvió a poner en escena una problemática que no cesa y, por el contrario, crece: el bullying.

Pero ¿qué es? Se trata del acoso físico o psicológico que los compañeros le hacen a otro alumno. Estos episodios estuvieron presentes desde siempre, aunque en el último tiempo cobraron relevancia y en el 2017 se sancionó la Ley 26.892, que establece criterios para tratar los conflictos dentro de los colegios.

A raíz de la muerte de Drayke, dos víctimas de bullying y la mamá de un adolescente que lo padece, se animaron a contar su historia. Lo hicieron para que la realidad cambie y las autoridades intervengan para ayudar a quienes lo sufren a diario.

Francisco y Carlos, lo vivieron en carne propia. En sus ojos se refleja el dolor que debieron atravesar y una herida que no cierra del todo. Y hoy, tiempo después, tuvieron el valor de hablarlo.

La mamá, que prefirió resguardar su identidad para preservar a su hijo y desde ahora será mencionada como María, lo hizo ante la impotencia de no poder hacer nada por él y tener que acompañarlo desde afuera en el calvario que implica ir a la escuela.

“Todo empezó por ser diferente, porque no era malo con nadie”, de esa forma Francisco comenzó a contar el hostigamiento escolar que sufrió en la secundaria del Instituto San Marino. Tiene autismo, síndrome de Marfan, retraso mental leve y problemas en el aprendizaje.

Justamente esos eran los desencadenantes de acoso al que debía enfrentarse a diario. Con sus 20 años reconoce que “no quería pisar la escuela” y que, si bien los directivos estaban al tanto de todo, “nunca solucionaron nada”.

Francisco, víctima de bullying.

Él pudo hablarlo con su familia y luego de un tiempo, su mamá accedió a cambiarlo de escuela. Al hacerlo, conoció otro mundo, donde no había violencia de discriminación. Todos lo trataban bien, eran respetuosos con él y lo aceptaban. Eso le dejó claro que “nadie debe sufrir bullying”.

“Me hacían bullying por el color de mi pelo, porque era adoptado y tartamudo”, contó Carlos. Hoy tiene 37 años y fue víctima del acoso durante la primaria y parte de la secundaria. Todo sucedió en la provincia de Córdoba.

La agresión consistió en “risas, burlas y chistes”. Era común escuchar “que no hable el tartamudo” o “que se calle el adoptado”. Cada vez que debía pararse frente a sus compañeros lo sufría y se paralizaba al punto de ni siquiera poder emitir una palabra.

Carlos, víctima de bullying.

Todo se replicaba en su conducta: no podía concentrarse y evitaba salir de su casa. Sus únicos amigos eran sus hermanos, mientras que en la escuela se juntaba con quienes no se reían de él.

Carlos consideró que las autoridades nunca tomaron medidas adecuadas, pero pudo encontrar un sostén en su familia, quienes siempre estuvieron “al pie del cañón”.

Si bien pasó mucho tiempo y uno de sus ex compañeros hasta le pidió perdón, él es consciente que “es difícil sanar” porque “es algo que se lleva a través de los años”.

Carlos padeció acoso en la primaria y parte de la secundaria.

El padecimiento de Carlos fue tan grave que cuando supo que sería papá (cuatro años atrás) tuvo que buscar nombres que no fueran objeto de burlas para cuando la niña fuera a la escuela.

En medio del llanto, María relató cómo cambió su vida desde que se enteró el bullying que le hacían a su hijo. El joven va a la secundaria en una escuela pública de la ciudad de San Luis. En su caso y a diferencia de los anteriores, sufre el aislamiento de los demás.

“Bienvenida a mi mundo”, fue lo que le dijo el joven cuando ella se enteró de lo que sucedía. Iban en colectivo cuando tres compañeros de él subieron, y solo la saludaron a ella. Así era cada día que iba a clases, antes de la pandemia.

La mamá de una víctima de bullying.

“Como no tomo, no fumo, me dejan de lado”, confesó el chico a su mamá. Antes de eso, se dieron otros episodios de otro alumno que le rayaba o rompía la remera, pero pensó que eran hechos aislados.

María advirtió cambios en su comportamiento. Antes “era un chico feliz, contento, sonriente”. Ahora “no duerme casi nada” y cuando le hablaba de volver a la presencialidad, se levantaba e iba.

“Psicológicamente está muy mal”, transmitió con dolor. Pero el joven no quiere ir a un profesional porque justamente considera que él actúa bien y quienes deben cambiar son los demás. Ahora, solo espera que termine el año escolar para irse a estudiar fuera de la provincia.

Su hijo enfranta en la actualidad el aislamiento de sus compañeros.

Hoy, el bullying es una realidad a la que debe someterse a diario. No lo mira como algo del pasado o algo que ya pudo superar. Es parte de su presente y no está en sus manos cambiarlo. Pero si está en el poder de los demás compañeros y las autoridades, hacer que el calvario de un menor llegue a su fin.

Los tres testimonios hicieron énfasis en que la familia tiene un rol fundamental para evitar estas situaciones, pero dentro de las escuelas son los docentes y directivos quienes deben interceder.

Además, coincidieron en que toda víctima de bullying tiene un límite que puede generar diversas reacciones. La más triste y dolorosa fue la Drayke, que decidió quitarse la vida cuando recién estaba empezando a vivirla porque justamente se había convertido en un infierno.

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