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El testimonio de los héroes y el orgullo eterno por defender la Patria

Tres puntanos que estuvieron en la guerra relataron lo que vivieron y lo que sienten en una fecha donde los recuerdos vuelven y están a flor de piel.

Los veteranos Osfaldo Lucero, José Luis Coria y Alejandro Príncipe.

por Julian Pampillón

elchorrillero.com

Actualizada: 02/04/2022 08:07

El 2 de abril de 1982 las tropas militares desembarcaron en las Islas Malvinas dando comienzo a una guerra que quedó marcada a fuego en los argentinos.

El conflicto armado se dio en plena dictadura: un Gobierno que representó la etapa más oscura de la historia del país. Se disputó la soberanía de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y el resultado fue sangriento.

Hoy, 40 años después de la “Operación Rosario”, la "causa Malvinas" y el reclamo por la soberanía nacional siguen latente.

El Chorrillero reunió tres testimonios. Cada uno con su historia, cada uno desde una experiencia que cambió su vida, y que, por estos días, reviven como si el tiempo no hubiera pasado.

Desde el arribo de las fuerzas al territorio ocupado por Gran Bretaña transcurrieron más de 70 días. En ese periodo cinco sanluiseños se fueron para no volver: Julio César Freites (Quines), Mario Esteban Frola (San Luis), Mario Alberto Funes (San Luis), Antonio Hilario Laziar (San Luis) y Rubén Oscar Godoy (Cortaderas).

Todos murieron tras el hundimiento del Crucero General Belgrano.

El 14 de junio de 1982, la Junta Militar encabezada por Leopoldo Galtieri decidió rendirse y notificó el fin de un conflicto bélico con 649 soldados fallecidos. A ese número se sumaron otros que se quitaron la vida por secuelas psicológicas y físicas.

Para conmemorar el Día del Veterano y los Caídos en Malvinas, este sábado habrá actos homenaje en San Luis. El acto principal fue convocado por el Centro de Ex Combatientes 2 de abril, y tendrá lugar a las 17 en el Centro Cultural La Vía.

Aquí los relatos en primera persona:

“De estar de chofer, a tener un equipamiento de infantería”

Alejandro Príncipe pisó Malvinas poco tiempo después de haberse egresado del colegio. La noticia del arribo del Ejército al archipiélago lo tomó por sorpresa mientras cursaba el servicio militar obligatorio en Buenos Aires.

“En un día de franco mientras caminaba pude ver un grupo de gente que festejaba frente a la Torre de los Ingleses, no entendía bien por qué. Cuando acudí nuevamente al destacamento mis compañeros me dicen, ‘che tomamos las islas’. Allí empezaron los movimientos de tropas”, rememoró.

Príncipe fue sincero. En su pasado como estudiante las materias de geografía e historia le resultaban tediosas y sabía “poco y nada” de Malvinas. “No era un tipo que estaba bien informado, poco nos enseñaban”, resaltó.

Tiempo después la vida lo encontró en el grupo de sanidad en combate, en el puesto de socorro Nº 5 de Infantería. El 26 de abril fue convocado.

Más allá del 40° aniversario, todos los años son especiales para Príncipe porque Malvinas ya es parte de su espíritu. Para él, es el “único punto que une a los argentinos”.

En el momento de la citación, los enfrentamientos más graves todavía no habían ocurrido. Una frase suya grafica el momento: “Pasé de estar de chofer en la fuerza, a tener un equipamiento de infantería”.

“Estábamos inflados, nos sacábamos fotos con fusiles, todo. En todas las fotos previas a la guerra nos vemos sonriendo. Nos cargaron arriba de un camión a un grupo de 15 chicos y nos distribuyen en distintos puntos entre Sapper Hill, Longdon, Monte Harriet, y Tamberland”, subrayó.

Contó que durante su estadía tuvieron que matar ganado con la culata de un hacha para poder comer. Los postes de los alambrados fueron el combustible para iniciar un pequeño fuego y cocinar la carne.

Príncipe en su estadía en Malvinas.

El regreso no fue nada fácil: “Tuvimos una etapa en la que fuimos bastante discriminados por haber perdido, no conseguíamos trabajo, no podíamos seguir estudiando, nada. Otros volvieron a sus fuerzas, y también fueron discriminados”.

Esto derivó en que Príncipe se mudara con los años y arribara a San Luis, una tierra que adoptó como suya.

“Con el transcurso de los años la situación cambió. En la provincia la gente me brindó mucho cariño, la gente te rinde honor. Me invitan a un asado y nunca falta uno que dice, ‘el flaco es veterano de guerra’, ahí la reunión cae, se pincha para hablar del tema”, dijo.

Durante el Gobierno de Claudio Poggi, los veteranos sanluiseños volvieron a las islas para intentar cerrar heridas, para visitar las tumbas de los compañeros que se quedaron allí para siempre, y recibieron la gratitud que se había quedado en el camino por tanto tiempo. Luego, otras provincias imitaron la iniciativa.

La vuelta a su puesto.

“Emprendí el regreso con los objetivos de cerrar una etapa: volver a mi puesto en Sapper Hill y también al cementerio de Darwin”, indicó, y añadió que en su vuelta a San Luis su cabeza ya no era la misma: “Cambió con más madurez”.

Encontrar las piezas del rompecabezas mental es la clave, tarea nada fácil ya que la propia geografía de las islas cambió. Donde había planicies, hoy hay terreno elevado, donde “no había nada”, hoy los pastizales cubren el paisaje.

“Hice varios kilómetros a pie y encontré mi posición. Fue un día bárbaro. Llegué y escribí una carta para mis hijos que decía ‘te escribo desde el lugar que le escribí a tu madre’”, recordó con la emoción del momento.

Otro episodio que lo marcó fue el encuentro con un ex combatiente de Inglaterra, miembro del batallón que los aprisionó sobre el final del conflicto.

Producto de esta reunión trazó una amistad con otro inglés que presenció aquel momento, Peter Clark. Las preguntas y anécdotas se cuentan por decenas.

Príncipe arrobó el 26 de abril a las islas.

“Nos manejamos con el traductor de Google. Me mandaba montón de preguntas y era impresionante, coincidentes con la de los argentinos. Una vez me dice ‘pensar que a esta hora un avión vulcano hizo caer bombas’ y le digo ‘yo estaba en una pequeña carpa abajo’”, describió.

Poco a poco, la gesta de Malvinas fue explicada por parte del soldado argentino al inglés: “Cuando le dije que yo no era militar, que era un estudiante de química y que había ido a ese lugar en búsqueda de paz, no lo podía creer”.

En la actualidad, como buena parte de los veteranos, Príncipe difunde las experiencias en Malvinas a estudiantes de escuelas primarias y secundarias.

“Tengo una ventaja, es que les hablo desde mi lugar de estudiante. Cuando le decís que los actos heroicos fueron hechos por chicos de su edad, les interesa mucho. Todas las generaciones tienen respeto, de todas las clases sociales y edades”, finalizó.

“Cada soldado es una historia distinta y con un sufrimiento distinto”

José Luis Coria fue un soldado que vivió el conflicto como mecánico motorista. Hoy, con 63 años recuerda ese viaje donde tenía bajo su supervisión a 10 subalternos.

“Malvinas es muy importante en mi vida, sigue latente en mí”, comenzó con su relato.

A través de un mensaje militar conjunto, la unidad que integraba recibió la orden de retirar material bélico a Buenos Aires y llevarlo al sur del país. Abordó un tren de carga y emprendió el camino.

“Había comenzado la defensa de la patria al recuperar las Islas Malvinas en el Operativo Rosario”, dijo.

Rememoró que “estaba preparado para el posible combate”, pero nunca imaginó que el escenario iba a presentarse tan rápido.

“Iba a entregar la vida si era necesario”, indicó en la entrevista que ofreció en su casa con una bandera argentina de fondo; lo que es algo tradicional en el hogar, según explicó.

Contexto diferente fue el que tuvieron que afrontar los soldados jóvenes, muchos de ellos casi sin experiencia en la manipulación de armas o conocimiento de guerra.

“Había una clase que ni siquiera tenía la instrucción de cómo se manejaba un fusil e iban a combatir contra la primera potencia bélica del mundo, iba a ser desastroso”, manifestó.

Coria en el servicio militar.

Las semanas transcurrieron, las fuerzas británicas avanzaron y, tras más de dos meses de combate, la Junta Militar ordenó la rendición.

Al igual que sucedió con Príncipe, el regreso es un capítulo aparte.

Las diferentes fuerzas militares decidieron ocultar a los combatientes. A oscuras y fuera de la vista de la población, descendieron como si fueran la “vergüenza” de una Nación.

“Fue muy doloroso cuando volvimos después de haber finalizado la guerra, lo que más lamento es que nos escondían. La propia fuerza nos escondía. Cuando llegamos a San Luis, a la vieja estación de trenes, nos descargaron casi al final de la línea, llegando a la avenida España”, agregó.

Años después, ese relato quedó expuesto y el reconocimiento llegó.

Coria junto a un compañero.

“¿Qué me dejó estos años? Mucha familia nueva, hermanos con quien me puedo sentar y hablar el mismo idioma, no así con mis hijos, que hoy son grandes y padres de familias. A lo mejor no les podía contar a ellos lo que había vivido porque me daba pena. No sabía cómo iban a reaccionar”, aseveró.

“Cada soldado es una historia distinta, con un sufrimiento distinto”, confesó.

El deseo de Coria es claro, que no nunca más vuelvan a olvidados.

“El pueblo lo sabe y se lo agradecemos y le pedimos que no nos olviden nunca. Cuando ya no estemos que se acuerden de nosotros porque un soldado no muere en combate, muere cuando el pueblo lo olvida”, finalizó.

“Es una herida que nunca se cicatriza”

Para los veteranos, el principal deber, luego de 40 años, es “malvinizar”. Con sus testimonios buscan que la llama de los caídos perdure, que sea inmune al paso del tiempo y que la lucha por la soberanía de las islas siga a flor de piel.

El presidente del Centro de Ex Combatientes “2 de Abril”, Osfaldo Lucero participó de la gesta a una muy temprana edad. Nacido en el Durazno, estudió un año en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y en el conflicto cumplió tareas en el ARA Bahía Paraíso.

“Cada uno tiene su historia de lo que vivió, pero nuestro compromiso, nuestro deber en memoria de soldados que murieron y sus familiares, y por todos los que perdimos en la post guerra, es malvinizar”, explicó.

Este objetivo, para Lucero, se fue ganando año tras año. Hoy el reconocimiento de la sociedad es un hecho.

Cuando se le consultó sobre qué significa la palabra Malvinas, no dudó en responder con patriotismo.

“Es nuestra Argentina. Me tocó ir a mi como le pudo haber tocado a cualquier argentino. Amo a mi patria y amo Malvinas. Por cada metro cuadrado de nuestra patria hay una gota de sangre derramada por un prócer, un veterano o un granadero que dio su vida”, afirmó.

Ubicado frente a un mural que homenajea a sus compañeros y a la lucha por la soberanía de las islas, Lucero enfatizó que “es una herida que nunca cicatrizará”.

“Mientras vivamos, vamos a llevar en nuestra sangre lo vivido en Malvinas”, comentó.

Un tema que trajo a colación es la compleja vida que debieron afrontar muchos soldados tras la guerra. Desórdenes psicológicos o traumas derivaron en suicidios.

Pese a que no hay cifras oficiales, asociaciones de ex combatientes aseguran que fueron entre 350 y 500 los veteranos que se quitaron la vida en todo el territorio nacional.

“La pos guerra es mucho peor, nos empieza a caer la ficha. Vamos conviviendo y con el pasar de los años, todo lo vivido pesa”, consideró.

El acompañamiento resulta esencial en estos casos: “A veces con el apoyo de la familia, los mismos compañeros, lo hemos ido superando. Quien está mal lo vamos insertando en la sociedad”.

La lucha por el reconocimiento no fue en vano, según Lucero. No fue hasta fines de los ’90 que los gobiernos les brindaron una mano, a través de beneficios o asistencia.

“15 años atrás un veterano debía presentar un recurso en la Justicia para ser atendido si tenía problemas de salud, muchos han muerto por falta de atención médica”, explicó.

Actualmente, casi 23 mil personas reciben una pensión vitalicia del Estado por su condición de veterano.

Y la nota la terminó con su anhelo mayor: “Lo más importante es seguir con la transmisión de la llama del ‘82, que perdure en el tiempo, que nunca se apague”.

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