Miles de fieles expresaron su devoción por el Cristo de la Quebrada
Dos años de pandemia pasaron y la devoción no cambió. Las tradicionales peregrinaciones, los comercios y las demostraciones de fe. Así fue el último día de las fiestas patronales más convocantes de la provincia.
Tras dos años de pandemia y restricciones, los devotos del Cristo de la Quebrada regresaron al suelo de sus promesas. Cerca de 300 mil personas se congregaron para venerar al santo de la Villa y colmaron las calles.
La celebración que comenzó en la madrugada del 1° de mayo con la caminata de los promesantes, culminó con un verdadero júbilo religioso este martes por la tarde cuando la imagen del Cristo salió de la Iglesia para recorrer el pueblo.
Los dos años anteriores la fiesta patronal estuvo limitada por las restricciones del coronavirus, y los fieles no se pudieron movilizar. Las misas celebradas por el obispo Gabriel Barba, en aquel momento estuvieron vacías, y solo pudieron seguirse a través de las transmisiones por internet.
Esta vez el panorama fue distinto y volvió la multitud de fieles. Desde el ingreso se percibía otro ambiente, este martes por la mañana. Las familias que llegaban en sus autos, otros a pie o colectivo. Poco a poco el paisaje volvió a ser el mismo de siempre.
Las casas de comida, con su aroma a asado, los puestos de comerciantes, los acampes, los estacionamientos, las viviendas convertidas en negocios, habían retornado.
En todo momento la parroquia de Villa de la Quebrada mantuvo abierta las puertas para sus fieles. Uno a uno subió las escaleras para saludar al Cristo.
Los devotos llegaron desde múltiples puntos del país, de la provincia e incluso de otros países. Unos viajaron desde Buena Esperanza, El Trapiche, Quines, La Calera; también de Puerto Madryn, San Rafael, Villa Carlos Paz y desde Santiago de Chile.
El recorrido por las 14 estaciones expuso las creencias a flor de piel; con personas que lo transitaron descalzas, otras con sus bebés en brazos, ancianos que iban a agradecer y otros que lo hacían por primera vez.
La historia de Noemí Martínez de Escalante (74) no es una más. Desde hace 56 años que se entrega a la fiesta patronal. No pasó año que no asistiera, pese a vivir en San Rafael. Pero la cuarentena imposibilitó el regreso a la celebración, como a todos.
En el medio, el año pasado, perdió a su esposo. Su compañero de vida fue víctima del coronavirus: tenía 84 años. Las lágrimas y la emoción invadieron la entrevista. Muy emocionada le contó a El Chorrillero la importancia del Cristo en el último tiempo.
“Vengo a cumplir otro año con el Señor de la Quebrada. Tenía a mi esposo sano e hicimos una promesa hace 54 años porque tuvo un problema en uno de sus pulmones y lo desahuciaron los médicos. Gracias al Señor, mi esposo se salvó”, relató.
Y la misión de la mujer es recordar y mantener en la memoria a su pareja.
“Que me dé fuerza y paz para seguir viviendo. Mientras viva voy a venir. Vine con mis hijos, con mis nietas y voy a tratar de venir todos los años que pueda. Soy muy devota, para mí es todo, es muy milagroso, pidas lo que le pidas lo complace”, añadió.
María Suárez es otro ejemplo. Vecina de la ciudad de La Punta visitó la Villa con su padre y el pedido fue claro: que la salud del hombre mejore.
“Tiene problemas en la cadera y venimos a pedir por la salud de él. Lo acompañamos con mi hijita para que él pueda subir al calvario. Tuvimos que caminar despacio por sus problemas”, explicó mientras descansaban bajo la sombra de un espinillo.
“Venimos todos los años. Nosotros somos de fe, siempre rezando desde casa, pidiéndole al Cristo de la Quebrada que nos ayude”, dijeron otros fieles al pasar.
Los feligreses llevaron sus rezos y sus agradecimientos al calvario. Algunos llevaron flores y velas.
Miguel es de Mendoza. Dijo que es devoto desde hace 30 años. Por eso el calvario lo hizo descalzo: “Simplemente para agradecer”.
“No he tenido la necesidad de pedir. En estos años de pandemia me faltó mucho porque tenía que venir a darle gracias y era necesario para mí y mi familia, principalmente mi esposa que siempre me acompaña. El Santo me va a seguir cuidando y me va permitir seguir viniendo”, subrayó.
Ya en el descenso una imagen resaltaba entre todas. Se trata de una foto de Guadalupe Belén Lucero, la nena desaparecida en junio del año pasado. Está llena de flores y todos los que pasan piden a Dios que la regrese con su familia.
El descanso de los fieles se hace en la plaza principal. En el último día de la festividad aguardaron desde temprano el comienzo de la ceremonia central.
Ya pasado el mediodía la oferta gastronómica invitaba. Pizzas, empanadas, panchos, asado, sanguches de todo tipo y choripanes, estaban entre los platos más elegidos.
Para los comerciantes el panorama cambió respecto al 2019, el último año que trabajaron.
Según dieron cuenta algunos de ellos, las ganancias no fueron las que esperaban, que las “ventas estuvieron flojas”. En este sentido también señalaron los altos costos que significaba montar un puesto.
“Hace 10 años que vengo y creo es por la economía. Acá te cobran todo. Además de las 18 lucas de luz, te cobran $15 mil pesos el metro cuadrado y, encima, no hay agua. Tenés que vender mucho para recuperar la inversión”, dijo para graficar.
La misa de Solemnidad del Cristo comenzó a las 15 y fue presidida por monseñor Barba, quien centró su mensaje en la necesidad de “vaciarse de cosas que distraen y atan”.
“Y lo digo como Iglesia de San Luis, debemos liberarnos, vaciarnos de lo secundario para aferrarnos a lo principal, a Dios, a Jesús. Que nos alimenta, anima, da esperanza”, aseveró. Al final le pidió al Cristo que “reciba la fe de su pueblo”.
“Que nos siga alimentando como lo viene haciendo desde hace años. Necesitamos esta esperanza para poder volver a nuestros lugares, no con nuestra fuerza, sino con la de Dios”, completó.
Después comenzó la tradicional procesión que recorrió las calles del pueblo. Es el único día del año que el Santo sale para bendecir las calles del pueblo. Agrupaciones religiosas y gauchas, y miles de feligreses acompañaron el recorrido que duró cerca de una hora.
En la puerta de la parroquia se dio el punto final. El Santo volvió a su casa, y los visitantes alzaron los pañuelos blancos para agradecer, otra vez, las bendiciones y encomendarse a su protección.
Entrevistas: Pamela Camargo y Facundo Revol
Videos: Víctor Albornoz
Fotos: Marcos Verdullo
Edición: Gonzalo López