RELEVAMIENTO
Debate sobre el lenguaje inclusivo en San Luis: la mayoría considera que debe prohibirse el uso en las escuelas
Los principales fundamentos para rechazarlo fueron dificultades para la comprensión de los alumnos, un empleo con ideología y confusión dentro del aprendizaje. Muchos apuntaron a acciones concretas que permitan una “verdadera inclusión”.
El uso del lenguaje inclusivo volvió a estar en el centro del debate en el país a partir de la prohibición que implementó el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) en todos los niveles de la educación básica. Luego de eso, hubo voces a favor y otras en contra.
En este escenario, El Chorrillero realizó una encuesta a través de las redes sociales para saber si los sanluiseños creen que la acción de Horacio Rodríguez Larreta debe replicarse en el ámbito local y los motivos por los cuales tienen esa posición.
En Instagram, un 75% (420 personas) de los que participaron estuvo a favor de la prohibición dentro de las escuelas, mientras que el restante 25% (139) se opuso.
En medio de la discusión, ingreso en la Cámara de Diputados provincial un proyecto de ley que busca acoplarse a CABA en los establecimientos de San Luis.
Entre los fundamentos que mencionaron quienes participaron tuvieron en cuenta otras acciones para generar una inclusión. Pero además, hicieron alusión a confusión, dificultades en la compresión o el aprendizaje y un uso ideologizado del lenguaje.
“No es necesario hablar así para sentirse incluido. Las acciones son más importantes que las palabras mal usadas, innecesaria esa movida. No me siento menos mujer porque digan ‘todos’”, argumentó Natalia Guzmán.
María Agustina Romero apuntó a que la utilización “confunde a los chicos que necesitan contención y amor” y “no está comprobado que cambie nada, ni disminuye la violencia, ni hace que lean más”.
“Falta más inclusión empezando por las escuelas y sobre todo que se capaciten más en diversos temas, por ejemplo en autismo y diferentes discapacidades”, sostuvo Yami Medero.
“Eso no es lenguaje y mucho menos ‘inclusivo’. Eso se impuso por política y su único fin es tener más gente que se deje dominar, empiezan imponiendo cómo hablar, al ver qué lo consiguen imponen más cosas y cada vez va a ser peor. Todo tiene un trasfondo político”, opinó el usuario “claudionatalia”.
Liliana García González consideró que debe prohibirse: “No saben escribir ni leer en el idioma castellano y confundimos a los chicos. Ni hablar de los chicos que son disléxicos”.
“No es ‘inclusivo’ incluyen las ideas caprichosas de un grupo selecto que solo responde a sus propios intereses. Inclusión sería lenguaje de señas; el sistema de escritura Braille. Ahora académicamente falta muchísimo; después cuando llegan a la universidad se chocan con una realidad que dista mucho de lo aprendido”, fundamentó Víctor Morales.
Si bien fueron en menor cantidad, hubo posiciones en contra de que en San Luis se prohíba su empleo en el ámbito escolar.
“Demuestran lo mal que estamos como sociedad. El hecho de no respetar las ‘minorías’, que cada vez son menos minoría. El uso del lenguaje inclusivo no viene a ser obligatorio, viene como medio para referirse o dialogar con personas, sí, personas, que no se sienten parte del binarismo hombre-mujer. Y más allá de eso, no es simplemente el uso de la e. Plantea maneras de hablar con el genérico sin ser masculino, como todo en esta sociedad tan heteronormada”, expuso alefernan7.
Bere Jazmín tuvo un parecer similar y consideró que quienes se oponen al uso cambian “el eje de debate hacia las personas con discapacidad”.
“¿Saben lengua de señas o sistema Braille? ¿Nunca estacionan sobre rampas verdad? O sea, ¿mínimo hacen algo? Además presuponen que no hay personas con discapacidad que sean no binaries o se identifiquen con otros pronombres. ¿Se dan cuenta de lo capacitistas que son? Que al fin de cuentas sólo destilan odio y no tienen un ápice de autocrítica ni conciencia de lo que plantean”, cuestionó.
En paralelo, Yanet Alcaraz escribió que deberán determinarlo los docentes “solo dándolo a los que necesitan de esa ayuda”.
“La inclusión se refiere a no hacer la excepción de esas personas. Ejemplo respetando y dándoles ese lugar que necesitan para poder aprender sin discriminar y sin ser egoístas porque todos tiene los mismos derechos. Hay que saber ponerse en el lugar de ellos”, añadió.
Por su parte, Marisa Fernández apuntó a que “lenguaje hay uno solo”: “Ser inclusivo pasa por otro tipo de aprendizaje y no cambiar la escritura”.
Recomendó que “se implementen otras enseñanzas en el aula como por ejemplo: ¿Qué podemos aportar como sociedad para incluir a quienes lo necesitan? Hablemos de sociedad inclusiva cuando tengamos más edificios adaptados para personas con movilidad reducida (en sillas de rueda, muletas, andadores, obesas, embarazadas). Implementen lenguaje de señas, aprendamos a ser solidarios con quienes necesiten ser inclusivo, porque no tienen opción”.
Francisco Artese volvió a introducir la vinculación con un pensamiento: “No es lenguaje que incluya nada, sino ideología política que pretende confundir la semántica para así poder destruir el pensamiento coherente y propiciar el terreno para implantar populismo decadente, socialismo fracasado y llevarnos a ser una Cuba, una Venezuela”.
Raquel Manchineles, Romi Cresta y Tanía Guzmán, concordaron en que no debe usarse y en que una forma para lograr inserción sería el dictado del lenguaje de señas.
Alberto Barrera respondió que “deforma el idioma y dificulta el aprendizaje”. Karina Herrera sumó que “dificulta la lectura y comprensión también”.
“No incluye, divide y pone de manifiesto mucha falta de inteligencia desde las autoridades que lo quieren imponer hasta gran parte de la sociedad. Lengua de seña y braille es incluir”, manifestó Ro Marín.
Cristian Rearte comentó que es docente y a través de su experiencia ha notado que “chicos y chicas no lo usan”. Y se preguntó porqué debería fomentarse “un tipo de lenguaje que pretende ser inclusivo cuando no lo es desde la praxis”.
“Basta de prohibir. Evolucionemos como sociedad, principalmente como personas”, aseveró Marisa Olga.
Nicolás Avila advirtió que “muchos alumnos salen de la secundaria y no saben escribir correctamente” y por eso “deberían empezar por lo básico”.
Esos testimonios fueron algunos de los que dejaron plasmados los sanluiseños. Puntos a favor y en contra del lenguaje inclusivo, que en muchos casos coincidieron en que también se debe trabajar en los hogares para evitar situaciones de discriminación, que principalmente se dan en las escuelas.
Otros plantearon otras prioridades para abordar dentro de las aulas y para que sean foco de debate de la sociedad. Y gran parte insistió en sectores que sufren formas de exclusión en la sociedad como las personas con discapacidad, sordos y mudos y hasta no videntes.