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Cinco años sin Lucas Bolotti: un chico al que le quitaron el derecho a jugar y una investigación que prácticamente no avanzó

Cuando desapareció tenía 24 años. Nación ofreció hace unas semanas una recompensa para quienes aporten datos, pero nada ha llevado hasta su paradero. La causa sigue abierta, pero sin un horizonte que permita saber qué le pasó.

Lucas Bolotti.

por Antonella Camargo

elchorrillero.com

Actualizada: 18/07/2022 23:08

Era un miércoles más, vacaciones de invierno y un viaje que permitiría desconectar de la rutina. Sin imaginarlo, ese 19 de julio de 2017 fue el día que cambió la vida de Lucas Sebastián Bolotti y su familia para siempre.

Lucas tenía 24 años en ese momento, pero por el retraso madurativo que padece, su mentalidad era la de un niño de tres o cuatro años. Junto a su mamá, Estela Vicondoa y su padrastro Víctor Kravetz habían llegado a tierra sanluiseña desde General Rodríguez, en Buenos Aires.

Estaban en el paraje “El Recuerdo”, en la localidad de Papagayos. Allí, la pareja de docentes estaba construyendo una casa, quizás para tener un poco de la tranquilidad que caracteriza a esa zona en el noreste de San Luis. Lejos de eso, fue el lugar que les quitó la calma y también a Lucas.

La última vez que lo vieron estaba jugando con sus autitos. Desde que advirtieron la ausencia, tuvieron la certeza de que alguien se lo había llevado. Desde un primer momento, la mamá dejó en claro que el joven no tenía la “picardía” ni tampoco la orientación para irse por sus propios medios.

Pero las tareas de la Policía no se orientaron como ellos lo pedían. Pensaron que podía estar extraviado o deambulando por ahí. Cada minuto fue clave, y hoy sus familiares son quienes más lo sufren.

“Se hizo una gran búsqueda en cuanto al terreno: policías, bomberos, canes, y Gendarmería. Pero por ahí lo que falló fue en los primeros momentos esta cuestión de creernos a nosotros. Les decíamos ‘no está acá, no está perdido’”, reconoce Vicondoa.

Efectivos de la subcomisaría 16º de Villa Larca fueron los primeros en iniciar las tareas, tras la denuncia de paradero. Con el correr de las horas, se sumaban más policías y hasta baqueanos. Los rastrillajes abarcaron 3000 metros a la redonda desde la zona cero. La causa se encuentra en manos de la jueza Penal de Concarán, Patricia Besso.

Los días iban transcurriendo sin novedades, pistas o alguna información sobre quién se lo llevó. Sus padres y hermanos reclamaban una mayor difusión y hasta implementaron un pedido a través de Change.org para difundir su rostro y obtener certezas.

“Necesito su sonrisa para vivir, que me pelee, que me haga unos mates asquerosos y sobrepasados de azúcar. Él necesita reírse de eso, ver Cars en la tele y jugar con sus compañeros de granja”, escribía en agosto de ese año, una de sus hermanas Melina Bolotti.

Los trabajos de la Policía incluyeron más rastrillajes, inspecciones y recorridos por diversos lugares. Pero nada arrojó un indicio. Nadie dijo haber visto algo extraño.

Se cumplió uno, dos y hasta tres meses de una investigación que no avanzaba. Volvían las tareas a los mismos lugares, pero nada nuevo pasaba. La familia insistía en que alguien se lo llevó, pedían que los pobladores hablarán y hasta se sumaran cámaras de seguridad de otras localidades.

En medio de eso, el Gobierno provincial, ofreció una recompensa de $500 mil a quien aportara datos certeros que permitieran dar con el paradero de Lucas.

Recién a mediados de 2018 extrajeron a los padres del joven las muestras de ADN para hacer cotejo con sogas que habían encontrado durante un allanamiento.

Con el paso del tiempo, también surgieron llamados y datos que despertaban la esperanza de sus seres queridos. Una mujer dijo haberlo visto en Córdoba, mientras que otros dos hombres dijeron cruzárselo junto a alguien en un micro de larga distancia.

La más fuerte los llevó a Uruguay, donde compartieron la imagen de un chico con características similares a las Lucas. Pero más tarde fue desestimado.

“Sinceramente creímos que lo habíamos encontrado. Fue cuando en el 2018 nos mandaron fotos de Uruguay de una persona muy parecida. Resultó ser que no. Lo comprobó la Policía, el papá pudo acercarse al lugar. Fue la vez que nos sentimos más cerca de volver a abrazarlo”, reconoce hoy Estela.

Así, en numerosas ocasiones el tan ansiado reencuentro se fue renovando. En 2020, Besso dispuso la conformación de una división especial para profundizar la investigación. Y lo más reciente fue el mes pasado, cuando Nación propuso una recompensa de un millón y medio de pesos.

“A veces cuesta mantener la esperanza. Pero nos da un aliento. Nos dice, ‘sigamos’”, expresó la mamá luego de enterarse de la determinación del Gobierno que fue publicada en el Boletín Oficial.

Y llamó a la población a aportar cualquier dato por más que no sea reciente o no sepan dónde está hoy su hijo. Pero que podría ser el puntapié que los lleve hasta su paradero.

Hoy Lucas tiene 29 años, los últimos cinco los pasó lejos de casa y de quienes lo aman. Su mentalidad era la de un niño que apenas estaba empezando a vivir, al que seguramente le entusiasmaban los festejos de cumpleaños, pero le quitaron la ilusión.

Su rostro está paralizado en la mente de su familia, y en los retratos que pudieron captar y hoy inundan las redes sociales. También figura en Missing Children y en Interpol. Pero no pueden verlo, abrazarlo o besarlo a diario.

Las fotos de Luquitas que se hicieron públicas lo reflejan siempre sonriente, con la inocencia de un niño y la alegría con la que se merece vivir, en una infancia eterna y perfecta. Sin embargo, hoy no está. Hoy es una ausencia que duele a sus padres y hermanos. Duele a San Luis, la provincia de donde se lo llevaron y el lugar que no lo protegió.

El chico tenía derecho a estar jugando afuera de su casa, con la tranquilidad con que lo hacía. Sus padres tenían el mismo derecho a verlo ahí sin que nadie se lo llevara. Y cinco años después tienen el derecho a que se haga justicia, dar con los responsables y saber ¿qué pasó con Lucas?

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