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Historias de San Luis: curanderos y curanderas

Nace un bebé o una bebé e inmediatamente cuando llega a la habitación, alguien se encarga de colocarle una cintita roja en la muñeca.

Doña Damiana Vega.

por Nino Romero

elchorrillero.com

Actualizada: 24/07/2022 00:10

Por supuesto lo hace una persona que cree que la cintita será protección del mal de ojos o de la ojeadura, de la envidia, del empacho y de muchos males terrenales.

Hasta que aparece el o la pediatra y algo dice respecto a esta creencia con sólidos fundamentos, o directamente hace como que no ve nada y se encarga de revisar al recién nacido.

Las creencias populares están para eso. Para creer o reventar dicen muchos.

Y siempre te anticipan que la condición es tener fe y creer en estos sistemas para tal vez mejorarte o curarte.

Ojo. Estoy refiriéndome a esas personas que dicen que aparentemente tienen un don y te curan de palabra o con su energía.

Y además no cobran. Dejas a tu voluntad la colaboración económica si podés.

¿Hay chantas? Si por supuesto. Y demasiados.

Hago la aclaración que no estoy refiriéndome a tarotistas, videntes y todas esas yerbas donde se paga la consulta y tenés que regresar muchas veces. No. Nada que ver. Estoy escribiendo de los curanderos y curanderas de la sabiduría popular. De ellos escribo.

Aunque muchos asocian su existencia a un tiempo pasado, les puedo asegurar que no es así, ya que la enseñanza de como curar el empacho, la ojeadura, la panza caliente, los parásitos, las anginas, sigue en plena vigencia.

Generalmente los descendientes de algún curandero/a han seguido con la actividad, porque sus ancestros le pasaron el conocimiento o las oraciones que deben pronunciarse.
Esta ceremonia, cuentan, debe realizarse en Semana Santa.

Aclaro que en muchos casos hacen el bien, pero en otros se han equivocado seriamente cuando se excedieron en las cosas que creen saber.

Para eso está la ciencia, la medicina. Aunque no debemos negar que también en este rubro hay equivocaciones.

Lo ideal es siempre intentar consultar a un médico o médica.

Pero hay mucha gente que vive aislada de la posibilidad de asistencia médica.

Es una realidad.

La señora J realiza sus ayudas en San Luis únicamente con oraciones con sus 90 años a cuestas.

 

El señor M se dedica a problemas musculares y óseos con masajes sin forzar ningún movimiento. Eso sí, hay que bancarse el olor de sus ungüentos.

Don José Morriello.

Sus principales pacientes son deportistas profesionales y amateurs.

En el rubro de M hay mucha gente. No son kinesiólogos ni fisioterapeutas ni masajistas. Ellos mismos se titulan “sanadores de huesos”.

Hay muchos nombres famosos en el curanderismo vernáculo.

Doña Leti, ya fallecida, que vivía en El Chorrillo, y una de sus especialidades era la cura de palabra del ganado embichado o con parásitos.

Ella estaba en una habitación, y gente de su familia daba el orden de los turnos, ya que era por orden de llegada.

También en El Chorrillo Doña Juana asistía a jugadores de fútbol que se habían torcido algún tobillo o los famosos “nudos musculares”.

Recuerdo a Don José Morriello, radicado en Mendoza, que generaba un impresionante movimiento de autos y colectivos que venían de todo el país a su campo ubicado en la zona de La Cumbre.

Imposición de manos era su sistema. Tuvo mucha fama en San Luis, Mendoza y San Juan. No era gratis la visita.

Muchos citan a don Tomás Pérez de Saladillo y cuentan “curaciones milagrosas”. Rezos y algunos remedios caseros eran su sistema.

Hubo y hay muchos curanderos/as, yuyeros/as, acomodadores de huesos o hueseros/as que forman parte de nuestra rica historia.

Doña Tina Murúa, en la zona de La Paz límite con Merlo, definida como “médica y curadora de las almas”, por los dichos populares.

O Doña Damiana Vega, una solidaria mujer habitante de las sierras de Comechingones, que también ayudaba a las personas que no andaban bien de salud.

Doña Damiana Vega.

O “El Alemán” de Carpintería, que te acomodaba “el esqueleto” con masajes y movimientos que te dejaban como nuevo.

Y si nos venimos a Concarán, no puedo dejar de citar a “Don Acosta”, un curador de huesos y dolores óseos de fama nacional e internacional.

¿Qué todo esto se puede cuestionar? Por supuesto. No se puede aceptar fácilmente que se pueda ayudar a la salud de alguien a la distancia o mirando una foto.

Y los dichos de este escrito no deben ser tomados como una promoción del curanderismo. Sería un grave error. Es rescatar nombres y hechos que han sucedido y suceden todos los días en una medicina tradicional que excede a las zonas rurales, como se puede pensar inicialmente.

Aportes a ninojromero@yahoo.com.ar. Gracias. Hasta la próxima.

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