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Historias de San Luis: mentes brillantes de nuestra tierra y el tensiómetro

Con este título podríamos mencionar cientos de nombres que ya no están en este mundo terrenal, otros que sí, y varios que se visualizan como tales.

por Nino Romero

elchorrillero.com

Actualizada: 17/09/2022 23:03

Pero el título “Mentes Brillantes” en este caso se refiere a un capítulo del último libro del médico psiquiatra Fernando Daniel Reyes llamado “Un Mundo Raro”.

Y su primera historia se llama “Desmitificadores” y está dedicada a un colega de Reyes, el doctor Ricardo Rodríguez, de quien se ha ocupado periodísticamente El Chorrillero.

Omitiendo una acertada introducción, la siguiente es una transcripción de esa historia escrita por el doctor Fernando Daniel Reyes.

“Por fortuna siempre habrá mentes dispuestas a ir más allá de los prejuicios cuestionando creencias consagradas.

Estoy pensando mientras escribo en mi gran amigo y colega Ricardo Rodríguez, que inventó hace pocos años un modelo de tensiómetro absolutamente innovador.

Durante siglos la tensión arterial se registró con el manguito tal y cual lo conocemos hoy, utilizando el mismo instrumento independientemente del diámetro del brazo del paciente.

Ricardo, sólo él sabe después de haber controlado la tensión a cuántos cientos de pacientes, advirtió en esa práctica consolidada una fuente de errores a subsanar.

Desde su trabajo como pediatra pensó ¿Es lógico usar la misma herramienta de medición tanto en niños como en adultos con sobrepeso?

Silenciosamente, en soledad, y echando mano a sus ahorros, Ricardo comenzó a investigar para corregir ese atávico error.

Cargó con el escepticismo de una comunidad que acoge extasiada novedades de grandes empresas, mirando con recelo el invento de alguien que vive a pocos minutos de casa y cuyos hijos van a la misma escuela que los suyos.

Ricardo desarrolló un tensiómetro con múltiples cámaras de aire.

Estas se insuflarían en función del diámetro del brazo de cada persona.

Serviría para incrementar la precisión de los registros, pudiéndose adaptar a diversas edades y dimensiones de los pacientes.

Quizás parezca sencillo el concepto, pero no le fue fácil en absoluto alcanzar lo que pretendía.

Trabajó durante años atravesando con su prototipo estrictas pruebas antes de estar listo para exponerlo a la valoración objetiva de la comunidad científica.

Luego de haberse confirmado su carácter innovador lo patentó, presentándolo en convenciones internacionales de inventores.

Recibió el primer premio en una competencia mundial de inventores realizada en Suiza.

Transcurridos algunos años del reconocimiento científico de su creación, Ricardo transita quizá hoy el tramo más difícil, que implica industrializar el invento y lograr su aceptación natural como tecnología médica.

Desconozco que porcentaje de puntanos sabemos que un vecino nuestro desarrolló semejante aporte para la medicina”.

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