Historias de San Luis: fantasmas en radios y canales de televisión de San Luis
Muchos los llaman fantasmas, aunque otros sostienen que no existen o que son energías. En algunos lugares los llaman
aparecidos, espectros, ánimas del purgatorio, almas en pena o errantes y varios títulos más.
Resumiendo, puedo contar algunas historias de “situaciones extrañas” que han pasado en algunos medios de comunicación de San Luis.
Y los relatos los he recibido por parte de quienes fueron testigos presenciales de esos momentos.
Testimonios creíbles.
Por ejemplo. Dos colegas que hacían años atrás un escuchado programa nocturno en Radio Digital de la capital puntana, vivieron una de esas historias. Todo sucedió en la casa del barrio Cantisani donde funciona la emisora.
Cerca de la medianoche, suena el portero eléctrico. Se levanta el locutor para atender, observa por la mirilla, franquea el acceso de la puerta del enrejado que protege el perímetro del domicilio y abre la puerta de la radio.
Allí el locutor y el operador reciben en el hall de entrada a un hombre correctamente vestido, que necesitaba viajar a Mendoza urgente por la muerte de un familiar, y carecía de dinero para comprar un pasaje.
Los hombres de la radio lo atienden, lo hacen pasar, y le piden que espere en la recepción, dónde había un escritorio y varias sillas distribuidas en la sala para las visitas que llegaban.
Los trabajadores de la radio comenzaron de inmediato la difusión del pedido, esperando lograr el objetivo antes de la 1 de la madrugada que culminaba el programa.
Cerca de la radio hay una estación de servicio sobre la ruta, que entonces era conocida como “la Estrella”.
Entonces el pedido era: dinero para un pasaje, o alguien que viajara a Mendoza y en ese momento estuviera en la estación de servicio cargando combustible o tomando un café y pudiera llevar a esta persona.
Casi de inmediato suena el teléfono de la emisora, y el problema estaba solucionado: un camionero lo esperaba en la estación de servicio en forma inmediata.
Hay 3 cuadras de distancia hasta ese lugar.
El operador salió de la cabina, el locutor del estudio, y le fueron a contar al hombre la buena noticia, pero no estaba sentado adónde había quedado esperando.
No había nadie en la recepción. El hombre no estaba.
Por las dudas se dirigieron al baño, pero lo tendrían que haber visto pasar.
No había nadie.
Y la radio estaba total y herméticamente cerrada. Era un lugar muy seguro.
En la entrada había una reja metálica con una puerta y un portero eléctrico para llamar.
Luego venía la puerta de ingreso a la emisora, que estaba con llave.
Ambos lugares fueron abiertos por estos colegas para que la persona ingresara y se sentara en una de las sillas de la recepción.
La puerta de la radio quedó con llave. La ventana de la recepción tenía rejas soldadas y amuradas en la pared.
Por la banderola del baño salir era imposible.
La cocina daba al patio, pero la puerta estaba cerrada con llave. Y la ventana de la cocina clausurada por gruesas rejas.
Las llaves de las puertas, tanto de la cocina como la del ingreso a la radio estaban en poder del operador. Nunca se dejaba nada abierto.
Una persona o invitado pasaba y luego se cerraba inmediatamente.
Y más en el horario nocturno.
Pero el hombre que hacía tres minutos había pedido ayuda no estaba por ningún lado.
El locutor y el operador abrieron la puerta de calle, también la reja exterior y salieron a mirar y no se veía a nadie.
Ingresaron nuevamente a la radio, por las dudas. Nadie.
Entonces uno de ellos decidió ir a la estación de servicio.
Y allí no solo que no había nadie, sino que estaba el camionero que llamó a la radio aguardando a esta persona para llevarlo hasta La Paz, Mendoza, que era el lugar al cual quería viajar por la urgencia familiar.
Y hasta ahora la pregunta sigue sin respuesta.
¿Cómo hizo para salir de la radio si todo estaba con llave?
Cuando fueron a buscarlo a la recepción y no encontraron a nadie, las puertas estaban intactas. No habían sido violentadas desde adentro para salir.
Lo que sí quedó en el cenicero del escritorio fue el pucho y las cenizas de un cigarrillo que fumó el misterioso visitante.