X

Juicio por Mónica Ramos: un desorden compatible con robo, el lugar por donde habría escalado Núñez y las hipótesis iniciales

Las testimoniales estuvieron vinculadas a la escena del crimen, las circunstancias previas del imputado y la víctima; las pericias de la Policía y la toma de conocimiento sobre el hecho.

Fotos Marcos Verdullo
Federico Núñez, el único imputado por el crimen.

por Antonella Camargo

elchorrillero.com

Actualizada: 06/10/2022 00:04

Apenas unos minutos antes de las 11 comenzó la segunda audiencia en el debate oral por el homicidio de Mónica Edith Ramos (61). Se extendió hasta pasadas las 19 y reunió 15 nuevas declaraciones, donde además se incorporaron pericias documentales.

De la jornada se desprendieron diferentes puntos que hacen a la acusación, como los registros fílmicos de una vivienda cercana a la de la víctima, el establecimiento del sector por donde podría haber ingresado el imputado, Federico Núñez (35), el estado de las instalaciones de la propiedad después del crimen y cómo fueron los momentos posteriores al incendio.

Para eso, entre los testigos citados estuvieron efectivos de la Policía, vecinos de la calle Belgrano, gente circulaba por el lugar ese 3 de marzo, la última persona que vio a la psicopedagoga con vida y quienes realizaron las pericias dentro y fuera de la casa.

El Tribunal estuvo integrado por Adriana Lucero Alfonso, Fernando de Viana y Virna Eguinoa. Ésta última participó de forma virtual. Además, acudieron los hijos de la docente, Pamela y Martín Rodríguez, amigas y allegados. Lo mismo hicieron familiares del único acusado.

Virginia Palacios Gonella es la fiscal de juicio, Santiago Saín el representante de los hijos, y Mirtha Esley la defensora de Nuñez.

Saín y Palacios Gonella. (Foto: Marcos Verdullo)

El aporte de las cámaras de seguridad y una amistad

Una de las primeras citadas fue una vecina que reside en la vereda de enfrente a la casa de Ramos. Si bien no conocía la rutina en detalle de su vecina, dijo que el tiempo que pasaba en su casa era poco debido a que “trabajaba mucho”.

Los fines de semana era cuando más permanecía en su hogar. En esas oportunidades tenían contacto y era los días que la docente aprovechaba para poner música, cantar y limpiar la cochera.

La mujer de 82 años contó que tenían “conversaciones de amigas”, aunque eran sobre “cosas triviales, pero no de confianza”. Sí, se divertían ambas junto a “Rosita”, una ex empleada de la víctima.

“Uno de los chistes que le hacía era que tenía que buscarse un novio”, recordó como una anécdota que logró sacar una sonrisa en medio de otra jornada de dolor para sus seres queridos.

Además, hizo alusión a una relación que mantuvo la psicopedagoga con un hombre llamado Lisandro, al que calificó como “un señor muy oscuro”. Lo había conocido en un almuerzo de amigas y el vínculo “duró muy poco”.

Otra vecina le había comentado que el hombre “se bajaba en un remis de noche en la esquina de La Rioja, caminaba hasta la casa de Mónica y entraba”. La misma persona le mencionó que la había estafado con “un préstamo de dinero”.

Sobre el día del asesinato relató que estaba dentro de su casa junto a uno de sus hijos, Javier, que a las 10 se iba a Merlo. A ese horario aproximadamente Torres abrió el portón para que éste sacara su camioneta. Casi en simultáneo arribó otro de sus hijos, Hugo, que debía trasladarla a cobrar al banco.

En ese momento, vieron que Ramos dejó unas carpetas dentro de su vehículo y los saludó. A su espalda estaba la mujer que le hacía la limpieza (Eulogia Vílchez). Después, ambos se fueron. La vecina regresó cerca de las 14, cuando ya había pasado todo.

“Rosita me estaba llamando desesperada, pero en el banco no podía atender. Me desesperé porque se estaba quemando una casa. A Hugo se le rompió el embrague y me tomé un remis. Llegué y ya no pude pasar. Estaban bomberos, un camión rojo y una ambulancia”, rememoró.

Sobre los llamados de los que muchos estaban al tanto, transmitió que “en los últimos tiempos estaba preocupada por su seguridad”.

“Tuve una conversación donde nos contó que venía siendo perseguida, que la llamaban tarde, siempre porque el hijo había tenido un accidente. Esos mensajes no la dejaban dormir. Dijo que no sabía qué hacer, tenía miedo. Intuyo que la estaban queriendo sacar de la casa para matarla, robarle o consumar el delito”, sostuvo Torres.

Por otro lado, habló sobre la empleada: “No era una buena persona”. Explicó que la familia de la mujer vive en una casa aledaña a la de Ramos y ahí “siempre había muchos encuentros violentos”.

“Un día la madre de Marita (Vílchez) me hizo el comentario respecto de este hombre. ‘El novio de la Mónica tiene mucho que esconder porque viene en un remis, se baja en la esquina y se mete ligerito’”, especificó.

Torres tenía 16 cámaras de seguridad en su casa. Las que estaban afuera fueron aportadas a la causa, y son las que registraron a Núñez pasando por el ingreso.

Una conocida de ella, Sandra Aranda la acompañó cuando tuvo que proporcionar las filmaciones a la Policía. Por eso fue citada también por la Justicia y tuvo que corroborar el acta que había firmado en el 4 de marzo de aquel año.

La licenciada Carina Bernal, integrante de Delitos Complejos fue quien hizo un análisis de las cámaras de seguridad que había aportado Torres. Los dispositivos estaban ubicados sobre la vereda.

Presentó un informe que fue elaborado con “las imágenes más importantes”, que surgieron a partir de la visualización de personas con “conductas y cosas que llamaron la atención”.

Describió que miraron desde las 13:30 de ese martes para atrás. Detectaron “el paso reiterado de una persona por ambas veredas desde la noche del martes”, entre las 21 y las 23. Era “un paseo continuo y repetitivo”, donde cruzaba con “una actitud como agazapado detrás de los árboles” o “esperando que pasen los vehículos”. A partir de esto hicieron “foco” en él.

Carina Bernal. (Foto: Marcos Verdullo)

El paso de quien luego fue identificado como Núñez se reanudó en la mañana del martes 3 desde las 6. Todo eso hasta las 6:25 cuando pasa por una cámara, pero no por la otra. Esto significó que se quedó en el sector donde no llegaban las filmaciones.

En concreto, el acusado transitó por el lugar del hecho 17 veces. 12 de esas el lunes por la noche y cinco el día siguiente por la mañana.

El informe también mostró que el auto de Ramos salió de su casa a las 13:36.

La planimetría del lugar y “un desorden compatible con robo”

Para hablar sobre el lugar del hecho fue convocado un efectivo de la Policía Científica, Matías Camargo. El profesional había realizado un plano de la casa, con los detalles de lo que encontró cuando realizaron la inspección.

Explicó que su labor consistió en hacer “un bosquejo de todo lo que había en el lugar y cómo estaba”. Para eso se tomaron dimensiones e identificaron “cada indicio en cada lugar”. Todo se concretó ese 3 de marzo.

A partir de esto, pormenorizó que hallaron un maletín dentro de la vivienda, en el sector de la cochera. La puerta había sido rota por los bomberos para lograr ingresar.

Matías Camargo. (Foto: Marcos Verdullo)

Todo el relato estuvo acompañado de imágenes del interior y exterior de la casa. De las fotografías se desprendió el estado del lugar a raíz del incendio.

Camargo reconoció que en el living había “un desorden de papeles” que “no era compatible con el accionar de bomberos” y lo asoció a “cuando alguien busca algo y empieza a remover elementos”.

Similar era el panorama en el comedor donde todos los papeles estaban debajo del hollín, es decir, “fueron movidos con anterioridad al foco”. En la oficina “se veían elementos que no parecían estar en la posición original”.

Sobre la mesa “había un recipiente blanco, encendedor, cigarrillos y papeles”. A su vez, las carteras también tenían restos de las llamas.

El efectivo se detuvo en la habitación de la víctima donde “había una mayor concentración de lo que dañó el incendio. Era más profundo”. Pudo afirmarlo por “el calor que todavía había ahí”. En el caso del baño, estaban las manchas de sangre y “por las características da mucho porcentaje que sea ese el lugar donde ocurrió el hecho”.

Ratificó que el desorden dentro de la casa no es compatible con el generado por bomberos para apagar un incendio y dijo que las características coinciden “con las de un robo”.

Juan Andrés Silva fue uno de los efectivos de Científica que hacía de fotógrafo. Fue hasta alló el mismo día a la siesta o tarde, cuando estaban en la propiedad bomberos e integrantes de Homicidios. También les exhibieron las imágenes que había tomado. Por la crudeza de los registros, todos los presentes tuvieron que retirarse de la sala de juicios.

La audiencia se extendió hasta pasadas las 19. (Foto: Marcos Verdullo)

Más tarde fue el turno de otro colega, Diego Correa, quien trabajó en una segunda inspección, el día siguiente, cuando el cuerpo ya no estaba. El miembro de la fuerza había tomado fotos de guantes encontrados en el living de la casa, cerca de un sillón.

Expresó que le llamó la atención el desorden en el hogar. También vio un jugo de llaves del auto.

Coincidió en que los brigadistas no pudieron generar ese escenario, y ejemplificó con los armarios, que estaban abiertos cuando esto no suele suceder. Agregó a eso que en el dormitorio había documentación de la víctima dentro de una billetera, pero no dinero.

Para hablar del lugar del hecho también acudió una policía Científica, María Rosa Sepúlveda, a quien inicialmente le exhibieron una planimetría del frente de la casa situada en Belgrano al 110. Explicó que fue enviada hasta allí para “establecer el escalamiento”.

Expuso que se enfocaron en la vivienda aledaña del lado izquierdo porque “había puntos de apoyo”, esto es, lugares donde alguien pudo haberse apoyado para trepar hasta el hecho. Entre estos, determinaron la garita del gas, las rejas y el techo.

De las imágenes tomadas de este último sector de la casa de Ramos, surgió un punto donde “pudo haberse escondido una persona”. Asimismo, en el fondo del hogar había partes por los cuales pudo descender alguien. Esto último porque un portamangueras estaba desprendido, como si hubieran ejercido presión sobre él.

Imágenes de la vivienda por dentro. (Foto: Marcos Verdullo)

Concordó con esto, el suboficial mayor de la Policía Científica, Ariel Acevedo, quién también se encargó de tomar fotografías de la casa. Sumó a lo anterior que el techo de una garita ubicada en el patio estaba dañado como si hubieran “ejercido una fuerza”.

Acevedo planteó que ambos puntos (frente de la vivienda aledaña y la medianera que compartían en el patio) pudo “haber sido el camino para llegar”.

Explicó además que el objeto de la pericia era detectar “los puntos de acceso y escalamiento”.

En relación al espacio en el techo que mencionó Sepúlveda concordó que “resultó de interés porque se podía esconder una persona o algo”.

La última persona que la vio con vida

La empleada de Ramos, María Eulogia Vílchez contó que la conocía porque era vecina de su mamá. Trabajaba desde agosto de 2019 con ella, cuando la docente necesitaba alguien que la ayudara con las tareas de su casa, y su mamá la ofreció a ella. Iba los martes y jueves de 8 a 11 de la mañana.

Comentó que su labor consistía en “la limpieza en general y el planchado”. Siempre lo hacía en compañía de la psicopedagoga, por lo cual no tenía llave del ingreso ni tampoco se quedaba sola dentro del hogar.

Sobre el día del hecho, rememoró que ingresó a horario. Durante esa mañana, la víctima estuvo en el patio porque “quería limpiar la pileta”. Su actividad del día consistió en planchar, después limpió las dos habitaciones en el primer piso, y más tarde la galería donde ella tenía las plantas y la churrasquera. Más tarde la ayudó a sacar el agua que quedaba en la pileta.

Eulogia Vílchez. (Foto: Marcos Verdullo)

Además, ambas bajaron “dos bolsas de tierra fértil que había en el auto” y las dejaron en la galería.

Vílchez señaló que la puerta del patio siempre permanecía abierta mientras Mónica estaba en la casa. Ese día no pudo ver que la cerrara porque cuando se retiró permanecía en el patio.

Por otro lado, hizo referencia a que Ramos “se sentía amenazada” por llamadas que había recibido en relación a su hijo. Aclaró que era un temor “genérico” vinculado a la seguridad.

“Le tenía miedo a cuando salía con el auto. Se cercioraba que hubiera alguien en la calle. Lo mismo que en la noche cuando venía del instituto. Temía que le entraran a robar”, añadió.

Sobre las tareas que desempeñaba declaró que los únicos lugares donde no limpiaba eran en la habitación, el armario y el baño: “Solamente los vidrios del dormitorio, pero en presencia de ella”.

Del mismo modo, describió cómo se enteró del hecho: “Me llamó por teléfono mi hermano avisándome que la casa de Mónica se estaba incendiando. Yo salía de otro trabajo a las 14. Me decían que la llamara para avisarle. Todos pensaron que se había ido. Traté de comunicarme, pero no me daba el celular. Después me dijo que lamentablemente encontraron a Mónica muerta”.

La empleada confirmó que conocía al ex marido de Ramos, Balbino Rodríguez. Detalló que lo vio “una sola vez” cuando salieron a tomar un café. Los primeros días mantuvieron un “intercambio telefónico” como “conociendo a una persona”.

El vínculo surgió de una página de parejas. Y se enteró que era el ex esposo cuando habló con ella y le mostró una imagen de él. Habría sido unas semanas antes del hecho.

Adriana Lucero Alfonso. (Foto: Marcos Verdullo)

Los primeros testigos

Héctor Flores había sido compañero de la víctima en la escuela. En ese entonces vivía sobre calle La Rioja, a una cuadra y media aproximadamente de ella.

El trágico 3 de marzo pasó por la casa de Belgrano al 110, advirtió humo y pudo ver cuando salía el vehículo. Determinó que “un muchacho flaco con barbita” se subió al auto y se fue.

Por su parte, Axel Ortiz fue otro de los citados. Trabajaba como delivery e iba con frecuencia a llevar viandas al jardín emplazado frente a la casa de Ramos. No pudo precisar quien manejaba ni la hora, pero consideró que eran “de las 13:30 en adelante”.

Paula Herrera se desempeñaba en ese establecimiento educativo. Entraba en el turno de las 14, pero siempre llegaban 15 o 20 minutos antes. Ese día, cuando lo hizo se quedó sobre la vereda de enfrente a la institución porque estaban los padres retirando a los alumnos.

Fue cuando en la casa de la docente se encontró con “el portón abierto”, “de la ventana salía humo” y “había un bolso”. Le llamó la atención, se lo contó a una compañera y luego a la directora de la escuela.

Pensaron que la víctima no estaba dentro del hogar, y buscaban llaves para poder abrir. En eso, tomaron el morral que estaba con esa misma idea, pero no las encontraron.

En este escenario, también fue convocado uno de los primeros policías en arribar a la escena, Diego Cabral, un motorista de Comisaría 2°. Recibió una modulación de que había un incendio con personas atrapadas en el lugar.

“Llegué al lugar, de la casa estaba saliendo humo, el portón se encontraba abierto, quise ingresar, pero había mucho humo”, puntualizó. También creyó que no había ocupantes y resguardó el sitio hasta el arribo de bomberos “a los pocos minutos”.

Fernando de Viana. (Foto: Marcos Verdullo)

Las líneas investigativas iniciales

En el cierre de la audiencia declararon los integrantes División Homicidios, Hugo Cornejo y Diego Albornoz. A ambos les exhibieron las actas sobre los momentos en que actuaron.

El primero de los efectivos particularizó una inspección ocular en la calle Belgrano, por fuera del domicilio, en el techo, donde “se quería localizar algún ingreso hacia la vivienda”.

Todos los detalles fueron similares a los que habían plasmado sus pares de Científica como un “desnivel” en el techo donde alguien pudo haberse escondido, y las posibilidades de haber ingresado por la vivienda del lado izquierdo.

Contó que secuestraron guantes y sobre el morral, que “se llegó a hisopar, al abrir se observó cinco compartimientos con elementos, dos trozos de papel con letras, fórmulas como químicas realizadas a mano alzada, sobres que correspondían a bancos de la provincia a nombre Núñez con un domicilio en la zona sur, un fibrón negro, una ficha de teléfono y un buzo negro con gris”.

Detectó además dentro de la casa “signos de búsqueda, muebles con puertas o cajones abiertos y restos de hollín por encima de cada objeto”. Por lo que arrojó como motivación el robo.

“En la inspección observamos que se habían abierto billeteras y carteras, como que alguien había estado removiendo esos elementos. La hija manifestó que sabía tener dinero, al igual que por comentarios de algunas amigas. que tenía sus ahorros dentro del domicilio”, agregó Albornoz.

Cornejo hizo referencia a las líneas investigativas que desarrollaron en la etapa de instrucción. Enumeró una “relación tormentosa” con su ex pareja, Rodríguez, quien “la maltrataba”.

Asimismo, un “altercado de palabras” con una mujer de apellido Tissera, que había tenido una relación con Rodríguez. La mujer había denunciado a Ramos en la Justicia y “hubo una sentencia en contra de ella por la que debía realizar en tareas comunitarias en la iglesia”.

Cuando indagaron en la parroquia Medalla Milagrosa “apareció Lisandro (Gutiérrez), nacido en San Juan”, quien “era una persona que mantuvo relación con Ramos y fue tormentoso”.

Núñez y Esley. (Foto: Marcos Verdullo)

Se sumó como sospechosa la empleada “por mensajes de texto con una cercanía muy notoria (con el ex marido)” y porque “fue la última que la vio con vida”.

Finalmente, el morral que los llevó al único acusado por el hecho.

PUBLICIDAD

EN PORTADA EL CHORRILLERO

SUBIR