En la cadena ganadera unos ganan y otros pierden
El sector ganadero vive una paradoja que no le permite lograr un desarrollo pleno. Por un lado están las buenas noticias: la faena de septiembre fue la segunda más alta del año y en forma interanual creció 8,5%, y a la vez también dio un salto la producción, favorecida por las normas que exigen un mayor peso medio de las reses.
Pero también están las malas, que van más allá de las erráticas políticas del Gobierno nacional, que con su intervención permanente hace que el país pierda oportunidades en el exterior. Otra es la seca persistente, que obliga a sacar el ganado de los campos antes de lo que los productores quisieran, lo que hace crecer la oferta y eso mantiene planchados los precios. Es un beneficio para los consumidores, que no tiene que ver con aciertos en la política económica, pero al menos el castigado bolsillo de los argentinos no ve dispararse el precio de la carne, que trepa menos que la inflación.
Algo de todo esto se vio en los remates que acompañaron a la 75° Exposición Rural de San Luis, que fueron compartidos por tres consignatarias con sede en la provincia. “Se podrían haber logrado precios un poco más altos, pero con la sequía que hay los productores están cautelosos, no se quieren llenar de animales a los que después no pueden alimentar con el pasto suficiente”, reflexionó uno de los que bajó el martillo, quien agregó que “de todos modos se dieron valores interesantes por los mejores toros”.
El precio máximo logrado fue por el gran campeón Hereford por un $1.200.000. Le siguió un Angus puro de pedigrí fue de $880 mil. Parece una fortuna para el hombre de a pie, pero la inversión es alta para llegar a esa categoría. Son animales concebidos por inseminación artificial, que requieren de muchos cuidados. Quien invirtió esa plata espera convertirlo en un padre de plantel a la brevedad y mejorar la genética de su rodeo.
En escala descendente siguieron los Limangus y los Braford, aunque con valores que no bajaron de los $550 mil en cuanto a precios máximos. Si hablamos de promedios, todas las razas marcaron cotizaciones inferiores, pero el remate tuvo ritmo y lo que se ofreció, se vendió en su totalidad.
Con las vaquillonas se dio a la inversa. Una Hereford preñada, campeona además, marcó el tope con $650.000. Las Angus tocaron los 400 mil pesos y promediaron 350 mil. En esta categoría, la de madres, está la clave de la ganadería actual. Si con los toros no se puede fallar, con los vientres mucho menos. Deben dar un ternero por año, y más con esos valores.
El problema principal hoy no lo tiene el criador. Es un eslabón al que le va bien, la invernada se paga a buenos precios. El que sufre es el engordador, el dueño del feedlot, porque es el que debe invertir en esa invernada cara, tiene al maíz que es su principal insumo por las nubes y cuando alcanza el kilaje para llevar sus animales a faena, los precios están deprimidos. Los frigoríficos no pagan lo que él espera, lo que provoca pérdidas que algunos meses de este año llegaron a los 10 mil pesos por cabeza.
El bajo valor del gordo es lo que mantiene la carne sin grandes aumentos en el mostrador. La suba este año fue del 65%, con una inflación que coquetea con el 100%. Además, la carne vacuna debe competir con la de cerdo y la de pollo, que es más barata y en tiempos de crisis económica es más buscada. Con este panorama complicado, se puede decir que los remates que se dan en San Luis siguen dando positivo para vendedores y consignatarios. La suerte de los compradores está más atada a los caprichos del clima, las trasnochadas decisiones del Gobierno y lo que pueda deparar una economía desquiciada como la argentina.