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33 años del infierno de Nelson Madafs: el recuerdo de las torturas, un abandono eterno y la súplica para que no se olviden de él

Hoy tiene 53 años y convive en la marginalidad, sin asistencia y con múltiples inconvenientes de salud. Padece HIV, problemas de vista, oído, huesos y riñones. Vive sólo de una pensión. Necesita ayuda para alimentarse y arreglar su techo.

Nelson Madafs.

por Antonella Camargo

elchorrillero.com

Actualizada: 22/10/2022 22:28

El tiempo pasó y logró cicatrizar algunas heridas que tenía Nelson Madafs en su cuerpo, aunque algunas de ellas le dejaron secuelas. Pero hay otras que ni tres décadas pudieron borrar y son las que se mantienen latentes en su memoria. Humillaciones, torturas, insultos y una vida en la marginalidad, son los dolores que se reflejan en su mirada.

Quizás como un mecanismo de defensa, hay cosas de las que no se acuerda por momentos, pero después cobran luz en su cabeza. O quizás son los daños que le provocaron tantos golpes los que hacen que sus recuerdos desparezcan por un tiempo.

Su edad es una de las cosas que le genera confusión, pero guarda uno de sus primeros documentos. Aunque sabe que no le dará uso, le gusta conservar ese tipo de cosas. Una libreta deteriorada, una foto de él vestido de negro, y una juventud en su rostro son la muestra de que lo peor aún no le había pasado.

El trámite había sido realizado en 1987. Nelson Rafael Madafs rezaba la primera hoja, con una caligrafía a mano. Su nacimiento fue el 17 de agosto de 1969.

Esos nombres son los que le duele a la sociedad y que muchos quisieran borrar de la historia de San Luis. Fue una víctima a la que nunca le pidieron perdón y a la que condenaron a vivir en el olvido. Nadie reparó el daño que le ocasionaron y hoy vive en la vulnerabilidad. La “gente común” es la que suele solidarizarse con él, ayudarlo y llevarle un poco de alivio a su calvario.

Era octubre de 1989 cuando su vida comenzó a cambiar para convertirse en un infierno. Fue el mes donde conoció a Claudia Díaz sin imaginarse que después lo iban a culpar de haberla asesinado. Pasaron 33 años de ese momento, pero para Nelson es como si todo hubiera sido ayer.

Al cumplirse un nuevo aniversario de ese 16 de octubre, El Chorrillero visitó al hombre que actualmente reside con su mamá Lorenza y con el menor de sus 13 hermanos. Los tres habitan en una vivienda precaria, que recién en 2019 se convirtió en su propiedad. Fue cuando el entonces intendente Enrique Ponce le cedió el terreno y le entregó materiales.

La imagen de su DNI.

Dos habitaciones componen el hogar. Solo una parte del comedor tiene piso con baldosas. El techo de ese sector y del baño están deteriorados por el paso del tiempo. Las lluvias son la principal preocupación de la familia porque se filtra el agua, deben tapar todo, y poner baldes y fuentones por diferentes lugares. Las conexiones eléctricas los ponen en riesgo permanentemente.

Su principal necesidad es arreglar el techo de ambos sectores de la casa. En el baño se suma una parte que se está hundiendo. Es imposible para él afrontar los gastos debido a tiene una pensión de $13 mil.

En 2019 había empezado a recibir una asistencia económica de la Municipalidad. Era de $12 mil. Sin embargo, eso duró menos de un año porque la nueva gestión se la quitó. Con la inocencia que lo caracteriza expresó desconocimiento sobre el motivo.

La madre ya es jubilada, mientras que el hermano es beneficiario del Plan de Inclusión Social. “Por eso muchas veces me preocupa hablar del Gobierno, puede ser que no lo vayan a dejar sin trabajo a mi hermano. Como ellos tapan todo con la moneda”, confesó.

Nelson perdió la visión en uno de sus ojos.

El día que todo cambió

Nelson se remontó a 1989. Su familia es de San Juan y en la provincia vecina se desempeñaba en fincas. Como era “morrudo” habitualmente se encargaba de las labores vinculadas a la papa y la cebolla. En ese mismo año hubo una escasez de alimentos y “casi no había trabajo”. Por eso tomaron la decisión de migrar a San Luis.

A Claudia la había conocido dos días antes de la desaparición, a los 20 años. “Cuando salió esa noche de la escuela, nos sentamos en la Plaza Pringles y le compré un helado”, rememoró.

Después de eso la acompañó hasta su casa, para luego continuar con el camino hacia la suya. Era una caminata de media hora. Cuando llegaron, la joven golpeó y salió su mamá preguntándole quién era él. “Somos amigos”, le respondió ella. Se despidieron y no volvió a verla hasta 1998.

La imagen con que buscaban a Claudia.

Nelson recordó que ella le había mencionado “problemas” con el padrastro, quien la amenazaba con escopetas, y la obligaba a limpiar. “¿Y yo que puedo hacer? No puedo hace nada”, le había dicho él en uno de los diálogos.

“Ya venían rumores. Nosotros vivíamos en El Chorrillo de prestado. Un día a la madrugada, la Policía de Investigaciones apareció como a las 2 de la madrugada. Una artillería me sacó de la cama como si fuera un criminal. Ahí golpearon a mi padre, a mi hermano y hermana embarazada, y me llevaron preso”, describió sobre el día de la detención.

Fue en ese entonces cuando comenzaron las torturas físicas y psicológicas para que confesara el crimen y el lugar donde había dejado el cuerpo. Estuvo unos meses en una comisaría y luego fue trasladado a la cárcel.

Nelson Madafs.

Cuando estaba en prisión la madre de Claudia, Nelly Fernández, lo visitó un par de veces: “No sé con qué intención. Me preguntaba por favor donde estaba su hija”. Y le aseguraba que después verían “cómo arreglar las cosas” para que él saliera en libertad.

“A mi me han inculpado señora. Yo jamás le puse una mano encima. Aparte hemos sido amigos y nada más. Que no diga la gente que era mi novia. Nada que ver”, fueron sus respuestas.

Madafs sufrió quemaduras con cigarrillos en distintos puntos del cuerpo, le sacaron dientes con pedazos de botellas, lo azotaron, le gatillaron en la cabeza, le arrancaron una uña con una pinza y hasta lo tiraron al río con peso en los pies para hundirlo.

Sin embargo, eso no fue todo. Cuando estaba demorado en la comisaría lo inyectaron con HIV, una enfermedad que lo acompaña desde entonces y que ha ido deteriorando su salud.

El techo de uno de los dormitorios está hundiéndose.

Sabe que los traumatismos en el cráneo hacen que se olvide de las cosas, pero no puede borrar los “golpes en la cabeza y en los riñones”.

Uno de los episodios que más recuerda fue cuando lo hicieron cavar un pozo en inmediaciones a la ruta vieja a San Juan porque “según una carta anónima que había llegado al juez (Néstor) Ochoa, había matado a Claudia y estaba enterrada allá”.

“Me hicieron cavar un pozo, me tiraron adentro, me enterraron hasta el cuello y me sacaron de los pelos para arriba para que siguiera diciendo donde estaba. Estaba reventado. Devolvía sangre, me salía de la nariz, no daba más. Decía que estaba en diferentes lugares para que mermaran un poco los golpes”, graficó.

Como si eso hubiera sido poco, exhibió su muñeca para referirse a una ocasión donde lo colgaron y se la sacaron. Lo dejaron pendiente de un monte para pegarle en el estómago.

Madafs estuvo detenido hasta 1995. No lograron hallar pruebas en su contra.

Nelson revivió las torturas que debió pasar.

Claudia estaba viva

Nelson se remontó a febrero de 1998, cuando la entonces joven de 24 años fue encontrada en Caucete, San Juan. Estaba casada, tenía cuatro hijos y aseguraba desconocer todo lo que había pasado en San Luis durante esos años.

“Me llamaron a un reconocimiento en los Tribunales. Fui, me presenté con toda la fe de Dios. Ella estaba de la mano con la madre. ¿Qué dijo? ‘Lo único que te pido es disculpas’. ¿Vos sabes lo que me hicieron?”, ese fue el último diálogo que tuvieron y no volvieron a verse las caras. La Justicia puso una orden de restricción entre ambos.

En el Poder Judicial estaban los policías que habían propinado las torturas. Él los señaló ante los jueces, que se comprometieron a investigarlos. Pero, “no hicieron nada y se lavaron las manos”. Los efectivos continuaron trabajando como si nada hubiera sucedido.

Pese a todo y aunque Claudia estaba viva, los padecimientos no frenaron. “Tuve muchas amenazas con armas. Me han disparado por la cabeza y todos lados. No podía salir a ningún lado”, recordó y mencionó otro hecho donde le quebraron un pie cuando estaba esperando un colectivo.

“Yo me acostaba y levantaba con Dios. En aquellos años leía mucho la biblia. Fui cuatro años a la Iglesia Universal. Respetuosamente la gente me empezó a conocer, me querían, rezaban por mí y la familia”, refirió de aquellos años.

Vive en medio de la marginalidad.

La fragilidad en su salud

Las torturas y su historia pueden palparse en cada uno de los inconvenientes de salud que padece. El HIV es uno de sus más grandes padecimientos. Ahora está esperando que acuda a visitarlo su nueva infectóloga para los chequeos.

Además, tiene problemas en los huesos y riñones. No puede hacer fuerza y cuando todo va mal, los desmayos lo acompañan con mayor frecuencia. A su vez, tiene dificultades para oír.

Nelson perdió la vista en un ojo. El profesional que lo atendió le dijo que no tiene solución porque a raíz de las torturas, se le cortó la córnea. Le dieron la posibilidad de operarse, pero fuera de la provincia y carece de recursos para hacerlo.

En el otro ojo la visión es muy reducida. Por eso, su anhelo es que alguien le pueda donar unos anteojos. Para leer papeles que le suelen llegar o ver la televisión. Al no tenerlos, usa una especie de lupa que le permite acortar las distancias.

Contar con leche y ensure son una necesidad básica para él. Del primero solo le dan una caja, que no alcanza para todo el mes y es fundamental para acompañar los remedios porque son “fuertísimos”. Tomarlos con agua le suele generar calambres en el estómago.

El suplemento es clave para que su cuerpo consuma vitaminas, pero es costoso. Muchas veces suelen donárselo, y fracciona cada botellita para que le dure el mayor tiempo posible.

Sufre diversos problemas de salud.

Un pedido de perdón que nunca llegó y una súplica para que no lo olviden

“Nadie me pidió perdón. No sé hasta cuándo va a existir la bronca esta. Yo siempre hablo del Gobierno porque para mí no es un pecado, es la justa razón lo que digo”, afirmó.

Reconoció que siente “abandono” y que sólo “la gente del pueblo” lo ha ayudado.

Los últimos 33 años fueron un infierno para Nelson y el alivio a tanto sufrimiento parece no llegar. Pero no pierde la ilusión, la picardía y la risa. Siempre encuentra el momento para hacer un chiste y sacar una sonrisa a los demás, aunque su mundo sea gris.

Hoy su día es estar con su familia, cuidar a los animales, limpiar y cocinar. Aseguró que se desempeña muy bien en lo último y es lo que le da “más voluntad a vivir” porque tuvo “muchos intentos” de quitarse la vida.

Reconoce que le gusta cocinar porque se olvida de su dolorosa realidad.

“Si Dios me quiere llevar algún día, que me lleve. Hay que seguir en la lucha, no puedo abandonar ahora justo que más o menos me estoy componiendo”, expresó.

Y en el cierre les dejó un mensaje a las autoridades: “Lo único que le pido al gobernador es que por favor no se olvide de mí. Yo hablo y se me sale la bronca porque me siento abandonado y no me ayudan. Ahora se lavaron las manos. Les han tapado la boca a quienes me han ayudado. Eso es lo que han estado haciendo. Tapan la boca a la gente con una moneda y se olvidan del pobre”.

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