La odisea de Milena y Melisa: dos hermanitas puntanas cruzan un río y montan un caballo para estudiar en Mendoza
Si bien viven en el paraje Bajada Grande, ubicado en el departamento Belgrano, deben hacer un sacrificio para llegar a una escuela albergue, aunque del otro lado del límite. El relato de una familia que busca extender sus horizontes con la educación.
Kilómetros de campo y desierto a caballo, más el cruce del Río Desaguadero. Ese es el desafío que deben atravesar Milena y Melisa Alcaraz, de 7 y 9 años, para llegar al colegio al que asisten y, así, construir su futuro.
La historia de ambas hermanitas comienza en el campo “La Argentina”, propiedad de la familia de las nenas, ubicado en el paraje Bajada Grande del departamento Belgrano, al norte de San Luis. Desde allí surge la historia que fue contada este domingo por la periodista Cecilia Corradetti en Infobae.
La mamá de las pequeñas, Liliana Moyano es una de las protagonistas. Temprano por la mañana, luego de realizar las tareas cotidianas que demanda la vida rural como la atención de los animales, organiza todo para que las niñas emprendan el viaje.
El destino es la Escuela N° 8-363 “Estanislao del Campo”, que tiene una modalidad albergue y está ubicada en la ruta 153, km 105, en otra pequeña localidad del otro lado del límite provincial: en Arroyito, departamento de Lavalle, en Mendoza.
Una vez alistadas, son acompañadas por sus dos hermanas mayores, Marian (18) y María de los Ángeles (16). Con un saludo a su madre y un pequeño ademán para los caballos arranca la atraviesa.
El paisaje que otorga el camino tiene tintes desérticos, marcados por los espinillos y quebrachos. Cuando llega la hora de cruzar el río dan por terminada la primera parte y dejan los animales. Allí se calzan unas botas para el agua, se suben a las espaldas de sus hermanas mayores y lo atraviesan por el sector más ancho y, por ende, con el nivel más bajo.
A veces, tal como ocurre en esta época de sequía (el departamento Belgrano es el más afectado de todos), el caudal es bajo, pero la dificultad está en el barro que se acumula.
Del otro lado las espera el director y maestro de la escuela, Alberto Campos que, con su camioneta Chevrolet S10 modelo 98, completa el viaje con los cuatro kilómetros restantes.
El establecimiento educativo no es uno tradicional como se conoce en las ciudades o en las grandes localidades. Con 33 alumnos, la modalidad es de albergue, es decir, presenta un régimen de ocho días corridos por seis de descanso.
De este sistema surgen lazos mucho más fuertes entre las familias de la zona y los profesores. Así lo describió Campos: “Los chicos hacen grandes sacrificios para ir a la escuela y todos los días hay anécdotas diferentes, muy distintas a las que pueden suceder en las grandes ciudades”.
“Aunque toda la vida me dediqué a enseñar en zonas rurales me sigo emocionando cuando veo cruzar a las hermanas y eso es, justamente, lo más lindo, lo que me mantiene unido a esta actividad”, reflexionó.
Claro, las pequeñas no son las primeras de sus hermanos en vivir el recorrido para su educación. El primero fue su hermano Marcelo de 19 años y lo siguieron Marian y María de los Ángeles.
Hace unos años, un video que filmó el chico se hizo viral. Grabó gran parte del mismo camino arriba del caballo.
El propio Gobierno provincial se comprometió a realizar unas obras que iban a permitir el paso sin tener que acudir a maniobras dignas de una película, pero nunca se llevaron a cabo.
Un dato que hay que sumar es que a 20 kilómetros de “La Argentina”, del lado puntano, se emplaza otra escuela, pero la falta de transporte se torna un obstáculo.
“La enseñanza es mejor en Arroyito. Siento que hacemos un esfuerzo porque el trayecto no es fácil, los caminos están muy malos y ni hablar cuando llueve y se vuelven intransitables. Pero siempre les digo que es la única manera de llegar a ser alguien en la vida. Yo no tuve esa posibilidad, apenas terminé la primaria y pasé mi vida en el campo. No sé hacer otra cosa, por eso deseo un futuro mejor para ellos”, confesó Liliana al portal Infobae.
La vida rural no es nada fácil. La mujer contó que heredó una parte de las tierras de sus padres y pasa los días entre los corrales de chivos, vacas y caballos. Aunque en estos tiempos de pocas lluvias los animales sufren y hasta mueren.
Pero, a su vez, pondera la otra cara de la moneda: “Acá no hay inseguridad. Incluso en las noches de mucho calor solemos dormir afuera”.
“Soy una agradecida, especialmente al maestro que siempre está esperando del otro lado del río, firme al pie del cañón. Le mando un mensaje cuando las nenas van saliendo y a los pocos minutos está con su camioneta en el margen mendocino. Es un poco maestro, otro poco padre, director, portero… Cumple muchos roles dentro de la escuela y eso lo valoro mucho”, señaló.
Campos es el otro gran personaje de esta historia. Su pasión por la educación y la vocación afloran. Tiene 58 años y vive en Las Catitas, departamento de Santa Rosa, en el este mendocino. Cuenta que tiene cinco hijos y fue maestro de cuatro de ellos en otra escuela rural de La Paz, cerca de su casa.
“No cualquiera es maestro alberguero. Uno tiene que tener vocación, porque la enseñanza es muy diferente y se deben cumplir varios roles a la vez, estar atento si los niños se enferman y dar clases al mismo tiempo para varios niveles educativos”, agregó.
Lo cierto es que esta crónica de unas pequeñas estudiantes de segundo y cuarto grado, son algunas de las tantas que atraviesan a las personas del interior profundo de San Luis. Como Milena y Melisa hay muchos.