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Cómo es el rito funerario ante la muerte de un Papa y por qué el de Benedicto XVI tendrá una novedad

Benedicto XVI es el segundo de un pontífice que había presentado la renuncia. De esta manera, cuando se trata de la muerte de un obispo emérito, la ceremonia a llevar adelante es distinta a las clásicas. Los detalles.

Benedicto XVI.
Actualizada: 31/12/2022 12:01
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Este sábado, a sus 95 años, murió Benedicto XVI. Joseph Aloisius Ratzinger, según su nombre civil, había sorprendido al mundo con su renuncia anunciada el 11 de febrero de 2013 y hecha efectiva el 28 del mismo mes. El último Papa en renunciar había sido San Celestino V, quien había gobernado a la Iglesia durante cinco meses, del 5 de julio al 13 de diciembre de 1294, hace 797 años. Por lo tanto, esta muerte acarrea una serie de nuevos detalles y particularidades que jamás, desde 1296 a la muerte de Celestino V, habían ocurrido.

Cabe destacar que los ritos funerarios ante la muerte de un pontífice son complicados y muy ritualizados. Sin embargo, Benedicto no es más el Papa, es un obispo emérito de la ciudad de Roma. De manera que los rituales que se utilizarán en el caso del Papa emérito Benedicto serán diferentes: es la segunda vez que ocurre en los dos mil años de historia de la Iglesia.

Además, no hay que olvidar que también fue el soberano del estado de la Santa Sede, la única monarquía absoluta de Occidente. Es decir, que es la muerte de un ex monarca y un ex Papa.

Cómo es el rito funerario ante la muerte de un Papa

Ante la muerte de un Papa, uno de los primeros rituales consiste en encender cuatro velas a los pies de la cama y colocar un acetre (un pequeño recipiente en forma de balde) con agua bendita y el hisopo junto al lecho mortuorio para los responsos de los prelados visitantes.

También lo visita el cardenal camarlengo, quien con un pequeño martillo de plata golpea la frente del pontífice por tres veces y pronuncia su nombre de pila: “Losephus, ¿dormis?” tras verificar su muerte dice: “Vere papa mortuus est” (de verdad el Papa ha muerto). Luego extrae del dedo el anillo comúnmente llamado “del pescador”, símbolo del poder pontificio. Esta es la señal de que el reinado ha concluido.

Una vez concluidos estos primeros ritos, el cuerpo del pontífice es retirado para ser lavado y revestido con los atributos papales. Salvo que el Papa haya dicho lo contrario, el procedimiento exige que se le extraigan las vísceras, que son depositadas en urnas que se conservan en la cripta subterránea de la iglesia de san Vicente y san Anastasio, frente a la Fontana de Trevi, en Roma.

No obstante, una vez que el anuncio se hace público, las campanas de Roma y de todas las iglesias del mundo “tocan a difuntos”. Se declaran 9 días de luto riguroso y se ofician en el mundo mil misas por el eterno descanso del Papa fallecido.

El cuerpo se reviste con los atributos papales y es depositado en la capilla Sixtina. Al día siguiente, se lo traslada a la basílica de San Pedro, donde los fieles le rendirán su último homenaje. Luego de culminado el velorio se realiza la misa de exequias. Una vez finalizada, el féretro se traslada hasta el lugar de su sepultura mientras el coro entona en himno: “Libera me, Domine, de morte aeterna" (líbrame, Señor, de la muerte eterna).

En el caso del papa emérito, descansará en el lugar donde estaba el cuerpo de Juan Pablo II, en las grutas vaticanas, que fue subido a la basílica de San Pedro una vez que fue canonizado.

El féretro de madera será depositado dentro de otro de plomo y este dentro de otro ataúd de madera de roble u olmo. Antes de cerrar el segundo ataúd, en su interior se ingresará un tubo de metal que contiene un pergamino con su acta de defunción.

Cuando el ataúd toca el piso, el cardenal camarlengo echa sobre el mismo una cucharada de tierra y dice: “memento homo quia pulvis es et in pulverem reverteris…” (Recuerda hombre que eres polvo y en polvo te convertirás). Una vez concluido todo este ritual, se corre la lápida de granito que cierra la tumba. Así concluyen los ritos fúnebres.

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